Al visitar “Juego Sucio”, exhibición del costarricense José Miguel Rojas en las salas de exposiciones temporales de los Museos del Banco Central –MBCCR-, del 12 junio al 12 octubre 2014, curada por María José Monge, tal y como suele suceder cuando lo observado activa la toma de conciencia donde conocer, relacionar, indagar e intrincar con lo expuesto, pues, si fuera de otra manera, en mi caso personal lo visto no movería en absoluto a escribir reflexión alguna. Tal desafío activa un mapeo de interrogantes acerca de la naturaleza misma del arte; suelo peguntarme ¿qué motiva los cuestionamientos planteados e impregnar con el lenguaje, en este caso, la pintura?, ¿cómo, cuándo y en qué condiciones adquirió esos conocimientos para crecer como artista quien se manifiesta con tal estética?, ¿cuáles fueron los caracteres del entorno en que creció y de donde emergió con una indumentaria suya que le presenta ante una sociedad que lo observa?, ¿de dónde proviene esa visión de un ser humano conmovido, desdibujado hasta la raíz ontológica del ser por las contingencias del diario vivir?
“Autorretrato”, serigrafía, 1994. Foto LFQ.
Al dar mis primeros pasos por las salas expositivas, entre textos, fichas técnicas, y cuadros del eje “Sin eco en otro cuerpo”, el simbolismo de la sensualidad y la sexualidad humana, me engulló en la evocación de una lectura de juventud, donde merodeó aquel bicho kafkiano que aterrorizado se movía por las paredes de la habitación tratando de comprender el por qué de sus extremas condiciones. Ahí mismo, a unos cuantos pasos encontré uno de los cuadros adosado a la pared pintada de rojo escarlata, decisión museográfica quizás para enmarcar la pregunta central de la muestra: ¿por qué él, el pintor, se autorretrata sumido en un espacio silencioso pero emocionalmente activo, desnudo, desarmado ante las vicisitudes e incertidumbres de un ser actuante en una sociedad compleja como la que nos toca vivir en la actualidad?
Los caracteres del juego implican la existencia que discurre en un espacio marcado por el antagonismo –dominador/dominado-, y aunque estemos dispuestos al triunfo ubicados quizás en lo más alto de la rueda de la fortuna, a veces las posiciones se invierten y resultamos perdedores. Dicho lapso vivencial no es nada neutral, ahí coexiste el juego limpio pero también el sucio.
“Soledad, te siento”, óleo sobre tela, 2011. Foto LFQ.
El artista y su propuesta
Conocí a José Miguel Rojas desde la década de los años ochentas del siglo pasado, cuando emergió en el panorama del arte local, y en esos liminares me fue tan borroso como los gestos de algunos de sus personajes de “El rostro de la violencia”, a veces su imagen se me disipaba por completo, pero de pronto, la luz de su personalidad avivaba y crecía con fuerza como lo hace con esta muestra. Sin embargo, puedo afirmar que hasta ahora se quién es y puedo caracterizar y sentir la fuerza de sus retantes propuestas; logro reconocer que gracias a la investigación curatorial y el espacio que el MBCCR le ofrece, hoy valoro las fichas con que emprende y sella el enigma del juego.
“Imágenes del poder”, acrílico sobre tela, 1998. Foto LFQ.
El entorno vivencial donde creció y se formó, es un signo fundamental para intentar la lectura del arte que hoy muestra y sus aportes. Nace en San José, en 1959, en tiempos de enormes remezones en la esfera nacional e internacional, cuando fraguó la Guerra Fría, que influyó en el acomodamiento político-social y cultural de nuestra Costa Rica de la Segunda República, caracterizada por un Estado expansionista; fueron tiempos de amplia factura edilicia, pero también época de reverberación social, que, de alguna manera también aportó al sector cultural la creación del Museo de Arte Costarricense, el Ministerio de Cultura, la GANAC, la Galería Enrique Echandi donde él expuso en los años noventas, también se creó La Galería Nacional y el Museo de Arte y Diseño Contemporáneo.
“Luisa González, Roberto Mata, Armando Morales, José Luis Cuevas, César Vallejo, Pablo Neruda”, óleo, acrílico, carboncillo, betún de judea y tierra sobre tela, 2001. Foto LFQ.
Mientras él crecía, se dieron fundamentales transformación del arte local, con el regreso al país a finales e inicios de los sesentas de artistas del Grupo Ocho, como Felo García, quien introdujo la Abstracción y la pintura Matérica; Manuel de la Cruz González introductor del Constructivismo y la Abstracción Geométrica.
Al estar José Miguel en edad de concluir sus estudios primarios y prepararse para iniciar la secundaria, se experimentó la primer gran sacudida al arte costarricense, cuyos caracteres costumbrista e impronta complaciente subsumían entre pasividad y nada. La Primera Bienal Centroamericana trajo en condición de jurados de la crítica de arte argentino-colombiana Marta Traba, quien abogó por la Nueva Figuración Latinoamericana, además de uno de los principales artistas de aquellas prácticas, el mexicano José Luis Cuevas y a Fernando De Sizyszlo.
Refiero estos acontecimientos pues fueron el entorno social, cultural y político que él conoció y que lo marcaron y, aunque la muestra presenta su producción de los últimos treinta años, su lenguaje ya hervía desde sus andanzas juveniles por aquel San José entre andamios y caracteres de trasformación. De 1973 a 1976 frecuentó la Casa del Artista para comenzar a forjar el gesto manifiesto en su dibujo; de 1978 a 1986 consolidó los estudios de licenciatura en Artes Plásticas de la Universidad de Costa Rica, como también experimentó las nuevas tendencias del arte de los noventas con su estadía entre 1992 y 1995 en Alemania.
