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El cajón del diseñador

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Cada cierto tiempo me gusta revisar bocetos, dibujos y archivos de mis propios proyectos, tanto de aquellos que se llevaron a cabo como de los que no. Creo que es una práctica muy extendida entre nuestro colectivo.

Los diseñadores industriales disponemos normalmente dentro de nuestro cajón de dos tipos de ideas; aquellas que se han producido y que han motivado el nacimiento de un producto y las que se han quedado desterradas en el cajón por las cuestiones que sean. (Entiéndase que hablo siempre de ideas con un encargo detrás y no de ejercicios personales)

Esas ideas descartadas que han quedado en el cajón y que se generaron junto a sus hermanas, algunas de las cuales acabaron siendo una realidad, tienen también para mí su propio valor. Muchas veces pienso que tienen más valor incluso que las propuestas que se convirtieron en una realidad porque, siempre que las reviso, veo que posiblemente estaban libres de complejos y ataduras.

Y es que el diseñador industrial, por lo menos tal y cómo yo concibo y ejerzo la profesión, debe someterse al proyecto que su cliente necesita (y al mercado de éste) y esto en la mayoría de los casos, por no decir siempre, suele ser muy diferente a nuestras inquietudes y necesidades más personales.

Al fin y al cabo el diseño nunca ha sido algo tan sencillo y tan obvio. Seguramente ajustarse a un marco tan pautado y restringido, y ofrecer diferenciación e innovación en cada proyecto, debe ser realmente donde reside la auténtica dificultad de nuestra profesión puesto que entiendo que hacer lo que uno quiere y lo que uno siente, como uno mismo quiere y como uno mismo siente, es muy fácil y en el fondo tiene muy poco interés proyectual, por lo menos para mí.

Entiendo también, bajo mi punto de vista, que diseñamos siempre para unos clientes, para un mercado y para unos usuarios muy concretos que normalmente no tienen porque tener nada que ver con nosotros así que lo más profesional que puedo hacer es dejar mis sentimientos y mi subjetividad de lado para que aflore la objetividad de lo que realmente demanda el proyecto.

Quizás por esta razón muchos diseñadores tenemos un cajón lleno de ideas, muchas de ellas seguramente incluso mejores que los proyectos que vieron la luz, ¡seguro!

Bocetos de productos imposibles que planteaban un mundo nuevo y diferente… y quizás mucho mejor… pero eso es tan sólo nuestra visión personal y subjetiva.


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