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Conversatorio con Rafael Ángel (Felo) García

Si hay alguien en Costa Rica con quien conversar sobre una amplia diversidad de temas referentes al diseño, arquitectura, arte, y que nos deje aprendizaje, es con este viejo “Roble” en tanto sus ramajes se desprenden de un fornido tronco hacia todas las direcciones del campo –aunque me interesan todos esos temas–, lo abordo para escucharlo hablar de sus intentos de diseño urbano a inicios de los setenta, como también de los primeros momentos en que se habló de Arquitectura en el país, allá por los sesenta del siglo pasado; queda la esperanza de que vendrán otros momentos para sacudir esos ramajes de su memoria, cuya sombra benéfica ha cubierto a muchas generaciones de arquitectos, diseñadores y artistas nacionales.


El arquitecto Rafael Ángel García, en su estudio. Foto cortesía del artista.

Felo García nació en 1928, y su formación –a inicios de los sesenta– la cursó en Hammersmith College of Building and Arts, en Londres; fueron tiempos en que también asimiló las vanguardias artísticas europeas que le permitió, a su llegada, enraizar la Abstracción en Costa Rica, junto con otros maestros del Grupo Ocho, tan importante en la fundamentación del arte moderno local.
Felo comulgó además con el pensamiento de las corrientes pedagógicas del Constructivismo, cuya vertiente –en aquellas décadas–, la proyectó hacia la arquitectura escolar y más tarde, en los años setenta, lo condujo a fundar la primera escuela de Arquitectura del país, en la Universidad de Costa Rica, pionera en la formación por sus enfoques pedagógicos. Por algo, la comisaria Ileana Alvarado en el libro que los Museos del Banco Central publicó como catálogo de su muestra retrospectiva en 2005, lo llama el “adelantado a su tiempo”.


Su casa en Lomas de Escalante, de finales de los años sesentas. Foto cortesía del Arquitecto Rafael Ángel García.

Habrá otros espacios para conversar sobre su obra pictórica, el diseño de mobiliario y otras facetas de su fuerte personalidad, por lo cual mereció en el 2009 el Premio de Cultura Magón, que ensalza a los principales actores cuya obra de toda una vida contribuyó al desarrollo cultural del país.
En este primer conversatorio quisiera recordar aquella ciudad modesta pero hermosa que legaron los ancestros, pero que careció de una oportuna intervención de diseño urbanístico, y a pesar de otros intentos actuales de la Alcaldía de San José, hoy es un nudo atorado por el tráfico vehicular, la basura, la violencia y carente de espacios que enriquezcan la calidad de vida urbana.


Detalle de uno de los muros interiores de su casa donde estimula a la percepción y a disfrutar de una manera distinta de los materiales. Foto L.F.Q.

Yo mismo -en mis años de juventud–, logré catar esa esencia y testimonio: aquellos arquitectos formularon un plan de desarrollo urbano para la capital jefeados por Felo y la primera Asociación de Arquitectos de Costa Rica, luego Colegio de Arquitectos, sin embargo, se encontraron con una pétrea muralla, la del Estado Costarricense. Cuando uno de los padres de la Patria, Don José Figueres Ferrer, los recibió para atender la propuesta les despidió con la frase: “ustedes los arquitectos creen saberlo todo”.
Si aquella idea hubiese sido aprobada, otra ciudad tendríamos; era costosa para la economía nacional, quizás, pero hoy es impensable aun cuando urge hacer algo que devuelva oxígeno, habitabilidad y calidad urbana a nuestra ciudad capital.


Felo junto a una de sus obras tempranas de naturaleza matérica. Foto L.F.Q.

L.F.Q.: ¿A qué se enfrentó a su llegada al país tras graduarse como arquitecto?
F.G.:
No nos permitían espacio para definir quién era el especialista en el diseño habitacional y urbano. La actividad proyectual, propia del arquitecto, no era desligada de la construcción; o sea, esas decisiones estaban en manos de los ingenieros –profesionales de un pensamiento racional y científico–, pero que no daban cabida a la creatividad.

