Abogamos por una señalética transparente, que cumpla con sus funciones orientativas e informativas sin destruir el paisaje e integrándose discretamente en el entorno.
Revisando archivos recupero unas notas sobre experiencias en señalética con motivo de la reunificación de Alemania a finales del siglo pasado, y en el caso de la Ciudad internacional de Lyon. Contienen ideas todavía pertinentes.
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Después de la caída del muro de Berlín en 1989, la constitución de una sola red de transportes públicos exigió la renovación total del mapa, de los talonarios de tickets y de las tarjetas de viajero, así como los colores de los buses, la indumentaria de los empleados, e incluso los trayectos de los autobuses. El sistema de señales urbano y vial fue otro de los elementos importantes incluidos en el programa.
La señalización urbana se extiende en las rutas periféricas peatonales y automovilísticas hacia los espacios público y privado. Junto con los aeropuertos, el sistema señalético debe continuarse con los ferrocarriles y sus estaciones, los hospitales, museos, espacios deportivos y parques públicos, considerados todos ellos como lugares de paso y como identidad del lugar, que a la vez son componentes de la imagen nacional.
La señalética alcanza todo su sentido y eficacia cuando reúne el urbanista, el paisajista, el arquitecto, el sociólogo y el diseñador en los grandes proyectos.
Y toma en cuenta, además, todo el conjunto proyectado en una identidad visual bien evidente que contribuye a la singularización del espacio en cuestión.
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En la Ciudad internacional de Lyon (que agrupa el Palacio de Congresos, Museo del Arte Contemporáneo, oficinas y comercios) el paso de la señalización vial tradicional a la de la Ciudad es realmente destacable.
El sistema se acentúa con el marcaje en el suelo de los aparcamientos, ya no constituido por cifras y letras sino por palabras y juegos de palabras, más fáciles de memorizar. En Lyon, explicaba Ruedi Baur, se eligieron deliberadamente los textos más pequeños de lo normal para “hacer bajar la voz” y suscitar una cierta calma.
El arquitecto del conjunto, Renzo Piano, pidió que el grafismo “aporte vitalidad a un espacio demasiado coherente” y que procure a ese espacio una “temporalidad”. Esta vez la colaboración del arquitecto y el diseñador se continuó del espacio público al privado, hasta las 15 salas del multiplex “gracias a la flexibilidad del programa señalético que permite su diferenciación”.
Ante el flujo de los visitantes, incluso los santuarios de los parques nacionales tienen necesidad de la mediación de los signos. La problemática de los parques nacionales es contradictoria, pues hay que preservarlos y a la vez hacerlos compartir, como en los museos y las obras de arte.
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Señalizar es orientar, acompañar y guiar discretamente al usuario. Proponerle un mundo de varias velocidades, varios niveles de lectura y de información.
El usuario no busca su camino sino los signos que lo indican.