Entender al diseño editorial como una tarea independiente y autónoma dentro del proceso editorial, no sólo es un sinsentido y un error profesional, sino que además esta actitud empobrece los resultados finales y la fuerza comunicacional que podría tener la obra, si todo el proceso se encarara desde una perspectiva integral y cohesionada.
Una publicación, sea ésta un libro, una revista, un catálogo, un anuario, un libro álbum, o cualquier otro tipo de publicación, es ante todo un proyecto comunicacional que busca transmitir un serie de contenidos o sentidos para ponerlos al alcance público. Puede ser que estos proyectos busquen propiciar la difusión de ciertas ideas, el debate o la discusión en torno a ellas, un mayor o menor nivel de interacción con el público lector, la motivación para que se tomen ciertas acciones o respuestas emocionales, propiciar ciertos consumos, por nombrar sólo las primeras ideas que me vienen a la mente. Los objetivos pueden ser diversos, las intenciones informativas, políticas, sociales, culturales, económicas, múltiples que fluyen desde estos productos y los usos que se harán de ellos una vez que se distribuyen y transitan por el espacio social son prácticamente indimensionables. Es importante entonces que el proyecto comunicacional del que hablamos se refleje lo más claramente posible en el producto final. Es por eso que al momento de producción de estos materiales, el proyecto comunicacional debe ser asimilado por todos los actores que se verán implicados en la producción.
En la construcción de una publicación trabajan una gran cantidad de actores, desde el autor que piensa la idea original hasta el lector que le da existencia real a esos textos cuando los lee e interactúa con ellos, pasando por los editores, correctores, ilustradores, fotógrafos, diagramadores, diseñadores, distribuidores, etcétera. Si todos estos actores actúan independientemente, ajenos al proyecto integral que tienen entre manos los resultados estarán teñidos por atomizaciones que no suman nada más allá de aportes individuales. Es importante que cada uno de esos actores reflejen su aporte personal, haciendo crecer la obra, pero dentro de un marco dado por un sentido integrador.
En el caso del diseñador editorial y su tarea, que es tal vez la etapa más visual del proceso, esto tiene una importancia especial. Suele suceder que a este profesional le lleguen los textos, las imágenes y las características técnicas formales que tendrá la publicación y que con eso tenga que arreglarse para realizar su trabajo. Leer el material es algo importante pero que no siempre es posible, por las urgencias del proceso y porque tampoco es una tarea específicamente concerniente a esta etapa. Esta problemática se presente especialmente cuando los trabajos son independientes (por contacto directo del autor) o institucionales (de organizaciones civiles o gubernamentales) y no están mediados por la gestión de una editorial (donde los procesos están más profesionalizados y en general sí se busca lograr esta integración de la que hablo). Sin embargo es primordial que el diseñador sepa de qué trata la obra y cuáles son sus objetivos comunicacionales, qué quiere transmitir y a quiénes va destinada para poder aplicar todo ese bagaje comunicacional a la hora de plantear una propuesta estética pertinente para la publicación.
Puesto que también se editorializa desde la diagramación y el diseño, nuestro trabajo no es sólo acomodar textos e imágenes para crear una composición estéticamente agradable y ordenada, bonita. Incluso en ocasiones para obtener los resultados deseados tal vez se trate justamente de lo contrario. Es por eso que abordar esta etapa del proceso teniendo presente el proyecto comunicación general radicará en una publicación comunicacionalmente más eficaz, en la que los mensajes transmiten su sentido de manera potenciada y cohesionada, desde sus contenidos textuales, visuales y de presentación.
El todo es más que la suma de las partes, pero no quisiera que se entienda como una frase hecha, teórica, reivindicando el trabajo en equipo como algo romántico. Sino que es de vital importancia que así sea. Entender a la producción editorial como un gran equipo comunicacional, en el cual el diseñador es (ni más ni menos que) un miembro más, es la manera más profesional de encarar un proyecto comunicacional.