El futuro del diseño no está en el diseño mismo ni en sus herramientas. Ténganlo bien claro. Está en lo que los diseñadores sean capaces de aportar a la sociedad, al bien común, la educación, la cultura, el conocimiento. Y ya no más a la sociedad robotizada del consumismo y del espectáculo. ¿O es que no vamos a sacar ninguna enseñanza del covid?
Un vistazo rápido. El diseño gráfico e industrial nació con los artistas del Renacimiento, como Durero y Leonardo da Vinci. Con la Bauhaus derivaron de arte a oficio. Después pasarían a las manos de ingenieros y programadores: los artistas habían devenido operadores, es decir, funcionarios de sus aparatos. Ahora, el futuro del diseño no está en los artistas sino en los activistas. El arte ha desaparecido, solo quedan las formas. “El Roto” lo confirma con su dibujo sobre Arco: “No hay contenido para tanta imagen”.
Greta y Banksy constituyen el nuevo paradigma. Ella con la palabra, él con la imagen, los dos únicos lenguajes innatos con los que podemos expresarnos. Despiertan a los jóvenes y a la sociedad y golpean las conciencias de quienes pueden cambiar el mundo, pero no tienen el arrojo necesario. También ellos están supeditados a poderes siempre más arriba.
Por esta estructura del Poder en sucesivas jerarquías verticales, el cambio necesario no depende individualmente de diseñadores, docentes, estudiosos y estudiantes. Depende de los poderes científico y mediático. Greta y Banksy han sabido conectar con ellos. Y este es su éxito.
La ambición del diseño no ha de ser imitarles a ellos sino tomar su senda y construir vínculos con el mundo de la cultura, la educación y el conocimiento. Para ello deben ayudar las instituciones universitaria, museística, científica, cultural. El lenguaje gráfico es universal y es el único con capacidad de generar y transmitir conocimiento. Ya lo he dicho en mi libro Cara a cara con el diseño: “No solo hay que cambiar la mentalidad sino también de clientes”. Ahí está el futuro.
Cuando los diseñadores y profesionales de la comunicación visual, ayudados por las instituciones académicas, educativas y sociales, consigan convencer a los Gobiernos y sus ministros de ciencia, educación, cultura, información urbana y a las administraciones públicas de que el único sistema de producir y transmitir información útil al gran público es el lenguaje visual, entonces, los diseñadores formarán parte de los equipos de científicos, médicos, investigadores, tecnólogos y grupos de innovación social.
Dediquemos ahora unas palabras a Banksy, el artista callejero más célebre del planeta. Algunos lo critican: “Banksy es un personaje contradictorio. Por un lado critica con su obra el capitalismo, la política, la justicia y la religión, además de las crisis migratorias y climáticas. Por otro, vende sus obras a precios desorbitados, lo más reaccionario para un artista alternativo que ha acabado fagocitado por sistema que critica”, pudimos leer en El País.
El mismo día, Teresa Sesé escribía en La Vanguardia que en verano de 2020, en plena pandemia, Banksy financió un barco de rescate de refugiados, el Louise Michel, que zarpó en secreto desde el puerto valenciano de Burriana. La tripulación estaba capitaneada por la activista alemana Pia Klemp, quien un año antes recibió un inusual mensaje: “Soy un artista del Reino Unido y he hecho algunos trabajos sobre la crisis migratoria, objetivamente no puedo quedarme con el dinero. ¿Podrías usarlo para comprar un barco nuevo o algo así? Por favor, házmelo saber”.
Tal como explica el mismo Banksy en su libro Wall and Piece, durante su estancia en Barcelona se coló de madrugada en el recinto del zoo. Fue sorprendido en la jaula de las jirafas, sin haber podido escribir la frase que un amigo le había traducido al castellano y que él perdió por el camino: “Ríete ahora, pero algún día estaremos al mando”. La actual exposición de su obra en el Museo del Diseño de Barcelona está siendo el acontecimiento del año. Felicitaciones a su directora.
En cuanto a lo de vender sus obras a precios desorbitados, digamos simplemente que una foto de Jean Michel Basquiat, tomada por Andy Warhol fue adjudicada en subasta por 40 millones de dólares. No es Banksy ni es el arte: es la economía especulativa en manos de la estupidez humana. Está bien que Banksy entregue ese dinero para hacer lo que no hace la economía ni la política. Esa es la meta del diseño, precisamente.
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