Reconocer a Carlos Poveda (San José 1940) en el complejo poliedro del arte costarricense, nos requiere pensar en tres de sus exposiciones en museos capitalinos: “Imaginario Irreverente”, muestra antológica en el Museo de Arte Costarricense –MAC- 2004; “O´culto” en el Museo de Arte y Diseño Contemporáneo –MADC- 2011, y “De donde vengo y adonde estoy” que exhibe en el MAC de noviembre 2014 a enero 2015. Poveda nos parece distante pero es cercano, en tanto gran parte de su quehacer lo ha realizado en el exterior: Estados Unidos, Venezuela, Francia, París donde vive y trabaja en la actualidad. Intento, con este acercamiento, repasar sus experiencias de introducción a los escenarios del arte, en nuestra cultura capitalina de los años sesentas, e indagar los acontecimientos que lo catapultaron al arte internacional, que no cesan en el tiempo y en un espacio calado por su fogosidad creativa.
Tres personajes, 1963. Esmalte sobre papel. 43 x 53 cm. Foto cortesía del artista.
LFQ: Usted me relató en una reciente conversación que sus estudios preliminares se iniciaron en el Colegio Vocacional de Ares y Oficios (COVAO) de Cartago. ¿Fue ese su primer acercamiento al arte? ¿Cómo se descubrió artista? ¿Qué pistas lo orientaron a encontrarse con el dibujo?
Carlos Poveda: Mi primer contacto con el arte se establece desde niño, en la Escuela Juan Rudín en la San José de los años cuarenta. Fue ahí donde tuve noción de mi placer por expresarme a través de los lápices de colores, las aguadas, tintas china, porque en ese momento lo detecta quien fuera mi maestra de la escuela, Carmen Avalos, que fue quien primero observó en mis dibujos y acuarelas mis agilidades. Y cuando salí de la escuela e ingresé al Colegio Vocacional de Artes y Oficios de Cartago, el COVAO, quien también detecta mis habilidades con los lápices, los pinceles y los tiralíneas fue el Director del colegio, Don Carlos Aguilar Piedra. Él también lo detectó, al punto de haberme confiado, entre otras cosas, la «Serie Metódica de Aprendizaje», que consistía en escuchar a cada uno de los Profesores de las diferentes materias que ahí se impartían, e interpretar y ejecutar sobre esténciles para imprimir mis dibujos a través de los cuales los alumnos aprendíamos los diferentes oficios.
LFQ: En aquellos años de los cuales tenemos una noción si se quiere algo borrosa acerca de la situación del arte en el país, ¿cómo se daban a conocer los artistas?, ¿dónde exhibían sus propuestas?
CP: Yo me imagino que en el Club Unión y en el Museo Nacional, pero yo nunca tuve acceso a ningún centro expositivo de San José. Lo que pasa es que conté con mucha suerte porque a mí, quienes me ayudaron a darme a conocer, fueron los miembros del «Grupo 8» de pintores y escultores, quienes quisieron conocer lo que yo hacía y ya para ese período, principios de los años sesenta, yo dibujaba con la parte de atrás de un pincel humedecido en esmalte comercial sobre papel. Ellos, que venían de proclamar la apertura del arte moderno en la Costa Rica de los años 50 y 60 detectaron en mi trabajo una gran libertad de expresión, que se concretó en una invitación que me hizo Felo García a exponer en la para aquel entonces recién creada Dirección General de Artes y Letras, así como incluirme en una exposición colectiva del Grupo 8 en la Unión Panamericana de Washington D.C., desde donde se proyectó mi futuro como dibujante a través de Latinoamérica. En aquellos años salí de Costa Rica y desde entonces he vivido fuera de nuestro país.
Carlos Poveda en los años sesentas. Foto cortesía del artista.
LFQ: Uno de los eventos de la historia del arte local lo marca la Primera Bienal Centroamericana de 1971, con la cual se inaugura la Biblioteca Nacional, organizada por el CSUCA. Se dice que ese evento provocó un reacomodo de las fichas definiendo a artistas en diversas tendencias o tomando otras direcciones en sus búsquedas. ¿Qué significó para usted este evento? ¿Se involucró de alguna manera? ¿Cuál es su criterio acerca de esa remezón que provocó la visión de una Marta Traba, José Luis Cuevas y Fernando de Szyszlo?