“Contraatacando, Cabeza de boxeador”, distintas técnicas, medidas, años. Fotos LFQ.
Repito que las expresiones propias de su sensibilidad, en tanto el artista nunca está aislado de las situaciones vivenciales, y son fortalecidas por sus experiencias de aprendizaje, pero también asimiladas en lo visto, probado, sentido por su pensamiento analítico-deductivo, en tanto vivenció el impacto de la conmoción e intransigencias de las partes actuantes en esta sociedad -que también tematizaron otros jóvenes artistas de su generación (hablo de Manuel Zumbado, Sila Chanto, Miguel Hernández, Priscilla Monge, entre otros)-, y que él cohesionó con los acentos de su visión de mundo, sumado a lo formal e informal que la vida le enseñó de sus referentes estilísticos y conceptuales, leídos en la no linealidad advertida en Juego Sucio: el neofigurativismo, el neoexpresionismo, el pop, las técnicas del informalismo: Bacon con la persistencia del sentido emocional del espacio y los gestos atormentados, angustiados, convulsos, que también evoca a Willen de Kooning, Cobra y Karel Appel, pero también una importante intertextualidad traída del cine y la literatura de pensamiento crítico.
“El festín macabro”, óleo, acrílico y carboncillo sobre tela, 2003-2014. Foto LFQ.
El significado de las pugnas de poder
Evoco, a la distancia de tantos años, un discurso del Presidente José Figueres Ferrer cuando criticaba las estructuras de imposición de los poderosos -los “encorbatados” de anteojos oscuros para José Miguel-, decía don Pepe que éstos nos enseñaron a tener autos, como una figura de estatura social, cuando la gasolina era barata, pero de pronto, acabaron las tensiones Norte Sur, Este y Oeste, ellos tenían que fortalecer la industria automovilística para ocupar a los obreros que antes fabricaron armas, se acabaron los beneficios, el aparato estatal se contrajo, subieron los precios de los hidrocarburos y nos dejaron literalmente “guindando”, o como expresa ese decir popular: “viendo pal techo”, germen de la paradoja por el cual conocimos la estrechez de agudos desbarajustes en la economía planetaria, nuevas guerras y demás tensiones. Fue con ese discurso político que comprendí el asunto de la dominación neohegemónica y la asunción de “los encorbatados”, gerentes de la banca usurera que tanto aprieta a nuestros países por la dependencia no solo de sus eurodólares prestados, sino de sus productos impuestos por los más sofisticados mecanismos de seducción mercantil. ¿Acaso, no es todo esto, lo que anticiparon los artistas de la Nueva Figuración Latinoamericana de los setentas y ochentas que tanto detonó en Centroamérica, tanto como el creciente Conceptualismo de los ochentas, noventas y los dos mil, además del detrimento existencial del individuo ante el cambio de época, el acceso al nuevo milenio, y siempre nuevos instrumentos de dominación activados por la tecnología de punta?
“Flash a la perversidad”, óleo y acrílico sobre papel craft, 2006. Foto LFQ.
Es ahí que comprendo el movimiento del jaque, la idea del combate, ataque y contraataque, táctica, hilo en tensión de los estrategas pintados en distintas técnicas de reinterpretación y reinvención del gesto gráfico o pictórico con otros leguajes, citas e intertextualidad de la historia del arte, el cine, la televisión, los video juegos, la animación, el comic, observados en “Retrato leal de una familia real” 2006, “Flash a la perversidad” también de 2006, una narrativa simbólica que replantea el discurso de las pugnas y vulnerabilidad de una sociedad confrontada, requerida, observada para dar explicación de lo poco o mucho que posea. No está exenta en esta remezón que tematiza Rojas la posición de la religión, la espiritualidad asumida o impuesta que también nos marca en la jugada de perder o ganar. Pero tampoco todo es tensión y violencia en esta muestra, también encontré un ángulo de lo visto con suma poesía en aquella serie de retratos de “Luisa González, Roberto Mata, Armando Morales, José Luis Cuevas, César Vallejo, Pablo Neruda”, óleos, acrílicos, carboncillos, con betún de Judea y tierra sobre tela del 2001.
“Retrato leal de una familia real”, acrílico sobre papel craft, 2006. Foto LFQ.
“El sin nombre”, acrílico, carboncillo y grafito, 2006. Foto LFQ.
Pero, “Soledad, te siento”…
Para acercarme a la pintura de José Miguel y comprender el constructo donde encaja su forma de arte, de ese ser humano afectado por las contingencias e incertidumbres de la cultura de fin e inicio de siglo y milenio: los antagónicos juegos de la creciente globalización, los incisivos juegos de neodominación que tensan los ejes entre sí y tematización del arte y la comunicación de masas: el cuerpo que no soy, el yo soy tu, vinculación, alteridad, otredad, el silencio subjetivo que habla a gritos y detona en la conciencia colectiva como un clamor y emocionalidad punzante hasta lo más recóndito de la psique e identidad humana, me mueve a comprender la naturaleza de la pieza aquella del 2011 –con que introduje este comentario-, que atañe a la psicología social, a las contradicciones en las relaciones de pareja, los conflictos por la inclusividad, o del siempre “fetiche urbano” cuando se predica que aquello que haga me afecta en mi propio nicho u horma, y por ello busca el “útero del mundo” para refugiarse de la gran rata –la hiena en el simbolismo de Rojas-, que roe entre los ductos y tuberías del desarrollo mundial, escurridiza como un boomerang que al tratar de sujetarlo entre nuestras manos hacedoras, también nos golpea.
Salas expositivas. Foto LFQ.