La teleacción no es un concepto nuevo, pero se ha puesto de actualidad por insertarse en la vida del homo faber, el hombre y la mujer que fabrican algo. Ya teníamos la televisión para la comunicación de la información a distancia, la teleconferencia y la telepresencia en el interfaz a distancia de los estudiantes y el profesor. Si no hubiera sido por la pandemia, no tendríamos teletrabajo (la bestia negra de los burócratas y los controllers). El teletrabajo es un subproducto de la teleacción. Es la fuerza de las cosas, amigos, que es diferente de la fuerza de las leyes.
Y que ha venido para quedarse.
La teleacción acaba de reafirmar la posición de la comunicación dentro de las ciencias de la acción, tal como llevo años predicando. No hay contradicción alguna en el hecho de que la comunicación esté enraizada en las ciencias de la naturaleza y en las ciencias humanas y sociales y, al mismo tiempo, en las ciencias de la acción. De hecho, la comunicación es un modo de acción. La síntesis ha sido la fusión de la sociología de la comunicación y la tecnología de la comunicación. Ambas se ocupan del contacto, la accesibilidad y la duración del mismo y, a la vez, de intercambiar información.
Teleacción es un concepto emergente de la idea de autómata teledirigido. Si la técnica de las telecomunicaciones extiende nuestros sentidos hasta los extremos del mundo (N. Wiener), el telecomando de las máquinas a distancia introduce filosóficamente el nuevo concepto de teleacción.
Un ejemplo simple de teleacción es el micromanipulador en el cual el operador de microbiología hace manipular, por medio de un aparato a su escala, útiles microscópicos que actúan sobre una célula demasiado pequeña para estar en su dominio de acción y situado en la platina de un microscopio. Otro ejemplo, espectacular, es todo el conjunto de los comportamientos de una pala automática situada en un módulo lunar que extrae muestras del suelo bajo el telecomando de individuos que se encuentran a 400.000 km de allí.
La ley de comunicación estadística de Zipf que postula que las relaciones entre dos grupos humanos son proporcionales al producto de su número e inversamente proporcionales a la distancia que los separa, ha sido cuestionada, pues la distancia como factor regulador de transacciones ya no interviene. Y lo mismo puede decirse de la ley proxémica, la ciencia humana de los fenómenos próximos por oposición a los fenómenos distantes.