Creíamos haber llegado a la última etapa de esta mala racha de sucesiones desgraciadas, pero ha culminado desdichadamente con el peor final, la guerra.
Esta última crisis ha coincidido con la celebración de las fallas en Valencia. En el ambiente me pareció percibir una alegría contenida, con cierta desconfianza, pero con ganas enormes de vivir las fiestas y un deseo de expresarlas a pesar del mal tiempo, excepcional en este mes marzo.
Les mascletaes, la nit del foc, la cremá, el fuego, la belleza se alían en la consumación de las fallas, huecas pantomimas de lo que no ha gustado: el covid, las danas, el volcán de la Palma, las tecnologías invasivas, el cambio climático, tragedias político- domésticas, los medios intencionadamente maquiavélicos… que el fuego reducirá a cenizas, así el ave Fenix investido de poliestireno expandido, renacerá nuevo.
Un ambiente trágico-cómico, monumental, en donde el fuego es el verdadero protagonista, impulso de esta fiesta. Viendo la retransmisión de la cremá en directo en la tele, comentaba el locutor que este fuego de fiesta proclamaba la esperanza, como creador de futuro, de vida. La paradoja es que al mismo tiempo el fuego de la guerra en Ucrania era de destrucción sin esperanza.
Sustancialmente, el fuego de la fiesta es el mismo que el de la guerra, pero lo que cambia es el uso: la intencionalidad, los objetivos, los artefactos que se diseñan serán los idóneos y distintos para los objetivos de la fiesta o de la guerra. Reflexionando me vino a la memoria el libro “Filosofía del diseño” de Vilém Flusser, me acordé de dos ensayos incluidos en esta obra sobre la “Ética del diseño” y “La guerra y el estado de las cosas”.
V.Fluseer empieza citando a Goethe en cuanto a lo que debe aspirar el ser humano, y aconseja que sea “noble, generoso y bueno». Parafraseándolo y llevándolo a nuestro presente, sería difícil considerar que este consejo fuera leído por Putin o Zelenski ante los soldados o los habitantes de Mariúpol. Por el contrario, sí valdría para los que hacen las labores humanitarias con los que huyen, fugitivos de la guerra. V.Flusser considera entonces:
Sí que podemos intentar actualizar las cualidades enumeradas en la sentencia. En lugar de «noble» podríamos decir «elegante», y, en lugar de «servicial», algo así como «amable con el usuario». La dificultad, por cierto, estribaría en transponer la palabra «bueno» a este fin de siglo (final del siglo XX).
V. Flusser en su libro, los ensayos “La guerra y el estado de las cosas” y «¿Ética en el diseño industrial?», manifiesta la dificultad de reubicar la palabra bueno referida al diseño industrial hoy: «El diseñador ha de ser elegante, amable con el usuario y bueno”, pero intentaría lanzar el mensaje leído entre líneas, siendo: “bueno, pero probablemente dificultoso”.
Según puede leerse a través de Google, el fuego es la emisión de luz y calor producida por la combustión de una materia: “hay fuego en el bosque”, “materia que está ardiendo con llama o con brasa”, “enciende el fuego de la chimenea”. Añado el fuego enemigo de la guerra y, su contrario, el fuego de las fiestas, por ejemplo el de las fiestas falleras.
Si consideramos la pirotecnia vinculada con el fuego, como una profesión de contenido científico, técnico, pero además también creativa, creo que podríamos definirla como designativo del diseño e incluso me atrevería a calificarla como Diseño Industrial.
Volviendo a la frase de V. Flusser –el diseñador ha de ser elegante, amable con el usuario y bueno-, en lo referido al diseño pirotécnico, quiere decir una cadencia elegante en los fuegos artificiales, excepcional, pero sin llegar a ser reiterativo, confuso (según Fluseer, noble). Este profesional ha de ser amable con el usuario, referido a quienes lo manipulan o preparan los fuegos artificiales. Habrá de ser cómodo para quien lo maneja con conocimientos previos. Su objetivo esencial sería producir experiencias estéticas.