L.F.Q.: ¿Por qué ese roce con el ingeniero?
F.G.:
En tanto el ingeniero rehúye al riesgo, a la incertidumbre, ahí donde se gesta lo creativo y carga de calidad habitacional al espacio: la creatividad que mueve a descubrir y aprovechar la luz, el abierto, el color, los lenguajes que propician los materiales.
El arquitecto trabaja sobre la incertidumbre, cede al riesgo, vivimos del campo sorpresivo, de lo que no se sabe pero se asume y afronta en el proyecto. Con el proyecto se hace camino, y en el camino nos asaltan las sorpresas. Quizás por ello no aceptaban nuestras propuestas del diseño de la ciudad, pues en el gobierno mismo existían esas mentalidades cerradas para aceptar la propuesta creativa e innovadora.

L.F.Q.: Fue ese espíritu de afrontar el riesgo lo que trató de imprimir a la Escuela de Arquitectura que fundó y de la que fue su director por muchos años?
F.G.:
Por su puesto, nosotros tratábamos de fustigar los modelos mismos de como fuimos educados, orientados a buscar, pero que no nos sensibilizaban a encontrar que son posturas metodológicas opuestas.


E
l signo tectónico que va perfilando espacios y juegos claroscurales, característico de este maestro. Detalle, Foto L.F.Q.

L.F.Q.: ¿Cómo es eso de formar para buscar, y no para encontrar?
F.G.
Al motivar para encontrar, se trabaja en las actitudes de los individuos, en su tenacidad para encontrar; cuando sólo buscamos lo hacemos con una actitud cerrada: vamos a buscar, por ejemplo, un botón rojo a la ferretería, pero como debe ser rojo y botón, se pueden percibir cientos de objetos que tengan una función similar, de otros colores, texturas y lenguajes, pero nos cegamos a usarlos porque lo que se busca es una idea fija. Esa visión de que el estudiante es un individuo a quien debe llenársele compartimentos fijos sin estimular la capacidad a encontrar y relacionar lo que sabe, es nociva.

Grafismos, una de sus más recientes muestras de arte. Foto L.F.Q.

L.F.Q.: ¿Cómo era percibido Felo García por sus colegas?
F.G.:
Me decían “El Llanero Solitario”, pues en ese tiempo todo era demasiado “chato”. No se consideraba la trascendencia de la libertad. La ingeniería no ofrece espacio a la especulación creativa, pues su disciplina se delineó en lo técnico-matemático. Siempre topé con una cerca cuando tuve que relacionarme con ingenieros, por ello tengo más proyectos sin construir que los que pude ver realizados, pues mis propuestas siempre fueron incomprendidas.

L.F.Q. Pero Felo, en los grandes maestros del arte y la arquitectura pesa más el pensamiento, la creatividad y la visión del proceso sobre lo construido y tangible. ¿Ahí fue que encontró oposición?, ¿dónde?
F.G.:
El principal vacío estaba ligado a los mismos gobernantes del país. No comprendían ni vislumbraban propuestas distintas a las vistas y que mejoraran la calidad del ambiente, de lo habitable que satisface los estímulos interiores y del entorno urbano que redime la gracia de lo externo.

L.F.Q. ¿Existía mezquindad y miopía?
F.G.:
Sí. No habían programas donde se consideraran las propuestas creativas, se conducían sobre ocurrencias que fueron fatales y que propusieron gente que no tenía ni la menor idea de lo que hacía; por ello tenemos estas ciudades que hoy todos criticamos y nos lamentamos como habitantes.
No existía respeto alguno para con la profesión. Todo se tomaba muy a título personal, y quizás existía temor o envidia hacia las capacidades de las profesionales que trataban con la innovación, que podían hablar de calidad y lo intangible.

