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La columna de Joan Costa en Experimenta. Hoy: Kitsch

La columna de Joan Costa en Experimenta. Hoy: Info-grafía

La columna de Joan Costa en Experimenta.

Kitsch es el anti-arte. La universal y resplandeciente mediocridad. Un movimiento que barre el planeta, desde los castillos de Luis de Baviera hasta los supermercados de Hong Kong y Disneyworld. Todo un repertorio estético de la vieja civilización burguesa que el barroquismo y el tecnokitsch actual visten constantemente con nuevas formas.

La palabra Kitsch define un concepto universal, familiar, importante. Corresponde a una función social, a una época de la génesis estética, a un estilo de ausencia de estilo, a una función de “confort artístico” sobreañadido a las funciones tradicionales de la arquitectura, los objetos y las actividades rituales sociales.

El término Kitsch aparece en el sentido moderno en Munich hacia 1860.
Es una palabra muy familiar para el alemán del sur: kitschen es chapucear, y en particular hacer muebles nuevos con muebles viejos; verkischen es endosar bajo mano, hacer una cosa por otra; dar gato por liebre. Existe aquí un pensamiento ético subalterno, una negación de lo auténtico.

Kitsch es felicidad, el placer fácil de la vida cotidiana que culmina en la madera pintada imitando el mármol, el conglomerado pintado imitando la madera noble, las chimeneas con falso fuego en el salón, el césped de plástico, los enanitos con sus farolillos en el jardín junto a las venus y los carritos con flores, Sissí, el museo de las figuras de cera, “Los diez mandamientos” de Cécil B-de Mille, el mundo Barbie, los raíles pintados de oro de las inauguraciones de las estaciones australianas, los cepillos de dientes musicales eléctricos o el templo barcelonés de la Sagrada Familia.

Omnipresente en todas las sociedades de la abundancia, nada escapa a la influencia Kitsch: ni el arte religioso ni la decoración, la música, la literatura, la arquitectura, el teatro, las teleseries y los reality shows, la publicidad, los gadgets y los souvenirs turísticos, los poswagnerianos y el “arte total”, la tauromaquia, el tecnokitsch cinematográfico, el pornokitsch, el kitsch erótico, político, religioso, sentimental y el diseño, por supuesto. “En todo arte hay una gota de Kitsch” (Broch).

Tres grandes y célebres amigos definen el Kitsch como: “El arte de la mediocridad” (Abraham Moles), “Basura reciclada” (Vilém Flusser), “El arte del mal gusto” (Gillo Dorfles).

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