experimenta_

Oxímoron

olivetti-office-typewriter.jpg

¿Somos los diseñadores, como personas, una contradicción?

Es inevitable, como seres humanos que no dejamos de ser, tenerle especial cariño a algún objeto en particular. Uno de los casos típicos, que a mucha gente le resultará familiar, es el de una famosa compañera de viaje de trabajos y de penas. Una compañera de hace muchos años llamada Olivetti. Nos guste o no, las máquinas de escribir han dejado de ser un material imprescindible de oficina o de trabajo para las personas. Hace mucho tiempo que nadie pasa las cosas “a máquina”.
Pero aunque todo eso sea cierto, mucha gente se niega a tirar o desechar sus viejas compañeras. Pero aunque los tiempos hayan cambiado, a mucha gente le cuesta desprenderse de un objeto que para nada utiliza.

Por otro lado, como profesionales, nos empeñamos en aportar multitud de objetos al mundo. Mejorando, ampliando, generando mercado, aplicamos nuestros conocimientos, aplicamos nuestra metodología, aplicamos nuestra experiencia. Engrosamos las filas del mundo de los objetos, conseguimos éxitos comerciales, fracasamos en alguna tarea, pero sobretodo nunca nos rendimos en la generación de objetos.

¿A qué se debe esta dualidad?

Exaltamos ciertos valores de novedad, y los hemos convertido en estandarte de nuestra profesión. Hasta el punto que siempre se busca que cualquier “nuevo” diseño aporte algo al mundo. Se busca que el objeto sea más perfecto, más barato, más asequible, haga nuestra vida mejor, nos libere y nos acerque a lo ideal.

Pero pese a eso, como personas, damos valor a los sentimentalismos. No podemos dejar de querer a nuestra historia, a lo que viene detrás de nosotros, a los nuestros, a nuestros instrumentos, a nuestro pasado. Nos dejamos llevar por las modas, vestimos de negro, o con pantalones acampanados cuando toca.

¿Es esto una contradicción?

Todas las cosas que nos enseñan de nuestra profesión, desde que entramos en la facultad hasta que salimos de ella, son el medio. Todo lo que nos cuentan los antiguos compañeros de facultad. Lo que oímos por las calles, lo que vivimos día a día. El diseño como práctica profesional y personal, no es o debería de ser si no un medio.

Nunca un fin.

Si convertimos el diseño en un fin, si empezamos a diseñar por diseñar, corremos el peligro de perder lo que nos hace valiosos y olvidarnos precisamente de todas esas cosas por las que se nos hace difícil tirar nuestra Olivetti, o por las que vestimos de determinada manera.

Hay que ir más allá, el pensar ya sin importar las contradicciones o los imposibles. Por mucho que se dé por imposible, por mucho que nos digan que no vamos a ganar dinero. Pensar en qué, como diseñadores, podemos aportar nuevo.

Pensar que, como diseñadores, hacemos algo más que diseñar por diseñar.

Personas que se denominen diseñadores hay muchos. Pero, ¿qué nos diferencia? ¿Quién se atreve a ir más allá?¿Cómo podemos hacer que nuestro trabajo merezca ser recordado?

¿Queremos los diseñadores ser recordados por la contradicción?

Salir de la versión móvil