Uno de esos raros días en los que como un viajero con tiempo, paseamos las calles de nuestra ciudad con los ojos del que arriba por primera vez a puerto.
Un portal, antesala de una cochera pavimentada con hormigón impreso hexagonal. Al fondo una puerta entreabierta invita a conocer el espacio que Mercedes Urquijo ha abierto bajo su tienda-anticuario en la Calle Bárbara de Braganza 4 de Madrid. Un antiguo garaje, o quizá una bodega. Un híbrido entre tienda, galería y lugar de encuentro. Un espacio donde el ladrillo se pintó de blanco para inundarlo de luz, y donde las gamelas de Jacobo Gavira han desembarcado.
Las gamelas son utilizadas como embarcación auxiliar en los puertos sobre todo de la ría de Vigo, y las más conocidas son las de A Guarda y Coruxo. Están construidas en su totalidad con madera de pino, con el fondo armado por tablas transversales que se hacen firmes sobre tres varaderos que van de proa a popa, uno por el centro y los otros por el lado de cada costado. Estos están hechos de tablas enteras de proa a popa montadas en calime. La popa es cuadrada, con una estampa más o menos caída y ligeramente más alta que los costados. Antes aparejaba la vela al tercio o mística y hoy ya emplea remos o motor. Su éxito radica en su facilidad de varada (un rodillo de madera y unas tablas son suficientes para subirla por la playa) y su poco calado que facilita su navegación en las zonas rocosas cerca de la costa.
Así las observaba el artista en el puerto de Canido, ofreciéndole la paleta de colores con la que construir estos personajes que nos observan sin prisa pero de frente, sin artificio. Las miradas de estas mujeres, cuyos nombres grababan los marineros a golpe de ola, nos mantienen secuestrados desde el comienzo, varados en este singular espacio. Bailan unas con otras en el teatro que forman los cuadros con los muebles y objetos que pueblan las salas.
Cinco mujeres nos vigilan sobre unas sillas de comedor de teka, según diseño de Niels O. Moeller, que ganaron el premio de la Danish Furniture Manufacturers Association Foundation Fair, en 1975.
El dibujo de un encuentro amoroso múltiple, una orgía con los cuerpos trenzándose sobre unas maravillosas mesas largas catalanas de trabajo de finales del s. XIX.
Una mujer retratada con su historia y sus fantasmas, conversa con unos apliques barrocos italianos de principios del XVIII con el esqueleto de hierro forjado, un estucado generoso y revestidos de pan de oro logrando unas imposibles volutas.
Lejos de las sombras arrojadas por la urdimbre de las galerías, emerge un espacio periférico cargado de emoción y de verdad. En la cabeza de este paseante, quedan unidos los óleos con las sillas, el dibujo con el mueble, la mirada de las sirenas con el color de un espacio en la frontera.
Ha querido este comienzo de Febrero que coincida esta exposición con la apertura de la casa de Duarte Pinto Coelho en el Palacio Pinohermoso de Madrid. El arquitecto, decorador de interiores y coleccionista portugués, construyó un fascinante mundo en su propia vivienda, donde Truman Capote, Maria Callas o Henry Kissinger vieron las horas pasar. Abierta como preámbulo de la subasta que realizará Christie´s en Londres en Julio de este año. Y digo yo, que la convivencia mágica entre un órgano del XVI, un pasamanos de metacrilato y latón, unas terracotas malagueñas del XIX, unas porcelanas chinas y una bañera tallada en alabastro se merecería un indulto, y que al separar los lotes y venderlos, será como derribar un edificio protegido, como dejar para siempre herido el patrimonio de la ciudad de Madrid.