_LA MODA, LA FIRMA Y LA MARCA
En el mercado actual de la moda, no sólo compramos prendas –diseñadas, trabajadas y pulidas– compramos, al mismo tiempo, el mundo y la filosofía que las envuelve. Las firmas trabajan y se mueven a partir de unas ideas iniciales y concretas para constituirse y desarrollarse. ¿A quién van dirigidas? ¿Qué valores transmiten? ¿Qué representan? Las respuestas a estas preguntas y el concepto general de la firma no sólo envuelve la colección sino que también emprende una globalización total de la Marca.
Cuando decidimos probarnos una falda, una blusa o un bolso, estamos haciendo una selección, nos estamos acercando a un determinado universo al que queremos o deseamos pertenecer. Seguramente no nos damos cuenta de ello, pero mil factores nos han hecho movernos hacia un producto u otro. No desarrollamos una relación determinada de la misma manera si nos probamos una prenda de Chalayan o Theyskens, Paul&Joe, The kooples o ACNE. Nuestra predisposición, gusto e idea hacia una firma u otra nos delimita. Adquiriendo dicho objeto material adquirimos al mismo tiempo un sinfín de valores que se le han unido de forma sensorial, estatus, calidad, diferencia, poder, personalidad, etc. A veces puede que sea nuestra propia personalidad, firme y clara, que encaja con esa predeterminada idea.
Mi interrogación y duda hacia el proceso empieza cuando la firma acaba representando por completo, quizás incluso creando esa personalidad. Nos imponemos una estética hecha y potente, aparcando lo que nos hace únicos e individuales, lo que se esconde dentro de los detalles de cada persona en particular. Combinar la personalidad propia con la idea adquirida no es nada fácil, hace falta un patrón consistente, seguro, y ganas de fortalecer y blindar la realidad personal. Parece que, hoy en día, sobresalir del montón no cuenta, no sirve, parece que uno no puede sobrevivir por libre. El hombre necesita de esa fuerza colectiva y del pertenecer a un mundo determinado y definido, por pequeño que sea. Nos agrupamos y admiramos mutuamente sin darnos cuenta que probablemente esa fuerza colectiva quizás es inútil, impuesta e irreal.
Llegados a este punto de mega-industrialización y personalización de los diseños, actualmente y en el mal llamado primer mundo, creo que cada «personita», con un pelín de imaginación y atrevimiento, puede confeccionarse su propia imagen de cara a esos espectadores que no son más que nuestros vecinos, colegas de oficina, compañeros de universidad, etc.
Por cierto, un saludo y gracias por este interesante artículo.