El efecto de la luz en el arte, el diseño y la arquitectura
Desde tiempos inmemoriales se conoce el efecto de la luz en el arte, el diseño y la arquitectura: El claroscuro confiere a la percepción diversos grados de luminosidad captadas por los sensibles mecanismos de la mirada. En la arquitectura japonesa, más que la luz, se da valor a la sombra, y las edificaciones poseen amplios aleros para generar claroscuro donde los objetos, afectados por algunos rayos luminosos adquieren belleza. Así como una piedra fosforescente, colocada en la oscuridad, emite una radiación y expuesta a plena luz pierde toda su fascinación de joya preciosa, de igual manera la belleza pierde su existencia si se le suprimen los efectos de la sombra. (Junichiró Tanizaki, El Elogio de la Sombra 1994)
Estratos de la percepción visual
Hoy en día se habla de otros estratos de la percepción visual, de otros ojos para mirar el arte, como la “mirada emocional” que conlleva una percepción más allá de datos físicos y técnicos de la luminotecnia, para ingresar al territorio de las emociones y la subjetividad. Sin embargo, ese estadio representa un lindo desafío para la creatividad del artista o el diseñador, en tanto es precisamente ahí donde cuecen las propuestas más intensas e innovadoras; desde el cauto Minimalismo, hasta lo profundo de lo Conceptual.
Picasso, Man Ray y Lazlo Moholy Nagy
Esto fue comprendido en el arte moderno, ya Picasso, al final de la década de los cuarentas, se deleitaba gesticulando con objetos encendidos para generar imágenes de luz en la oscuridad. Man Ray y Lazlo Moholy Nagy crearon fotogramas experimentando en el cuarto oscuro sobre el papel fotográfico haciendo incidir la luz y aplicando los químicos de revelado. Los minimalistas introdujeron el uso del neón para constituir esculturas e instalaciones aportando espacialidad con los diversos matices de luz; crearon un espacio para lo ilusorio con su intrínseca atmósfera que afectaba la psicología del espectador. A mediados del siglo XX el Land Art incrementó la captación e impacto lumínico, Walter de María creó un «campo de relámpagos» en el desierto de Nuevo México utilizando 400 postes metálicos de unos seis metros de altura, clavados en el suelo. Entonces ocurrió la gran transformación en los terrenos del arte de nuestros tiempos: la luz dejó de ser apoyo de la obra para convertirse en adelante en la obra en sí misma.
La creación actual con luz
El arte lumínico, aunque se percibe a través de la mirada, necesita estimular varios incentivos viso-perceptivos, pero también conceptuales, para que la obra de arte sea asimilada o recordada en el tiempo. Requiere fortalecer la percepción sensorial, pero ante todo, no debe ser enturbiada con lo decorativo ni cargada de información superflua, que no va a ser asimilada y que reduce el interés del observador. Al visitar esta muestra en la Galería Nacional en San José, Costa Rica, la demasiada información –en mi caso personal-, me provoca una dosis de ceguera, uno ve tanto, que al final no ve nada, no asimila a pesar de que se exhiben piezas de interés y sensibilidad.
Cuando se piensa en la luz como arte, uno puede esperar de todo: proyecciones fotográficas, luz natural, la luna y sus reflejos, relámpagos captados en fotografía o videos, series de luces, leed, luz negra, el fuego, la llamarada, la brasa, no existen límites para la creatividad, es inimaginable lo que se puede lograr cuando hay pensamiento que lo sustente, y esta muestra es el mejor ejemplo del uso de diversos materiales, equipos y herramientas pata producir luz. Pero he ahí la paradoja: el tiempo se dispara como el rayo de luz, y sus resonancias a veces aturden. En mi criterio personal, repito, aunque en la muestra haya tanta tecnología, pantallas y proyectores, en el fondo no me queda mucho cuando al intentar mirar, los deseos se vuelven furtivos como la duración de un destello, la efectividad se dispersa en la penumbra, aun cuando volviera sobre mis propios pasos a repasar lo mirado.