Consumida casi una cuarta parte del siglo XXI, el diseño se ha ido trasformado desde sus fundamentos, operando prioritariamente hoy, dentro de los límites de una automatización instrumentalizada. Creo que, en occidente, debiéramos atender a las distintas evoluciones históricas en espacios concretos, prestando atención a los acontecimientos, actitudes y pensamientos significativos.
Como muestra podríamos elegir entre otras, dos situaciones, manifestadas como hitos significativos que podrían servir como bisagra hacia nuevos tiempos y situaciones, indagando posibilidades potencialmente contingentes.
En EE. UU., a partir de diversos acontecimientos en California, que atrajeron a diseñadores europeos por la actividad tecnológica, desarrollada en Silicon Valley.
Barry M. Katz observa diferencias entre los planteamientos positivistas de los ingenieros en la búsqueda de soluciones objetivas, de funcionamiento desarrollado en un ambiente apropiado, en contraste con los diseñadores migrantes europeos, estos fundamentaban el proyecto desde su definición y formulación, en un proceso participado e interviniente para solucionar cada uno de los problemas que surgían, con vistas a cubrir todos los aspectos referentes a la relación social, tecnológica, estética, consolidando el concepto llamado “cultura del diseño”. “Se trataba de analizar carencias sociales o funcionales de productos… y, en base a ellas proponer, juzgar y llevar a cabo nuevas soluciones,”1 aplicadas en los distintos tiempos del s. XX.
Barry M. Katz observa lo siguiente:
“(…) la comunidad del diseño también creció rápidamente y llegó a tener 127 oficinas solo en Palo Alto. Sin embargo, estos números eran engañosos: (…) la gran mayoría eran estudios de una o dos personas que trabajaban en todo tipo de cosas, desde interiores de restaurantes a exposiciones en ferias comerciales. Quienes pudieron alcanzar reconocimiento por parte de las industrias tecnológicas de semiconductores o de unidades de disco pasaban mucho tiempo con los ingenieros (que no dejaban de insistir en que sus dispositivos estaban ya “diseñados”), intentando convencerlos de lo contrario. Creo que hay un hecho importante en cuanto la emergencia de los dispositivos de semiconductores (…)”2
A partir de este movimiento migratorio de diseñadores europeos, en Silicon Valley, posteriormente diseñadores estadounidenses visitaron estudios europeos y empresas durante 1976 y 1977. Algo que, considero, fue influyente y determinante en la evolución diseñística en el sector de la electrónica, así como la resolución de sistemas de interfaces y sistemas personalizados en la computación, y como también el lenguaje comunicativo en los productos, mediante la semántica de los mismos.
El acontecimiento materializado por Cooper Hewit, en el Museo Nacional de Diseño de Estados Unidos, “en el histórico Great Hall o The Cooper Union, entre los días 15 y 18 de enero de 1998, versaba sobre “El Diseño del fin de siglo XX”.3
El punto de partida es la situación del diseño en el mundo desarrollado en la que se trataba de analizar, desde todas sus vertientes profesionales, el diseño gráfico, diseño de producto y la arquitectura. Se priorizaba la reflexión sobre la situación del diseño a partir de la experiencia y el pensamiento, y que partiría desde los pensamientos significativos de este tiempo, haciendo referencia al posestructuralismo, convertido en posmodernismo y desconstrucción.
Desde una visión intencionadamente reducida de este evento de tres días he seleccionado lo que más nos interesa, resaltando lo que es más significativo desde las diferencias observadas, que condicionarían evoluciones diversas en el diseño. Este simposio reunió a diversos profesionales: diseñadores, arquitectos, críticos, historiadores y teóricos de Europa y EE. UU.
A modo de introducción, asentando bases teóricas-críticas e históricas, lo más significativo fueron las propuestas o proyecciones que lanzarían hacia el nuevo siglo XXI. Se resaltaría desde la orientación posmoderna, referencias a un mundo más sensorial, contingente y a la pérdida de una narrativa dominante, defendida por Robert Campbell, crítico de arquitectura del Boston Glove .
Estuvo presente y anticipativamente acertada la disertación de Michael Barkum en el que trazó un recorrido milenarista, destacando el fin de la historia de Francis Fukuyama, donde también afirmó que la tecnología no es tanto una fuerza de redención -añadió desde una intencionalidad vaticinadora- completamente milenarista, la falta de fe en la tecnología, la nostalgia de la vida rural en comunidades o por el resurgimiento de valores artísticos y espirituales. En particular recordaban los planteamientos sociales específicos de los años sesenta, representada por la contracultura estadounidense y el movimiento de tecnología intermedia desde las tesis del economista E.F. Schumacher.
Podría percibirse también un tono milenarista y apocalíptico del diseñador gráfico Tibor Kalman y el crítico de la revista de diseño (Metropolis) Karrie Jacobs. Se traslucía en su presentación una frustración de lo que era capaz de hacer el diseño en este tiempo, siendo bastante claro al denominar de trivial a la mayoría de la colectividad del diseño y denunciar la falta de iniciativa de los diseñadores para elaborar una agenda.
Habría que resaltar en este tiempo, el valor semántico de los productos, orientados entonces hacia evidencias poéticas, en la que todos los representantes del diseño estuvieron de acuerdo. Michael McCoy mencionó varias estrategias como las prótesis o el antropomorfismo… Hoy muy presente y de clara influencia en el diseño para la tecnología portátil, dispositivos o aparatos werables.
En donde la diferencia más latente entre EEUU y Europa, referida al diseño, pudo confirmarse en dos diseñadores: el diseñador Andrea Branzi -por Italia- y el arquitecto Michael McDonough -de Nueva York-.
Extrayendo lo nuclear de sus intervenciones, Branzi dio la máxima importancia al “proyecto del diseño” o al diseño como proyecto, donde aúna y expande un concepto integral que lo instala en toda consideración hacia la trasformación cultural. Branzi defendió la importancia de los diseñadores bien informados, capaces de formar su propio deseo de diseñar en términos culturalmente poderosos. Por otra parte, se apartó de la idea del objetivo único en todo proyecto, sino una ecología del mundo entero, concluyó haciendo una analogía de cual fueron los límites de la primera modernidad y qué tipo de diseño puede contribuir a una modernidad renovada.
Michael McDonough no estuvo de acuerdo con la visión integradora de Branzi, en el que su discurso recordaba la década de los sesenta, siendo muy crítico con las culturas del diseño, también con la europea, sin sentido para la experiencia estadounidense. Consideraría pensar en diseño en términos más inmediatos, existenciales, sin tener en cuenta los hechos del pasado, desde una visión abarcadora de la cultura contemporánea.
Pasado el tiempo ¿podemos lanzar conclusiones? Tal vez lo que deberíamos hacer sería profundizar más en todo lo dicho anteriormente. Aunque toda conclusión resultare relativa, pero para empezar significativa.
Bibliografia
1-Selle, G. “Contribución a la teoría del diseño industrial”, ed. Gustavo Gili, Barcelona.1975
2-Katz, Barry M. “Make It New historia del diseño en Silicon Valley” ed. Experimenta libros de colección, Madrid 2020.
3-Margolin, Victor “Las políticas de lo artificial” ed. Designo, teoría y práctica, Mexico 2005.
Imágenes
Aparato de television, Design Marco Zanuso, 1962.
Aparato de televisión, Helga y Hans-Jürgen Lannoch, 1976.
Ordenador iMac G3, 1998.