Si tú estás en un laberinto, todo lo que te pasa, lo que sientes, respiras, piensas y haces; cada intento, cada decisión están inevitablemente determinados por ese laberinto. Su estructura se impone sobre tu comportamiento. No puedes abstraerte de esta situación, ni pensar en otra cosa ajena a esa cárcel provisional.
¿Sabes de qué modo, en un instante, descubrirás la salida de ese laberinto? Viéndolo desde un helicóptero. Ahora lo estás viendo: 1) desde fuera, 2) todo de una vez, y 3) en su contexto. Los tres puntos son necesarios para comprender.
El eterno debate sobre el diseño gráfico es un debate entre laberintos iguales. Es el fenómeno individual a escala colectiva. Laberintos conectados por palabras. Lo que circula extraviado por sus pasillos son palabras, conceptos. Que están determinados asimismo por la estructura laberíntica compartida. Círculo vicioso.
Tú me dirás que en el laberinto no hay helicópteros. Cierto. Pero el pensamiento puede volar. Deja que emprenda el vuelo. A la salida encontrarás las respuestas. No dentro.
Fuera del laberinto de las palabras, todo es diferente (punto 1). Se ve en su totalidad, no solo lo que dicen las palabras (punto 2). Y en su contexto, no aislado del mundo, desde la sociedad a la que tu trabajo se dirige (punto 3). Insertarte en ese contexto es ver y sentir el diseño ¡en la vida!
Hace falta una visión sociológica, sino social, del diseño. Tus relaciones con la sociedad a través del diseño. Qué hacen las personas con tu diseño. Ver que tu trabajo se integra en el flujo de la vida cotidiana. Descubrir el “campo de libertad” de tus destinatarios. Recuerda que aceptamos los mensajes en la medida que podemos rechazarlos. ¿Qué pasa realmente con tus diseños?