El cerebro tiene una actividad constante y fundamental de la que no somos conscientes. Hace su trabajo con una persistencia imparable.
Una de esas actividades que le es propia y exclusiva es la de asociar, comparar, relacionar, disociar y recordar todo aquello que procesa. Silencio: está elaborando la trama de nuestro comportamiento.
Cuando tal actividad se nos hace consciente estimulados por un elemento disparador como el choque de una imagen sorprendente, por ejemplo, el placer de dejarse llevar por los movimientos de la imaginación es un juego, un goce del espíritu. Una idea lleva a otra, y esa a otra y así surge un estallido, una suave explosión de constelaciones mentales. Imaginación.
La experiencia más frecuente de este juego de la mente es visual. Es la fuerza de lo evidente. En el trasfondo de ese signo está el símbolo -que es la base del pensamiento- y asimismo, la metáfora -que es, como la analogía, la base de la comprensión lógica intuitiva-. Un sustrato tan generador y creativo que supera los límites de lo visual y penetra en lo imaginario. Las metáforas visuales enlazan con las metáforas verbales.
Por ejemplo, la poesía visual enlaza con el surrealismo, éste con las imágenes imposibles y éstas con las metáforas verbales. Todas ellas comparten la misma naturaleza.
Aterricemos a las cosas. La revista El País Semanal publicaba hace poco una excelente muestra de las metáforas fotográficas de Javier Jaén. Fijarse en ellas una tras otra despierta un mundo de sugerencias. Cada imagen es una explosión de creatividad que desencadena asociaciones. Esta “A” gigante donde una lupa revela la textura íntima de la forma, conecta con la poesía visual de Joan Brossa. Esas gafas para cuatro ojos, ese puño cerrado con siete dedos o esta cafetera forzuda con dos asas invertidas enlazan con los objetos imposibles de Carelman y con la plancha con clavos de Man Ray. Y por la vía de esa escalera que no va a ninguna parte, hacia la abstracción. Jaén nos acerca a las figuras imposibles de Yturralde.
Pero a la vez que ese juego se multiplica, pasa de la fotografía al collage y de éste al pensamiento, y ahí conecta con las metáforas verbales con aroma surrealista. Eugène Ionesco, por ejemplo: “Acariciad un círculo y se volverá vicioso”. Esas palabras construyen una imagen, invitan a imaginar una mano cariñosa con un círculo: naturaleza y geometría. Imaginar es producir y combinar imágenes mentales.
Estas divagaciones no son “comparaciones odiosas”. Al contrario, son un elogio a la capacidad innata de asociar y relacionar ideas y cosas dispares. Es como tejer con ellas analogías y metáforas del pensamiento simbólico, por el simple placer de hacerlo. Esa es la esencia del juego: jugar por jugar. Una de las fuentes de la inteligencia creativa.
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