Amor por los procesos y el detalle
Para Nada Quenzel, el sombrero tiene que adaptarse a la persona, resaltar su personalidad, y no al revés. Eso es lo primero que nos cuenta esta diseñadora/artesana, más precisamente sombrerera contemporánea, desde el nuevo espacio que está preparando para inaugurar los primeros días de abril (del 5 al 7) en el corazón de Prenzlauer Berg, uno de los barrios más trendys de Berlín.
Un aprendizaje que viene incorporando hace años mixturando todos sus saberes. Primero como diseñadora de producto de la Escuela de Artes Aplicadas de Wismar-Heiligendamm (heredera de muchas de las buenas prácticas como el culto a la artesanía de la Bauhaus) y experta en fotografía digital y retratista. Estudios a los que luego, cuando quiso volver a conectar con el trabajo manual, sumara los realizados junto a maestros artesanos del oficio sombrerero.
“Luego de años de dedicarme a la fotografía digital necesité volver al contacto con los materiales. Y de alguna manera los sombreros me permiten seguir trabajando con los rostros de las personas, ya que desde que empecé, más allá de las técnicas o materiales, busco que cada cual exprese su propia personalidad a través de mis diseños que son hechos uno a uno a mano. El sombrero para mí no es un disfraz. Tiene que amalgamarse y resaltar la personalidad. Porque también es cierto que cuando uno los usa, cambia hasta la actitud corporal”, adelanta.
Los suyos, además de una factura exquisita, juegan con las formas del ala o viseras, superposiciones o pliegues, detalles como orejeras cuando uno menos lo espera y cortes que los hacen super originales. Además de nobles materiales como el fieltro para invierno y el sisal o hilo de papel, entre otros, para el verano.
Amor por los procesos y el detalle. Eso es lo que se palpita en su estudio a cada paso donde se apilan los bellos moldes de madera y herramientas del oficio que renueva día a día desde su propuesta contemporánea.