2.800 metros cuadrados incrustados en el paisaje
El estudio danés de arquitectura BIG ha transformado y ampliado un histórico bunker alemán de la Segunda Guerra Mundial de la costa oeste de Dinamarca en el Tirpitz Museum. Un «museo invisible», que a modo de santuario contrarresta con el dramático pasado de la zona, y alojado en una única estructura de 2.800 metros cuadrados se incrusta en el paisaje de las playas protegidas de Blåvand, con las que se mimetiza. «Hemos querido crear una experiencia única, asombrosa, dramática y casi invisible, que sorprenda al visitante con nuevas perspectivas sobre el majestuoso paisaje circundante», cuentan los responsables del museo, que esperan que el nuevo complejo cultural, con espacio para cuatro exposiciones distintas, atraíga anualmente en torno a 100.000 visitantes. Un proyecto que sin duda alguna contribuye a la amplia experiencia de BIG en el diseño de museos —del que es buen ejemplo el Museo Nacional Marítimo Danés—, a través de una muy cuidada integración del paisaje con el programa cultural, y la preservación del valor histórico y el entorno natural.
Un edificio abierto y ligero que contrasta con la hermética y pesada fortaleza nazi
Como una antítesis al pesado volumen del bunker original, la nueva construcción se muestra sutilmente a través de una intersección de planos camuflados en el paisaje. Un edificio abierto y ligero, que contrasta con la hermética y pesada fortaleza nazi, donde las galerias ocultas bajo las dunas dan lugar a un oasis infinito en la arena. Los visitantes, que a su llegada sólo perciben el antiguo volumen de guerra que señala la entrada al museo, van descubriendo según se acercan cortes que, a modo de caminos, les dirigen al centro del complejo. Allí, un patio central da acceso a los cuatro espacios expositivos, que aunque subterráneos y tallados en la arena, disfrutan de abundante luz natural. Diseñadadas por la agencia holandesa Tinker Imagineers, las cuatro exposiciones —tres permanentes y una temporal— sumergen al visitante en interesantes experiencias temáticas. Además, desde las galerías enterradas se puede acceder al búnker, que narra la historia de una impresionante máquina de guerra y donde los visitantes pueden jugar con la luz y las sombras, recreando de este modo su funcionamiento original.
Hormigón, acero, vidrio y madera
Para su construcción se han empleado hormigón, acero, vidrio y madera, cuatro materiales presentes en la estructura existente y el entorno natural que rodea al museo. Fabricados en hormigón in situ, los muros de las salas de exposiciones soportan el peso del terreno y funcionan como apoyo de las espectaculares cubiertas, que con voladizos de 36 metros han sido calculadas y diseñadas por la ingeniería suiza Lüchinger + Meyer. En el interior, invadido de luz natural gracias a los grandes planos de vidrio de seis metros de altura que abren al patio, se ha optado por la madera y el acero laminado en caliente.