Siguiendo con Flusser “la bondad, lo bueno, específicamente, es problemático”. Supongamos que el pirotécnico proyecte un artefacto diseñado ex profeso e implementando un efecto en los fuegos artificiales con el objetivo de producir una percepción sublime, pero a la vez podría ser arriesgado para los espectadores. Podríamos decir que si alcanza su objetivo, diríamos que es bueno e incluso considerando sus riesgos. Así pues quizá haya que formular la sentencia de una manera un tanto diferente «¿El ser humano ha de ser noble, servicial y bueno, pero tan, tan bueno tampoco tiene por qué serlo?».
Pensemos en el fuego de la guerra, producido por el armamento, artefactos. A este respecto Flusser lo define desde un sentido absoluto (una vez más): “El diseñador ha de ser elegante, amable con el usuario y bueno”. Particularizándolo no cabe duda que los diseñadores de estos objetos bélicos son profesionales, buenos, eficientes, e incluso pueden proporcionar experiencias estéticas, produciendo sentimientos sublimes (desfiles, exhibiciones mediante videos en los medios). Estos artefactos bélicos complejos se ajustan, optimizan desde el diseño en la UX (experiencia de usuario) y la UI (interfaz de usuario) y en un todo articulado entre construcción, estructura y producción, hacia un uso funcional y una manejabilidad automática entre usuario – máquina – artefacto. De esto se desprende que el diseñador es amable, bueno con el usuario (con quien las usa). Volviendo a Flusser:
Tampoco hay duda de que son gente (los diseñadores, ingenieros) extremadamente servicial: si bien los misiles son sistemas complejos, son tan agradables que incluso unos semianalfabetos, imberbes… puedan utilizarlos. Con todo, se puede ser de la opinión que los diseñadores de los misiles son demasiado buenos tipos, pues dichos objetos no sólo matan bien (lo que, por otra parte, se supone que deben hacer), sino que también provocan el lanzamiento de otros misiles, que terminan matando a los usuarios de los primeros.
El resultado es la competencia entre las industrias armamentísticas, en donde se buscan productos competitivos que maten mejor. Expresado desde nuestra conciencia, la objeción es que plantea –como es evidente- un problema ético, moral en la profesión del diseño.
Una solución absoluta, para el diseñador con conciencia, sería proyectar objetos desde una posibilidad intencionada: menos bien de lo que se puede, dividiendo el diseño entre lo infame y cómodo, efectico, o la santidad y la incomodidad. Podríamos decir que una silla es incomoda y que una interface no es entendida, pero también que los misiles tienden a explotar en el aire. Vilém Flluser hace una crítica del buenismo transfigurado del diseño en un wonder world, aunque todo objeto depende del uso que se le dé, por ejemplo, un abre cartas se pueda utilizar como el arma del asesino. Pero un misil no, este va a lo que va, a destruir, matar. Y afirma el autor:
No puede haber un diseñador que diseñe mal por pura bondad, porque incluso la intención de diseñar mal es funcional, y no pura. Así pues, cuando un diseñador sostiene que él diseña únicamente aquellos objetos que corresponden a su idea de bien puro (a los valores eternos, etc.), está en un error.
A mí me gustaría un misil que explotara en el cielo, y además que los pirotécnicos hicieran cohetes, como lo hizo el científico George Hamilton, un cohete para las fiestas en la película “Calabuch”, en un pueblecito Mediterráneo, resultando ser el mejor cohete de la comarca. Convertir el fuego de guerra en fuego de fiesta. Pero esto es soñar, seguramente, con un wonder world.
Citas
Flusser, Vilém , Filosofía del Diseño, ed. Síntesis España. (2002).
Berlanga García, Luis, Calabuch, película 1956, España