CP: Me nombrás a tres personas que conocí a principios de los años sesenta del siglo pasado y con las cuales de una u otra manera estuve vinculado. A Marta Traba, que en efecto siempre mantuvo una actitud de provocación y apoyo a nuevos lenguajes y valores, entre los que me incluyó a mí; a José Luis Cuevas, a quien nos unió en contacto José Gómez-Sicre, quien venía de apoyarlo, como lo hizo con otros artistas del continente, en exposiciones y confrontaciones. En aquel período, Cuevas me ayudó a realizar una exposición en Ciudad de México. La obra de él y la mía se relacionan en que ambos somos dibujantes neo figurativos, aunque valga la ocasión para resaltar que como yo soy autodidacta, siempre he tenido que inventar mis propias formas de realización y afrontar mis retos y características de producción, y finalmente, el Maestro Fernando de Szyszlo, a quien admiro y respeto profundamente, no sólo por su temática de inventiva, sino por sus estupendas maneras de resolver sus obras. Yo no me lo propuse, pero las circunstancias del tiempo y el momento hicieron que mi obra fuera admiraba desde aquellos años.
Amigos, 1968. Esmalte sobre papel. 43 x 53 cm. Foto cortesía del artista.
LFQ: En el proceso de su carrera artística, se habla de la manera que usted se catapultó a las lindes internacionales. ¿Cómo fue ese lanzamiento al arte extranjero? ¿Dónde comenzó a irradiar la fuerza de sus dibujos? ¿Cómo se descubrió, o quién lo descubrió para comenzar a aprovechar las oportunidades que se le presentaron?
CP: Un día, vagando por la San José de principios de los años 60, y como ya comenté, topé con una exposición que montó el «Grupo 8» en Las Arcadas, frente al Teatro Nacional. Por primera vez en mi vida vi una exposición de pintura y escultura. Nunca antes tuve acceso ni posibilidades de asistir ni ver exposiciones de pintura o escultura. Y debo haber estado tan fascinado observando aquella exposición y dedicando tanto tiempo a la observación de las obras, que presentaba el trabajo de Luis Daell, Harold Fonseca, Rafael Angel García, Manuel de la Cruz González, Hernán González, Guillermo Jiménez, César Valverde y Néstor Zeledón, que debo haber llamado la atención de Harold Fonseca y Felo García, que estaban ahí cuidando la exposición del grupo.
El asunto es que ellos se me acercaron y me pidieron mi opinión sobre lo que yo estaba viendo en aquel momento. Y que opinión me merecían aquellos trabajos que, como sabemos, se trataba de obras figurativas y obras abstractas. Entonces les respondí que lo que me tenía extasiado era el hecho de que yo entendía las obras figurativas, pero que me costaba mucho entender las abstractas. De esta manera fue que tuve un primer contacto con estos dos importantes artistas del «Grupo 8», pero lo más destacado del comentario es que en algún momento de la conversación les conté que yo también dibujaba y que lo hacía con pintura comercial sobre papel y no con lápices ni plumillas, sino con la parte de atrás de un pincel. Entonces, ahí viene la parte más interesante, ellos me pidieron que si yo podía enseñárselos. Ni lerdo ni perezoso, al día siguiente volví nuevamente a Las Arcadas, con una carpeta de mis dibujos.
Niño, 1965. Esmalte sobre papel. 62 x 43,5 cm. Foto cortesía del artista.
LFQ: Interesante don Carlos, realmente me parece de película, además por el buen relato que caracteriza a sus respuestas. Cuénteme, ¿qué sucedió?, ¿cómo apreciaron sus dibujos?
