Una nueva propuesta expositiva del artista mexicano Carlos Amorales, con el título de Anti Tropicalia, curada por el guatemalteco Stefan Benchoam, exhibe el Museo de Arte y Diseño Contemporáneo en sus cuatro salas, a partir del pasado 17 de septiembre, abierta hasta el 12 de noviembre de 2015.
Estratificaciones de lo exhibido
Al espectador que ingresa al museo lo engulle la fuerza de la deriva del arte, cuyos flujos de interpretación se leen en profundidad, al transparentarse entre sí tres capas de informaciones o expresiones que las impregnan, las cuales se activan mutuamente:
La primera capa tiene que ver con la gráfica, los dibujos -algunos vectorizados provenientes de su investigación “Estado Líquido”-, otros son impresos con carboncillo, sobre-escrituras en partituras musicales, algunas notaciones de música aleatoria intervenidas por él página por página y que aparecen en el video de la sala 2.
La segunda estratificación tiene que ver con la instalación en la sala principal de los famosos “útiles sonoros” del músico contemporáneo guatemalteco Joaquín Orellana, con lo cual regenera un lenguaje o textura musical de fondo al internarse en la propuesta de las salas 2, 3 y 4, donde se intensifica el volumen de dicha trama de sonidos, y los espacios oscurecidos amplían la visualidad de los videos y/o animaciones.
La tercera capa es una aproximación al (anti)referente histórico, el de la “Tropicalia”, provocadores de la noción del ir y/o venir sin rumbo cierto -entre instrumentos tales como marimbas curvilíneas, güiros esculpidos en carbón, tubos, sonajeros-, dentro de un concierto envolvente que nos atrapa con una carga de amplitud y longitud de onda al vibrar, percutir y martillar ese ensamble sonoro tan propio de las metalenguajes en el arte musical actual.
Germen provocador
Para comprender la propuesta es necesario acudir al opuesto del título de la muestra, como se dijo, el fenómeno musical y visual de la Tropicalia, provocación contra el establishment empujado por el arte brasileño desde los años sesentas del siglo pasado, liminares del conceptualimo en América del Sur ideado por músicos y artistas visuales como Caetano Veloso en la música y Helio Oiticica en la plástica, cuya búsqueda replanteó las estructuras culturales de entonces, de frente a los nuevos medios como el video, el cine, la fotografía. Hoy en día, éstos son catapultados por la tecnología de la imagen, videoproyectores, pantallas planas, el vectorizado y/o digitalización, además de la usabilidad en el arte de las impresoras digitales o a inyección de tinta de gran formato, como las utilizadas por Amorales para graficar con carbón y otros materiales esos caracteres alternativos que enriquecen la gráfica contemporánea.
Anti Tropicalia conlleva el germen del desafío al reordenar acciones del presente componiendo lenguajes, a partir del registro de símiles que asimilan el entorno sonoro urbano: los motores de los autobuses o las motocicletas con sus pitoretas. bocinas, sirenas, los reclamos publicitarios, los sonidos ordenadores del paso peatonal en los semáforos, el agua de las fuentes, el trino de las aves en plazas y parques, las campanadas de los templos, o el tintineo del carrito del vendedor ambulante, con todo y las voces de los transeúntes, todas son formas de sonoridad citadina las cuales elevan la tensión del habitante y puede que se tornen molestas debilitado la calidad de la vivencia en la ciudad, en otras no dejan ser contingencias propias de la poesía del sitio, en tanto Amorales traslada al interno del museo ese paisaje sonoro y con ello detonar la metáfora.
Uno como visitante al museo se pregunta ¿cuál será el centro o trama de la muestra? ¿Plantea algun punto de inflexión como lo fue la Tropicalia? ¿Es la propuesta un retrato audible de todo ese discurso de oposición a la oficialidad, provocación a una sociedad que parece perpetrarse detrás de las hormas que intentan hacernos sujetos-objetos sumisos a estructuras prefijadas como si fuéramos una estampa industrial, impávidos delante la aguda crisis del día día? ¿Es dicho paisaje o sonoridad una interrogación al espectador que lo motive a discernir, o a tomar posición delante de lo visto? ¿cómo es afectada la mirada?, ¿qué escucha?, y ¿cuál será el aguijón que devuelve el arte para emerger afectados del trance de visitar el museo?
Intertextualidad
Algunos de los dibujos de gran formato representan esas ondulaciones propias del dodecafonismo o lo aleatorio de los sintetizadores, pero en ocasiones sugieren garras que agreden la superficie del papel, iconografía de la deriva que al fluir disparan la sensorialidad, engatillan el efecto vibrante del trazo con carboncillo o el grafito, e inciden al dejar esa “huella no huella” o desdibujo, que me parecen cartografías situacionales, registros o notaciones grabadas en la profusa selva tropical contrapuesto a lo citadino como entorno. Repito, develan la porosidad de la deriva, como expresó Guy Devoard en un texto aparecido en el # 2 de la Internationale Situationniste: conlleva “la disminución constante de esos márgenes fronterizos, hasta su supresión completa”. De alguna manera me evocan, a la distancia, los trazos del maestro Rolando Castellón, cuando él usa el carboncillo acostado o dispuesto de lado para obtener gestos muy sinuosos y estriados con carga de sensual vitalidad. Se exponen además un par de impresos de gran formato de un signo múltiple, el cual se mueve en una estructura de repetición con un signo casi tipográfico consistente sin abandonar la dimensión de lo poético, clave en esta propuesta.
Salas 2, 3 y 4, Anti Tropicalia de Carlos Amorales. Foto LFQ.
La proximidad a lo musical desde el arte contemporáneo se aprecia en los títulos de las pizas “Psicofonía” (2008), “Erased Symphony” (2013), El Aprendiz del Brujo (2013), La Fantasía de Orellana (2013), cuyas visualizaciones en videos y animaciones contrapuntean el efecto del bajo continuo marcando el pulso a la temporalidad y espacialidad de esta intensa intervención al museo por parte de Carlos Amorales. El MADC presenta a un visor experimentado en esas prácticas artísticas contemporáneas con un conjunto de dibujos, como se dijo, de huella profunda, apropiación de objetos del maestro Orellana, videos o animaciones con grabaciones de una sonoridad activadora durante el recorrido a las cuatro salas capaces de encabritar nuestra emocionalidad tocando al sistema cognitivo y sensoperceptivo al hacer camino por los bordes tan porosos de la visualidad y la musicalidad.