Allá en los años setenta, un domingo por la tarde, desprovisto de toda expectativa, el ambiente y mi ánimo eran gris, pasando el tiempo, viendo en la televisión imágenes en blanco y negro en donde se alternaban personajes como Laura Valenzuela, Matías Prats, Toni Leblanc o los anuncios como “Fundador….está como nunca…». Creía que la tarde ya estaba perdida, así que decidí cambiar al U.H.F, una decisión que modificó mi vida. Tuve la suerte de que emitieran un reportaje del diseñador Tappio Wirkkala.
Lo que me conmovió del reportaje de Tappio fue su destreza. El respeto con que trataba el material de sus futuros productos. En sus proyectos indagaba y experimentaba con los procesos de producción para entender las posibilidades del vidrio, intentando que sus productos se invistieran de las mismas transparencias, de movimientos, ondas, corrientes, que expresaban las aguas de los lagos de Laponia. Fue el día que entendí que tenía que dedicarme al Diseño y, también, que la poesía no estaba muy lejos del quehacer de este humilde y laborioso diseñador.
Del mismo modo sucedía con la escuela Bauhaus la que, desde consideraciones estético-expresivas, indagaba la evolución del artesanado para encontrar una lógica en la que procesos industriales aún embrionarios sirvieran para producir objetos destinados al espacio doméstico.
Este carácter de exploración, experimentación de prueba o tanteo, fue en parte la génesis de la sistematización de los nuevos procedimientos en la fabricación industrial de los productos. Esta dinámica se repite continuamente, y se ve con claridad en las concepciones realizadas en los talleres de la Bauhaus. Aunque tuvieron un carácter didáctico, se concibieron productos y prototipos que posteriormente, propuestos a la industria de Dessau, fueron paradigmáticos en la teoría y práctica del diseño. La realización de estos prototipos en los talleres de la Bauhaus, realizados desde la experimentación y el ensayo, intentaban inquirir, comprobar, proporcionar un lenguaje formal que pudiera ser comprensible, bien declinando, hacia los nuevos procesos industriales, basados en una producción técnico-artesanal o técnico-industrial. La investigación proyectual aplicada experimentalmente en los talleres de metales de la Bauhaus “probaba, tanteaba” nuevas soluciones iniciadoras de procedimientos en la producción del producto.
Del mismo modo que Alvar Aalto, desde la necesidad, buscaba un lenguaje formal, estructural-constructivo que estuviera de acuerdo con la arquitectura que realizaba, asumible por los lenguajes proporcionados por el diseño del mueble escandinavo, traducido y derivado desde la madera laminada o el contrachapado. Aalto conocía este material ya utilizado en la construcción de esquís, había varios antecedentes en uso de este material recordado por De Fusco, experimentado y patentado por Isaac Cole.
En cierto sentido, Aalto entiende la potencialidad de este material, traducido en un principio a las aplicaciones arquitectónicas, particularmente en la biblioteca de Vipuri, en el sanatorio de Paimio o en la villa Mairea. El uso del contrachapado, por sus características de obtención desde las serrerías, puede cubrir espacios con superficies curvas o continuas obtenidas del corte de la especie conífera del abedul finlandés. Lo que está claro es que el germen de la obra de Aalto no hubiera sido posible sin su capacidad de experimentación e investigación.
El diseñador lanza propuestas desde conceptualizaciones basadas en la necesidad de encontrar soluciones a carencias, aspiraciones o anhelos, buscando acuerdos desde todo tipo de limitaciones y contextos, pretendiendo, finalmente, hacer realidad una imagen: el objeto producto, sistema que aspira a ser fabricado y finalmente entendido, participado el proyecto desde una coordinación efectiva y eficiente por los expertos que intervienen en su desarrollo. El acuerdo, la relación, el consenso, las prescripciones, las limitaciones, la ilusión, el desengaño o las emociones y, finalmente, la búsqueda de soluciones parciales, potencialmente acordadas por el diseño, intentan alcanzar los objetivos propuestos.
Entender solo el diseño hacia la consecución desde criterios conceptuales e inscritos en la virtualidad no estaría, creo, en la intención de la práctica profesional del diseño de productos. Necesariamente está comprometido con la materialidad, que intenta hacerla realidad desde la fruición efectiva, afectiva, sentida. El diseñador, en las dinámicas propias del proyecto establecidas desde métodos y estrategias adecuadas y con el fin de resolver los problemas, va esforzándose en solucionarlos, y se evidencia en que las ideas no surgen de la nada. Según Weisberg, “La naturaleza incremental del pensamiento creativo demuestra que la innovación en las artes está firmemente asentada en el trabajo de otros o del mismo artista”.
Sería interesante continuar describiendo de forma atenta estos casos que ilustran la historia del diseño, con el fin de validar la experiencia con la materialidad en la práctica del proyecto del diseño de producto, y encontrar en nuestro presente este vínculo con las tareas en la profesión del diseño. Esta atención intentaría validar la profesión del diseñador desde su predisposición experimentadora y en consecuencia creadora.
Tappio Wirkala sentía los espacios suaves y húmedos, las gélidas neblinas, sus trasluces, matices… Intentaba desde sus incontables bocetos poder camuflar sus vidrios en aguas inquietas. Esto suponía infinitas pruebas en los talleres, hasta que el vidrio participara en su propia desaparición, integrado en las aguas de los lagos de Laponia.
Citas
De Fusco, Renato. Historia del diseño, ed. Santa and Cole, Barcelona, 2005.
Weisberg, R.W. Creatividad, el genio y otros mitos, ed. Labor, Barcelona, 1989.
Aznar, Chema. Incidencia y reflexión: pensamientos en torno al diseño de producto. Experimenta Libros (ir a tienda).