La pintura del Renacimiento soñaba con ser una ventana abierta (Alberti), o sea que un cuadro sería un agujero en la pared, en lugar de una superficie plana colgada en la pared. ¡Tan realista se quería el arte!
La obsesión por la imitación de las apariencias de la realidad era el gran debate de los artistas de la época.
Existe en el otro lado, frente a la obra, la actitud espectadora. La que contempla la escena como un espectáculo que le es servido por el cuadro. Esta actitud es la misma para el sujeto pictórico que para el sujeto escénico. El primer punto de vista, el más corriente, considera la obra pintada como una ventana por la que sería ofrecido un espectáculo, real como el Ángelus de Millet, o imaginario como las escenas del Bosco.
A través del rectángulo del cuadro vemos extenderse un paisaje o encerrarse en un interior. La obra pictórica libera entonces un “sujeto escénico”: el relato, la acción representada. Sujeto que ya está animado en sus contenidos y en su presentación por una intención especial, una tendencia propia del arte.
Pero la irrupción de la perspectiva geométrica en la pintura cambió la metáfora de la ventana en 2D para ser más realista, y así la sustituye el cubo en 3D. La escena representada en el cuadro era entonces concebida como un escenario, espacio acotado en el cual las figuras se distribuyen escalonadamente. Así, los objetos más cercanos al espectador son de mayor tamaño que los más distantes. La ilusión de profundidad y cercanía procede de la ilusión del cubo, el escenario tridimensional ficticio en el cual tiene lugar la escena.
De hecho, la representación en perspectiva había empezado con los decorados teatrales. Y una técnica depurada trataba de “perspectiva acelerada” para representar espacios profundos, y de “perspectiva ralentizada” para espacios curvados.
Después aparecieron las “perspectivas secretas” y las “perspectivas depravadas” de la Anamorfosis. Imágenes “deformadas para ser bellas”, se decía, pero en realidad eran ficciones, como las salas de espejos donde se ocultaban información camuflada y escenas eróticas invisibles a simple vista.
Jacques Lacan ha llamado a ese espectáculo un poco esotéricamente, el “estadio del espejo”, donde se descubre nuestro carácter humano de no ser jamás nuestro cuerpo pero sin dejar de proyectarnos en dobles especulares.
Tercer acto
La última hazaña tecnológica ha sido el paso que va de la escenificación de la pintura renacentista a la espectacularización de la pintura impresionista y modernista. En efecto, uno de los mejores diagnósticos del funcionamiento del orden simbólico de nuestro tiempo proviene del filósofo francés Guy Débord, quien lo presentó en su libro que marcó una nueva época, La sociedad del espectáculo (1967). Esta introducción viene a cuenta de la exposición-aplicación de la obra de Gustav Klimt: “La experiencia inmersiva“
El espectador ya no está frente a la obra, fuera de ella, ni ante una ventana o mirando un falso cubo. Ahora, el espectador está dentro mismo de la obra. El Centro de Artes Digitales Ideal, de Barcelona, invita a los espectadores a sumergirse en la vibrante Viena del cambio de siglo para vivir en primera persona la evolución de la obra de Klimt y de su mundo.
La obra del artista ha sido desmenuzada en bits, reelaborada en píxels y programada, convirtiéndola en el contenedor inmaterial de sus espectadores humanos. La tecnología digital deconstruye y desarticula la obra bidimensional en los morfemas de una espectacularización insólita. Una reconfiguración en un entorno envolvente y en movimiento de formas y sonidos, donde se pierde la esencia de la obra, pero se gana en espectáculo.
Si en el siglo XV se miraba la pintura como quien se asoma a una ventana que da a un paisaje congelado, y si después la ventana cambió por una especie de teatrino con figuras dispuestas como en un tablero de ajedrez dentro de un cubo, el último acto de esta efemérides tecnológica convierte la obra misma en un entorno inmaterial, un cubo contenedor de espectadores fascinados.
Hegel se había anticipado: “El arte ha desaparecido. Sólo quedan las formas”.
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