L.F.Q.: ¿Cuál fue su principal motivación o programa a llevar hacia a delante como arquitecto?
F.G.:
El respeto por el espacio, pues es la génesis del diseño; pero acá sufrimos de miedo al espacio abierto. Cuando tenemos la oportunidad de tener un espacio amplio, libre, lo llenamos de cosas, le anteponemos obstáculos que enturbian la visual de profundidad y sus relaciones con el entorno: con los árboles, con las montañas, con otras edificaciones de valor histórico o cultural.
La idea de diseño urbano que prevaleció es la de conducir al habitante por un itinerario cerrado que le impida disfrutar; el usuario se pierde en esos recorridos por lo tanto sólo se le estimula a buscar y no a encontrar. Todo se “departamentaliza”, se ponen obstáculos y divide el espacio para inhibir el encuentro sorpresivo que fomente la capacidad humana de sorprenderse.


Felo hoy a sus ochenta y tres años, continúa activo como arquitecto, diseñador, académico, pintor y escultor. Foto L.F.Q.

L.F.Q. ¿Qué logró de ese programa personal?
F.G.:
Muy poco; mi estudio está lleno de proyectos irrealizables y que nadie conoce, eso es más que lo realizado. Tal vez por ello gran tiempo de mi vida lo he pasado pintando, esgrafiando con la monotipia, trazando espacios, tramas, calidades de luz y sombra, esculturas, ensambles.

L.F.Q.: Felo, ese es otro discurso, que retomaremos en otra oportunidad. Hoy me interesa la Arquitectura y el Urbanismo. Hábleme más de la experiencia de abrir una escuela de Arquitectura en ese contexto tan “chato”, como usted lo tilda.
F.G.:
Va muy de la mano con nuestros aportes al tratar de generar nuevos campos para la cultura (estuvo al frente de la Dirección General de Artes y Letras que luego se promovió como el Ministerio de Cultura en los setenta), y de los enfoques al pensar en la educación, centrados no en el enseñar sino en el aprender.
Dichas nociones “piagetianas” del Constructivismo fueron puestas en prácticas a la hora de fomentar un modelo que motivara a encontrar. Por ello es que Jorge Bertheau –otro importante maestro de la arquitectura costarricense–, me decía “Llanero Solitario”.

L.F.Q.: ¿La oposición venía de los ingenieros o también del mismo gremio de los arquitectos?
F.G.:
Muchos colegas incluso creían que no era el tiempo para fundar la escuela, puesto que no queríamos repetir el mismo bagaje teórico con que nos habían formado y sobre todo el metodológico, orientado a buscar, pero no a descubrir y gozar de las percepciones sensoriales con esas experiencias vivenciales del reconocerse a sí mismo como un ser creativo, con talentos y habilidades por descubrir; todo esto era vetado dentro de un pensamiento cerrado y lineal. Nos autocriticamos, formulamos análisis de lo que debía saber el arquitecto y sostuvimos aquella postura pedagógica del aprender a aprender.


Los grafismos de Felo, traza una especie de ciudades utópicas entre el juego de la luz y la sombra, la textura y el movimiento.

Para concluir con este conversatorio con el maestro García Picado en su casa de Lomas de Escalante, San José, quería preguntarle ¿cuál fue el principal obstáculo para desarrollar sus ideas como Arquitecto?
Felo señala al medio tan tradicional que se aferra a obstaculizar todo y defender esa actitud unicéntrica, cerrada al diálogo y a la posibilidad de descubrir en el encuentro. Él trazó el ejemplo de la línea, cuando no se piensa en la coexistencia de otras frecuencias, de otras miradas aunque haya que salirse de la única dirección. La física nos dice que la distancia más cercana entre dos puntos es la recta, pero eso niega el deleite de descubrirla, de cuestionarse que posee un adentro y un afuera, y mucho menos hablar del juego curva-contracurva generadora de emoción en las percepciones. Hoy hablamos de un diseño emocional y de un aprendizaje con esos caracteres que motivan otras frecuencias y visuales respecto al espacio y la convivencia armónica con el medio.

Me queda sin embargo un sinsabor, el de la falta de posibilidad para seguir escuchando a este maestro e intuir aún más de su pensamiento, ese que regenera en la cúspide del árbol, de su roble; aunque se tiene la certeza que sucederá, nadie sabrá dónde y cuándo dará un nuevo brote.
 

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