CP: Entonces ellos los vieron, los comentamos y me pidieron que si se los podía dejar hasta el día siguiente, porque querían enseñárselos a los otros miembros de grupo y yo les respondí que sí. Para aquel entonces yo era un empleado de una empresa que distribuía productos de farmacia y cosméticos, les decoraba las ventanas del negocio haciendo réplicas a gran tamaño de los productos que se exhibían en las vitrinas, grandes cajas de pasta dental, cremas faciales, medicamentos, etc. Pues bien, al día siguiente y estando yo en aquel trabajo me llamaron por teléfono los integrantes del Grupo 8, para pedirme si me podía presentar inmediatamente a la oficina que ellos tenían en las Arcadas, cosa que hice unos minutos más tarde. Y para mi gran sorpresa, cuando llegué al sitio, se encontraban los Miembros de Grupo 8 de pie y en el centro, sentado en una silla grande, el Sr. José Gómez Sicre, que para aquel entonces era el Jefe de la División de Artes Visuales de la Unión Panamericana en Washington D.C., y dispersos sobre el piso estaban mis dibujos que les había dejado el día anterior. Me encontré, de repente, ante algo así como frente a un tribunal inquisidor, que me veía de arriba para abajo a mí y a mis dibujos. Y la primera pregunta que me lanzó el Sr. Gómez-Sicre era que ¿si yo había realizado aquellos dibujos?. Le respondí que sí y le conté la manera en que los hacía. Hubo un pequeño silencio e inmediatamente después Gómez Sicre me preguntó ¿si yo quería exponerlos en Washington D.C.? Por supuesto respondí de manera afirmativa. Así fue como comenzó mi carrera en el arte.
LFQ: ¿Cuál fue el desenlace de ese episodio tan importante en su carrera?
CP: Un año después de aquel encuentro, el «Grupo 8» tuvo su primera gran exposición en el salón principal de la Organización de Estados Americanos en Washington D.C., y Gómez-Sicre me cedió una sala anexa donde se exhibieron una veintena de mis dibujos de la «figura humana» en blanco y negro, todos realizados con mi propia técnica de la parte de atrás del pincel humedecido en esmalte comercial sobre papel. Fue ahí donde comenzó mi trayectoria, porque a partir de aquel momento me fui a vivir a los Estados Unidos y comencé a exponer en varios países de nuestro continente.
El rapto, 1967. Esmalte sobre papel. 54,5 x 67,5 cm. Foto cortesía del artista.
LFQ: En esos años cuando usted sustenta su lenguaje y búsquedas, existe una tendencia internacional de la Nueva Figuración. ¿Cómo fue su aproximación a esta tendencia? ¿Quiénes fueron sus referentes?
CP: Los únicos referentes que yo considero tener son los de mi propia libertad y honestidad para expresarme. Soy un autodidacta libre desde siempre para expresarme a través de mis propias técnicas y otros son los referentes que los críticos e investigadores del arte latinoamericano, para aproximarse a mi trabajo, comentaron en sus debidos momentos. Para ello, recurrieron sobre todo a las relaciones de afinidad expresiva, no técnicas, como en los casos de Marcelo Grassman, Kathe Kölwitz, Goya, el mismo Cuevas, pero, modestia y aparte, mis únicas referencias en mi trabajo de aquellos años lo fueron mi propia libertad de realización y desconocimiento de la historia del arte.
LFQ: ¿Qué representa su larga estancia en Venezuela para su arte y la transformación que experimenta hacia un paisaje “emocional” si se quiere, cargado de una búsqueda de síntesis y del menos es más? ¿Cómo llegó a la escultura en ese tránsito?
CP: Llegué a Venezuela a finales de los años 60 y para aquel entonces ese país vibraba dentro del contexto latinoamericano como un crisol de investigación estética, quizás algo como lo que yo había observado en los planteamientos del Grupo 8 años antes, pero, con una fuerza adicional, la del arte geométrico, más pronunciada y en un país pujante en cuanto a galerías, museos, centros culturales, etc. En Venezuela fue que me cuestioné ¿si yo tenía que seguir toda mi vida solamente dibujando sobre papel la figura humana?, y he ahí que decidí no quedarme estancado y avanzar, investigar. Para ello, hice algo sumamente difícil, que era dejar atrás a mis «figuras humanas» tal y como ya eran conocidas. Eso me costó un gran sufrimiento, porque era como borrar mi pasado, hasta que un buen día de los años 70, decidí poner a volar a mis personajes en la superficie blanca de los papeles. Lo hice pensando en el tema de «Icaro y Dédalo». Eran figuras aladas y angustiadas en el espacio. Eso puede que haya tenido algo que ver también con la muerte de mi padre, que perdió la vida en un accidente aéreo en 1948. Yo mismo me reflejaba en aquellas figuras y fue así que descubrí que aquellas figuras las había dibujado tomando en consideración el espacio blanco del papel y comencé a darme cuenta del valor del paisaje. Tanto valor le concedí a ése paisaje blanco, que un buen día osé poner a un lado a mis «figuras humanas», convirtiéndolas en simples trazos que devinieron «aves en vuelo». Desaparecieron entonces mis figuras y me quedé dibujando solo trazos que devinieron algo así como gaviotas.
