La muestra de Alexander Chaves El Poder de los objetos, Galería Nacional, San José, Costa Rica, noviembre 2014, emplaza al espectador a presenciar intensos juegos de tensiones interpretativas –sugestivas, provocativas-, las cuales versan sobre asuntos de la vida contemporánea, de enorme interés en tanto el artista los catapulta para activar nuestra conciencia crítica y exigirnos a reflexionar sobre el rol del arte de cuestionar e indagar ¿qué sucede?, ¿a qué se debe esa aproximación al acto trascendental de vivir el cotidiano dejando quizás cuerdas sueltas para que otros, en otros momentos, las anuden? Se trata de antagonismos en el ajedrez político internacional, cuyas fichas son movidas según elaboradísimas tácticas de dominación hegemónica afectando al sistema social como un todo; también calza dentro de este enfoque el mercantilismo con sus actitudes de dependencia e implicaciones psico-sociales, sin dejar de lado el tema de la educación, la cultura -qué somos y creemos o cómo nos manifestamos-, además de las afectaciones a la célula familiar origen de la sociedad, hoy asediada por una aguda crisis, no sólo económica sino también de identidad ante tanta futilidad de valores. Pero el asunto no acaba ahí, no todo lo expuesto es arma de doble filo, precisa distinguir las fuerzas emocionales existentes entre el artista y sus materiales, lo que él conoce y sabe elaborar, quien aprende a hablar con su poesía y la carga proveniente de su interioridad, externándolas al merodear su pensamiento creativo y actitud crítica.
Alexander Chaves. “Quinceañera”. Foto cortesía del artista.
Alexander Chaves. “Tríptico de transferencia sin color”, piedra de andesita, mármol blanco, oxidiana, madera fósil. 2014. Foto cortesía del artista.
Materialización de la idea
Quizás ese es el rasgo primordial, lo que me queda al apreciar la obra de Alexander Chaves expuesta en la Galería Nacional, Museo de los Niños, a la cual llegué sediento de saber, ansioso por colectar rastros para constatar lo que esperaba mi intuición: su perspicaz pensamiento analítico, agudo, indagador, él es quien nos confronta a un conjunto de situaciones donde tiene una voz muy fuerte, como dije, la materia: la arcilla, la piedra, el metal, la madera, los mismos materiales de siempre utilizados por el escultor, pero en su caso, elevados a otro rango, cuando manejar técnica y concepto potencian un discurso actual, como servirse del juego de escala el cual intrinca con el gigantismo -en el caso de los lápices “Educación Especial”, o aquella escultura en metal de una enorme cabeza de caballo “Fich C-G8“, y el minimalismo de algunas piezas, poéticas, sutiles, luminosas en el espacio de la muestra como “Tríptico de transferencia sin color” -piedra andesita, mármol blanco, oxidiana y madera fósil-, en la cual posee voz la relación entre la materia, la idea, la sensibilidad al elaborar la técnica de pulido del material, rasgos que activan al espectador desafiándolo, quien al principio se muestra indeciso al estar delante de tan incierto trance, pero una vez captada la poesía del material y la idea se deja engullir para catar su esencia.
Alexander Chaves. “Escuela”, mixta, piedra andesita, madera. 2014. Foto cortesía del artista.
El objeto y el espacio
Otro logro, que también me detuve a disfrutar en esta propuesta fue la relación entre el objeto y el espacio –tal vez no físico pero sí vivencial-, que permite moverse entre ese ejercicio de subjetividades tan provocativas y hasta punzantes. Ahí está el detonante, si yo como espectador encuentro algo que no me instiga, quizás porque ya se que es, no me mueve, no me atrae, aquello corresponde a la noción de la escultura de otros tiempos. Uno como espectador deambula en ese espacio del no saber y a cada paso implica otro matiz, desencadena otra acción, encuentra una nueva carnada lanzada al terreno de lo azaroso lo cual puede que me enganche. En el arte de hoy en día, es muy importante ese enganche. Esta es la acción del proceso, lo que puede ser cambiante y transformador, lo que subvierte lo expuesto a cada instante, en cada ángulo de visión, en cada resquicio de ese recorrido.
