La verdadera diferencia entre paraguas y coches es el avance del nuevo volumen de Hiatus, compilación de artículos de opinión y reflexiones personales de algunos de los principales referentes del diseño internacional, desde Matali Crasset, Jaime Derringer o Jorge Pensi a Ezio Manzini o el fallecido Paco Bascuñán.
Veinte textos que reúnen escritos que han marcado un punto de inflexión en el diseño -caso del First Things First Manifesto de Ken Garland-, replanteamientos del eco diseño y el diseño social o, simplemente, anotaciones al margen de profesionales cuyo trabajo ha trascendido mucho más que su figura. Algo, por otra parte, habitual en esta profesión.
Por ello, permítanme que incorpore aquí alguna de esas ideas que aparecen en el prólogo de la publicación y que tratan de abordar la verdadera diferencia entre los paraguas y los coches, desde el punto de vista del diseño.
Cualquiera diría que a primera vista un paraguas y un coche son dos productos diferentes, bien por el tamaño, la función o simplemente por el coste, si bien, hay otras razones que raramente se tienen en consideración y que son realmente importantes en la economía actual.
Un ejemplo evidente es que cualquiera puede usar un paraguas sin comprar otros productos. Y, sin embargo, esta máxima no se puede aplicar a un coche. Además de carburantes y aceite, requiere de calles y carreteras. De lo contrario carecería de utilidad.
Quizá, por ello, me atrevo a afirmar que el humilde paraguas es un producto autónomo que produce valor para el usuario, con independencia de cualquier otro producto, mientras que el automóvil es un producto dependiente. Algo que, como recordaba Alvin Tofler en El Cambio del Poder, también sucede con una maquinilla de afeitar, una televisión o incluso una percha para la ropa, que presupone un colgador o barra donde colgarla. A estos productos que son un eslabón en un sistema de productos mayor, Tofler los denomina sistemáticos.
A mi juicio, la elección entre concebir productos autónomos o sistemáticos, en esencia, es la misma que la decisión entre desarrollar un producto con un material reciclado, reciclable o sostenible frente a la elección con otro que tenga un mayor impacto ambiental.
Y justamente es de eso, de decisiones y planteamientos personales, con lo que se ha construido el ideario y la filosofía de trabajo de muchos de los diseñadores que empiezan a despuntar hoy en día. Creativos que entiende que un nuevo diseño no es simplemente un cambio estético, sino esencialmente funcional y consciente de su impacto en los diferentes ámbitos de la sociedad. Productos que nos hablan de las elecciones personales de sus autores, algunas de ellas más cercanas a la concepción del paraguas que del coche, otras que buscan caminos alternativos o que redefinen el ecodiseño y el diseño social, pero siempre con un proceso de reflexión que va más allá de la anécdota o la ocurrencia.
Dicen que los paraguas son los seres más olvidados de la creación. Nos los olvidamos en todas partes. Uno entra en una relojería, en una mercería o en un spa, y cuando sale, el paraguas se queda allí. Quizá, esa mala memoria a la que aducen pensadores modernos como Luis Piedrahita, sea la que nos ha llevado a la situación actual.
Pase lo que pase, somos conscientes de que, hoy en día, muchos profesionales –diseñadores, empresarios e instituciones- dan más importancia a las preocupaciones medioambientales que al margen de beneficio, lo que nos mueva a reciclar regularmente materiales, edificios y objetos.
Este cambio de mentalidad, junto con la incorporación de nuevos materiales y procesos basados en el crecimiento sostenible, son el único camino para que la sociedad descrita en Un mundo feliz de Aldous Huxley sea una utopía irónica y ambigua de la humanidad desenfadada, saludable y avanzada tecnológicamente que hemos creído ser. No olvidemos que la mayor ironía es que todas estas cosas se han alcanzado tras eliminar muchas otras. Más info en Articulado o Sanserif.es