Fue solo en el siglo pasado que casi todas las grandes urbes actuales se expandieron más allá de sus trazados medievales con el fin de albergar al creciente número de personas que abandonaban el campo para buscar oportunidades en la ciudad.
Algo parecido está sucediendo en este siglo con las instituciones museales que, como ya han hecho el MoMa de Nueva York o la Triennale aquí en Milán, han abierto estructuras satélite en zonas periféricas de las ciudades para completar su oferta de exposición, seguramente consiguiendo terreno a precios por metro cuadrado mucho más razonables que los que ofrece el centro urbano.
En el caso concreto de Milán se puede decir que el ensanche artístico comenzó una tarde de Septiembre de 1990, hace ya 20 años, cuando una aún joven Carla Sozzani, conocida empresaria milanesa y hermana de Franca (“temida” directora de Vogue Italia desde 1988), abre las puertas de un lugar que sintetizaba la esencia del espíritu de la ciudad. Se trataba de un concepto novedoso, con un núcleo central a forma de patio milanés rodeado por una galería de arte, una tienda de libros, un jardín para tomar té, un restaurante y tiendas de moda y diseño para el hogar.
Moda y diseño invaden la parte inferior de la estructura.
Situado en un entonces barrio obrero milanés, el espacio que lleva por nombre precisamente el número y nombre de la calle donde se encuentra, 10 Corso Como, abrió al público con todavía cierto olor a la gasolina impregnada en los suelos de aquel antiguo taller mecánico, o así dice el comunicado de prensa lanzado por el 20 aniversario.
La tienda de libros comparte con la galería de arte la distribución de la planta superior.
Con el paso de los años, en la primavera de 2003, Carla abrió un “bed & breakfast de lujo” en lo alto de su ya consagrado complejo. La estructura se llama 3 Rooms y, en efecto, consta solo de tres suites con precios que superan los 500€ por noche, seguramente justificados por su situación, sus sillas de Arne Jacobsen y Eero Saarinen, los cuadros de Kris Ruhs o los cabeceros de cama de los Eames, a lo que hay que añadir todo el sistema tecnológico producido por los afamados, y no precisamente por vender a bajo coste, Bang & Olufsen.
Una de las zonas que he descubierto en mi última visita a este paraíso ocio-cultural es la terraza escondida en el tejado. Se accede desde la galería de arte subiendo una pequeña, y no por ello menos maravillosa, escalera de caracol hecha en hierro forjado que se encuentra detrás del escritorio donde trabaja la chica que recibe a los visitantes. Basta un simple “ciao, il terrazzo?” para ganarnos el cielo, o al menos para que nos indique gentilmente como acercarnos un poco más a él.
Hoy en día 10 Corso Como existe también en Tokio y Seúl. Seguramente fue una apuesta arriesgada en su momento, pero visto con 20 años de distancia, 10 Corso Como no sólo ha sido un gran éxito, sino que fue la semilla que hizo de aquel barrio obrero una de las zonas más “cool” de Milán, y tratándose de esta ciudad, la competencia estaba asegurada.
Para quien quiera adentrarse un poco más en el universo Corso Como le recomiendo pasarse por el número 10 de la calle milanesa con el mismo nombre o, en su defecto, visitar su gráficamente hablando casi perfecta página web: www.10corsocomo.com (la música no tiene desperdicio).
Hasta el 27 de Marzo se encuentra abierta al público la exposición “Versailles” del fotógrafo Robert Polidori, quien ha fotografiado los ambientes del palacio en continua restauración.
Fotografías de Alfonso Martínez Vega
Muy bueno, los disfruto como si estuviera personalmente en esos sitios
gracias lector/a…me encanta que os encante…un saludo!
Con esa forma de narrarlo, apetece mucho ir al Corso Como. Un motivo más para visitar Milano.