La columna de Joan Costa en Experimenta

La columna de Eugenio Vega: Malas compañías, viejas costumbres

“No conocía a las personas adecuadas. Eso es todo lo que quiere decir tener antecedentes penales en un país podrido, infestado de delincuentes” (Raymond Chandler, 1939)

I

Hace unas semanas se cumplieron cincuenta años de la creación del Centro de Diseño de Barcelona (BCD), una iniciativa privada que no contó con el apoyo de ningún organismo oficial (Taranto, 2014, 452). El gobierno de entonces no tenía el menor interés en que surgieran instituciones privadas que escaparan a su control aunque fuera en asuntos menores como el diseño. El BCD fue la culminación de un largo proceso para dar forma a una institución que impulsara el diseño de una manera efectiva. En 1957, Antoni de Moragas, André Ricard, Oriol Bohigas junto a otros arquitectos y diseñadores promovieron la creación del Instituto de Diseño Industrial de Barcelona que no obtuvo reconocimiento por la negativa gubernamental a autorizar su registro: si los profesionales del diseño pretendían defender sus intereses, debían hacerlo en el marco de la Organización Sindical (Giralt-Miracle, 1971, 49).

Ante esta negativa, sus promotores vieron la posibilidad de dar forma a su proyecto amparados en el Fomento de las Artes Decorativas, una organización más tradicional y relativamente tolerada, cosa que consiguieron en 1960 con la creación del ADI FAD. La asociación entraría a formar parte en 1961 del ICSID que se había presentado en Estocolmo un par de años antes (Pinto, 2014, 26) y que, tiempo después, tendría uno de sus congresos en Ibiza. En 1970, gracias a la iniciativa del ADI FAD, se organizó en la sede del Ministerio de la Vivienda en Madrid la primera exposición en un organismo oficial, un acontecimiento tan excepcional que mereció un reportaje en el NO DO (2 de noviembre de 1970).

II

La columna de Eugenio Vega: Malas compañías, viejas costumbres
El Pegaso 6035, diseñado y fabricado por ENASA en 1969, se convirtió en el autobús urbano más utilizado en las ciudades españolas en aquellos años. En la imagen, un modelo articulado circulando por Barcelona en 1976. Fotografía de Miquel Llevat Vallespinosa (CC BY-SA 4.0).

Durante el franquismo, los obstáculos al desarrollo del diseño dieron pie a una imagen idealizada de su actividad y a la idea de que sus practicantes llevaban a cabo una política de oposición al régimen (Narotzky, 2007, 37. La literatura especializada ha contribuido a esa manera de ver las cosas. Alexandre Cirici i Pellicer había afirmaba que “el diseño industrial formaba parte, como todo lo que fuera nacional, o simplemente moderno, de las cosas radicalmente prohibidas por el franquismo” (Cirici, 1984). Unos años después, Isabel Campi escribía que el diseño era una profesión “ignorada por el régimen franquista, siempre receloso ante cualquier actividad de carácter intelectual progresista” (Campi, 1992, 105). 

Al margen de que el franquismo recelara de todo (hasta de los dibujos animados que ponía en la televisión), no hay datos que permitan afirmar que el diseño sea necesariamente una actividad de carácter intelectual progresista, idea claramente vinculada a los mitos del Movimiento Moderno. Como señala Narotzky, “el prolongado mito de los diseñadores como defensores de la democracia, y del diseño como una actividad de oposición, tiene mucho que ver con la percepción de una cualidad vagamente definida, inherente a su ejercicio y a sus resultados” (Narotzky, 207, 38). Incluso en los años de la autarquía, eran reconocibles en España las prácticas del diseño aunque no fueran tenidas en cuenta por las instituciones públicas. Por supuesto, ese desinterés no contribuyó en nada a la economía del país que, a finales de los años cincuenta, estuvo al borde de la suspensión de pagos (Noceda, 2009).

III

Para los tecnócratas que impulsaron el Plan de Estabilización de 1959, el desarrollo económico que siguió a su puesta en marcha “haría posible el incremento del bienestar de sectores cada vez más amplios de la población, y ello aseguraría el consentimiento de buena parte de la sociedad española” (Molinero e Ysás, 2018). Aunque el régimen quería tener en sus manos el control político, la sociedad de consumo contribuyó a una desmovilización que, en el fondo, beneficiaba al mantenimiento del sistema.

En ese contexto debe entenderse la campaña institucional de los XXV Años de Paz que conmemoraba en 1964 el cuarto de siglo transcurrido desde el final de la guerra. La celebración en 1961 del veinticinco aniversario del alzamiento militar de 1936 había mostrado la inconveniencia de insistir en los “orígenes dramáticos” del régimen. En consecuencia, las iniciativas puestas en marcha en 1964 lo fueron en torno a “la paz de Franco que había traído el bienestar económico”.

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Carteles de la campaña XXV años de Paz, con la imagen institucional diseñada por Julián Santamaría, en la calle de una ciudad española en 1964. Fotografía de autor desconocido.

