Son varias, pero no tantas, las ciudades del mundo que podemos asociar directamente con el diseño, la moda y otras disciplinas creativas (siento usar este término después de asistir a la conferencia de algún diseñador que odiaba ser definido como “creativo” pero, según mi opinión, no hay mejor modo para definir a aquellos para los que trabajar es sinónimo de crear). Citar el nombre de estas ciudades no viene al caso, pero seguramente todos estemos de acuerdo con que a un lado del atlántico destaque con fuerza Nueva York y al otro, en la vieja Europa, tres o cuatro urbes se dividan los honores. Desde Milán uno no puede hacer más que analizar la situación con una perspectiva italiana y confirmar la importancia de esta ciudad en lo que ha sido la creación y el desarrollo del diseño y la moda.
Pues bien, lo que encuentro verdaderamente curioso es que lo que pasa a un lado del océano no sea completamente reconocido hasta que se confirma en el otro. Esta reflexión nace a raíz de la revolución que ha causado en esta ciudad el hecho de que un artículo del New York Times (26.12.10) considerase la exposición del cambiante Museo del Diseño de Milán como la exposición del año. El artículo titulado “una año de ganadores y perdedores en ingenuidad” resume lo que fue el 2010 desde el punto de vista del arte y el diseño. Comienza describiendo una irónica situación en la que un supuesto amigo de la escritora, que instaló un sistema de gestión digital para su hogar londinense terminó destruyéndolo a martillazos después de que el sistema, sin previo aviso, dejase de funcionar y todas las aplicaciones conectadas (iluminación, calefacción, tv, etc) comenzasen a encenderse y apagarse sin ningún control por parte del propietario. La escritora, Alice Rawsthorn, compara este horror digital con lo ocurrido en el campo del diseño el año pasado. Nos hace reír cuando menciona la ingenuidad humana en lo que se refiere a la innovación tecnológica que, según dice, está acompañada de infinitos problemas aún sin solución.
Rawsthorn describe el iPad como producto del año, con sus miles de aplicaciones, habla de la sostenibilidad como un área del diseño aún confuso, citando como ejemplo el Plastiki, un eco-laboratorio realizado con 13000 botellas de plástico recicladas que hizo un viaje de 17000km en el Pacifico con el objetivo de aumentar la atención sobre los deshechos de plástico en el océano. Continúa hablando de diseño social, seguramente en auge después de la fuerte crisis que ha hecho temblar las economías del mundo, diseño humanitario, ligado probablemente a las catástrofes que hemos visto sucederse en los últimos tiempos, y concluye describiendo la exposición que Alessandro Mendini ha organizado para el Museo del Diseño de la Triennale de Milán como “gloriosamente idiosincrásica”, mientras le otorga el título de exposición del año.
Y si bien en el New York Times no analizan en profundidad la última interpretación del diseño italiano, seguramente no está de más explicar que el Design Museum de la Triennale es un museo que cambia y se encuentra ahora en su tercera re-invención que, como hemos dicho, ha sido encargada al arquitecto Alessandro Mendini, quien ha utilizado como hipótesis base para este trabajo la posibilidad de que en Italia exista un gran mundo paralelo a aquel del diseño institucional, por lo que en el espacio dedicado a la exposición, Medini hace dialogar objetos diseñados por los grandes maestros y por otros jóvenes diseñadores, con un gran número de objetos anónimos, que no parecen pertenecer al mundo del diseño, pero que en realidad forman la base de la cultura del diseño en Italia.
Pues si desde Nueva York dicen que es la exposición del año, lo mínimo que se puede hacer desde Europa es pasar a visitarla.
Hasta el 27 de Febrero en la Triennale de Milán.
Fotografías de Fabrizio Marchesi.