El diseño, igual que el arte, nació gráfico. El grafismo fue el embrión del diseño y surgió gracias a la invención de la imprenta en el Renacimiento que dio vida al humanismo y a la ciencia. Lo que hizo Gutenberg fue fusionar la literatura, el arte y la industria. Unió el libro y la lectura a la obra de artistas gráficos y grabadores. El trabajo técnico fue el vehículo que materializó el proyecto gutenberguiano de la multiplicación del libro y la difusión de la cultura.
La Enciclopédie de Diderot/Alembert tres siglos después, fue el puente del libro de imágenes con el Industrialismo naciente. El objeto de la industria es la producción masiva, la productividad, el mercado, el consumo y el negocio. Good design is good business, es el exitoso eslogan que H. Cole lanzó en Londres en 1849.
El diseño está alineado, desde su inicio, a favor de la producción y paso a paso, al mercado, al consumo y al negocio, con ayuda de la publicidad, el marketing y el aparato mediático de masas. Y en esta línea se quedó el diseño, en vía muerta, pocos años después que la Bauhaus lo había declarado “design” como disciplina proyectual. Parado en esta vía sin salida, el diseño deviene repetitivo y redundante y ha derivado simplemente en una “creatividad variacional” donde todo son variaciones de lo mismo, con la influencia homogeneizante, además, de la tecnológica. ¿Dónde está la innovación? ¿Dónde está la vida?
En este punto, el diseño no puede progresar ni hacer progresar otra cosa que el business. Está claro, y es respetable, que cada profesional elija la vía que quiera. En ésta, la tradicional, hay un medio de vida y un tramado de inercias que ya forma parte del sistema.
Lo que debe saberse es que esa vía del business tiene una alternativa, hay un desvío que lleva a otra parte: la vía del conocimiento. Y uno debería preguntarse ¿cuál es el aporte de mi trabajo a la sociedad?, ¿cómo contribuyo a que mis ideas progresen haciendo progresar a los demás?
Las herramientas de que dispone el diseñador tienen la capacidad única de conectar con los ojos y directamente al cerebro donde se genera la información. El poder de influencia del diseñador puede cambiar comportamientos. Y puede jugar en el campo del consumismo y el business que crea más desigualdad social, o bien en el campo de la educación, la cultura, el civismo, la cooperación, la cultura de paz y el saber práctico que requiere la sociedad del conocimiento.
Esa es la tesis que desarrollo en mi libro Cara a cara con el diseño.
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