La dimensión de aquella iniciativa cambió en alguna medida las prácticas comunicativas de la época. La colaboración entre el Ministerio de Información y Turismo, la empresa Red y numerosos diseñadores permitió la puesta en marcha de fórmulas hasta entonces poco frecuentes en el ámbito institucional. Las vallas publicitarias, con su rápida rotación (gracias al uso de imágenes impresas) se impusieron a los viejos murales y a los carteles (Díaz del Campo, 2017, 213). Fue también una oportunidad para que diseñadores vinculados al FAD de Barcelona o a Grupo 13 de Madrid participaran en esa campaña, ya fuera con mejor o peor gana (González Solas, 2019). Julián Santamaría ganó el concurso convocado para dar forma a la imagen institucional con un cartel donde varios colores rodeaban la palabra PAZ (Emilio Gil, 2018, 305). Quizá el elemento más relevante de la campaña fueron los paneles diseñados para las exposiciones que se mostraron en muchos municipios. Se trataba de gráficos que comparaban datos de los años de la República o de la posguerra con otros recientes y mostraban (desde la perspectiva del régimen) el progreso del país en ese cuarto de siglo (Díaz del Campo, 2017, 222). Por supuesto, muchos de quienes participaron en todo aquello no compartían las ideas políticas del franquismo, pero no era fácil eludir un compromiso de esa naturaleza, no solo para los diseñadores. 

El Concierto de la Paz, celebrado en junio de 1964, contó con la participación de figuras emergentes de la música española como Cristóbal Halffter o Luis de Pablo. En el palco del auditorio del Ministerio de Información y Turismo, junto al ministro Fraga, se sentaron Carmen Polo y sus altezas reales Juan Carlos y Sofía que escucharon las obras programadas con tanto interés como desconcierto (Fernández-Cid 1964). El Ministerio quiso apoyar la música contemporánea como hizo con la pintura abstracta. Ambas formas de expresión se caracterizaban por un inocuo formalismo que no entraba en colisión con los fundamentos políticos del régimen. La presencia de los artistas de vanguardia representando a España en ferias internacionales contribuyó a blanquear la imagen del franquismo.

La CIA había hecho algo parecido promoviendo manifestaciones como el expresionismo abstracto y la música atonal (Sanders, 2000, 162). En 1946 tuvo lugar, con su apoyo, el primero de los cursos de verano de música en la ciudad alemana de Darmstadt que contó con la presencia de Schönberg, Varese, Stockhausen y Boulez, entre otros (Sanders, 2000, 14). Luis de Pablo sería alumno de esos encuentros en 1959 y Cristóbal Halffter asistiría como ponente en 1970 (Torrijos, 2014).

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Los músicos Luigi Nono y Karlheinz Stockhausen en Darmstad, durante la edición de 1957 del Internationaler Kurs für neue Musik. Fotografía de Seppo Heikinheimo. Imagen de dominio público.

IV

Sin embargo, por mucho esfuerzo que haga el poder para que los ciudadanos no caigan en manos de la subversión (siempre al acecho), lo que no puede ser no puede ser y además es imposible. El Concierto de la Paz fue emitido por Televisión Española en horario de máxima audiencia, pero conforme avanzaba el programa, “el malestar se propagó entre los televidentes que siguieron la retransmisión”, nada acostumbrados a escuchar esa música (San Llorente, 2018, 176). Días después, un telespectador anónimo escribió al Ministerio protestando por lo que, en su opinión, era obra de “una orquesta de gamberros o de locos que se habían escapado de un manicomio” (Contreras, 2011, 24).

Referencias

Campi, Isabel (1992) Què és el disseny? Barcelona, Columna Edicions.

Cirici, Alexandre (1984) “Cataluña en la historia del diseño industrial”, en El diseño en España: Antecedentes históricos y realidad actual. Barcelona, Ministerio de Industria, ADP BCD FAD.

Contreras, Igor (2011) “El Concierto de la Paz. Tres encargos estatales para celebrar el 25 aniversario del franquismo”, documento presentado en la Fundación Ortega Marañón, Madrid.

Díaz del Campo, Ramón Vicente (2017) “Nuevos relatos del Régimen: Carteles para XXV Años de Paz”, en Castro, Asunción y Julián Díaz. XXV Años de Paz franquista. Sociedad y cultura en España hacia 1964. Madrid, Silex.

Fernández-Cid. Antonio (1964) “Concierto de la Paz en el Teatro del Ministerio de Información y Turismo”, en Informaciones, 17 de junio de 1964.

Gil, Emilio (2018) Pioneros del diseño gráfico en España. Madrid, Experimenta Libros.

Giralt-Miracle, Daniel (1971) “El diseño industrial en Cataluña”, en Quaderns d’arquitectura i urbanisme, nº 82, número especial dedicado al ICSID Ibiza II.

Gil, Emilio (2018) Pioneros del diseño gráfico en España. Madrid, Experimenta Libros.

González Solas, Javier (2019) Grupo 13. Publicidad entre el arte y el diseño. Madrid, Experimenta Libros.

Narotzky, Viviana (2007) La Barcelona del diseño. Barcelona, Santa & Cole.

Noceda, Miguel Ángel (2009) “Los brotes verdes del 59”, en El País, 26 de julio de 2009.

Pinto, Josep María (2014) Elisava desde 1961. Barcelona, Elisava.

San Llorente, Inés (2018) Música y política en la España del desarrollismo (1962-1979), tesis presentada en la Universidad de Castilla La Mancha.

Saunders, Frances Stonor (2000) The CIA and the World of Arts and Letters. Nueva York, The New Press.

Torrijos, Pedro (2014) “Franco, la CIA y el Concierto de la Paz”, en Jot Down, 3 de diciembre de 2014.

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