Alexander Chaves. “Columpio”, cerámica. 2014. Contiguo la pieza vandalizada. Foto cortesía del artista.
Acción vandálica
Alexander Chaves colgó una pieza de cerámica de tamaño natural: “Columpio”, que corresponde a la idea de “llanta de auto” –utilizadas, una vez gastadas, en los parques infantiles para que los chicos se diviertan columpiándose-, pues alguien se atrevió a interactuar con la pieza y la chocó contra la pared de la sala, la quebró, decenas de trozos quedaron tirados sobre el piso, la otra mitad permanece colgada, como signo o carácter de la incertidumbre la cual nos desafía a interpretar, sin saber qué contingencias sufrió esa pieza para estar ahí, en esa condición quizás incomprensible. Pienso que esos incidentes dan al traste con la idea tenida por el visitante ante el arte actual, cuando se le ha dicho en otras ocasiones que puede interactuar con la obra. Ahí centra otra opción de poder, el poder del espectador, pero en esta muestra la opción no le estaba permitida; sin embargo trocó en Caballo de Troya, que ante la mirada atónica la vuelve memorable.
Otra de las piezas afectadas por ese gesto vandálico fue “Educación sexual”, consiste en diminutos lápices metidos dentro de condones colgados en alto, pues a alguien se le ocurrió romper la membrana de latex y el contenido quedó esparcido por el pavimento. Insisto en la necesidad de explicar al público sobre las intenciones del artista o de la galería, cuando en realidad estamos ante una pieza de arte y otra son esos juegos interactivos -como los del Museo de los Niños-, a unos pasos de la sala, donde el espectador aprende interactuando con los mecanismos y el soporte tecnológico.
Alexander Chaves. “Madona”. Foto cortesía del artista.
Resonancias de juegos de poder
En el recorrido intenté destacar varias piezas que punzaron mi sensibilidad y me dejé atrapar por sus significados: “Escuela”, piedra andesita con cientos de perforaciones hechas con taladro y broca para concreto, algunos llenados con esos lápices que aparecen por doquier. “Quinceañera”, mármol blanco, bronce y poliéster, se trata de una escultura en mármol que corresponde al cargador del revolver, cuyos proyectiles fueron cambiados por el sensual gesto del lápiz labial. “Madona” es una imagen de la virgen vaciada en yeso, forrada en fragmentos de billetes de la moneda norteamericana y lámina de oro en la base inferior; las connotaciones tensan los opuestos al hablarnos de economía y fe. “Líneas que fragmentan”, cerámica y papel, en la cual a la bandera de los Estados Unidos se antepuso una silueta del escudo patrio, fragmentado, desmemoriado y sumisa idea que implica no solo la noción de poder en este objeto en particular, sino el significado de toda la muestra.
Alexander Chaves. “Líneas que fragmentan”, mixta, cerámica y papel, poliéster. 2014. Foto cortesía del artista.
El tema de la educación también es central en este discurso, la idea de los lápices diminutos, gastados por el uso, discursa sobre una educación que va tras los grandes cambios del aprendizaje de la mano con la tecnología, una educación donde el sujeto tiene la opción de seleccionar los escenarios para formarse, que pueden ser totalmente informarles o no tradicionales e incluso, pueden ser el museo, espacios y procesos donde los conceptos empoderan al espectador.
Alexander Chaves. “Bombas”, piedra andesita, metal. 2014. Foto cortesía del artista.
Ya para concluir, cito al historiador de arte Efraín Hernández, quien en su texto introductorio del catálogo explica: Los objetos, sin embargo –al ser producto del ingenio de los seres humanos, tienen en sí mismos aspectos que delatan rasgos de quienes les crearon. Este pensamiento de Hernández es uno de los asuntos centrales de la psicología social, cuando nos dice que estos, los objetos, pueden convertirse en sofisticados agentes de descolonización, e incluso, solapadas tácticas de auto-dominación y disparadores de hegemonía cuando actúa la paradoja, pues en tanto somos sus hacedores, estos nos hacen.