Arquitecto, 1971. Esmalte sobre papel. 49 x 58 cm. Foto cortesía del artista.
LFQ: ¿Cuándo surgió el tema del árbol, que ya habíamos tratado en aquella entrevista para la revista on line Museo del Árbol?
CP: Entonces, en efecto, me percaté estar trabajando el paisaje. Pero luego de esa corta serie de «aves en vuelo» las transformé en «nubes», cambiando de esmalte negro a esmalte blanco. Nubes blancas que me permitieron variar los fondos de mis papeles a más oscuros o tratados y de esa manera comencé a profundizar el tema del «paisaje». Comencé a hacer cuadros con el tema de montañas y más adelante de vegetaciones. Todo ello realizado de manera instintiva, a mi propio riesgo de invención de técnicas y descubrimiento de materiales. Comencé a realizar más que a dibujar. Sentí que avanzaba en mi carrera y me sentí seguro para trabajar sobre telas, fondos de madera, plásticos, láminas metálicas, etc., a los cuales apliqué todo material que cayera en mis manos, mecates, tornillos, arenas, alambres, etc. No se trataba de «pinturas» en el sentido tradicional, sino de «ensamblajes». Hasta que un buen día, en los años ochenta, me encontré con que las telas ya no me servían, dado el peso de algunos de los materiales con los que trabajaba y me vi obligado a construir cajas de madera a las cuales adherí toda suerte de piezas, trabajadas o encontradas, desechos de plásticos, metales, etc. con los cuales mis paisajes comenzaron a insinuarme «árboles». Árboles que muy pronto me hicieron pensar en lo escultórico, hasta que otro buen día dejé atrás los cuadros para saltar a lo volumétrico. De esa manera fue que me atreví inclusive a realizar una serie de árboles en bronce y otros de mayor tamaño, todos diferentes entre sí, que logré con variedad de materiales y que se instalaron en parques y jardines de colecciones en Venezuela.
LFQ: ¿Es de esos años que emprende la temática de los Paisajes Domésticos, tan importante en su imaginario?
CP: Algunos de aquellos «árboles» los plantee como árboles de pejivalle (uno de los cuales está en la colección del MAC) que me acercaron a mediados de los años 90 a pensar y a realizar un tema que nunca había trabajado: el tema del «Bodegón» de la gastronomía, el de la «Naturaleza muerta». Y he aquí que los supuestos frutos de algunos de aquellos árboles, que yo hacía con materias encontradas, dieron nacimiento a mis «Paisajes domésticos», porque yo los pensaba tal y como vemos los platos sobre las mesas, pero, igual que toda mi obra de toda la vida, eran inventados, jamás copiados. Es cierto que los primeros que hice tenían nombres que se aproximaban a «platos» conocidos, pero fueron sencillamente invenciones. Más adelante. cuanto ya había realizado muchos de platos, que jamás uno se pareció al otro porque ese ha sido mi plan de trabajo, no repetirme, sino siempre retarme a producir nuevas obras, éstos se fueron tornando más abstractos, más sugerentes, más misteriosos.
LFQ: Me parece que nos acercamos a aquella primera muestra suya en el Museo de Arte Costarricense, curada por María Enriqueta Guardia en el año 2004. ¿Fué su primer contacto con un carácter de sus creaciones al experimentar e investigar con nuevos materiales y lenguajes contemporáneos. ¿Cómo llegó a ese abordaje?
CP: Esos «Paisajes domésticos», más o menos en 1995, también me inclinaron a pensar en las «Ofrendas» que diferentes culturas del mundo siempre han utilizado para que un ser querido se lleve con el al más allá. Y fue así como, de pronto, me encontré pensando y realizando «objetos de culto», como los que el Museo de Arte y Diseño Contemporáneo de San José me exhibió en el año 2011. Es decir, comencé haciendo «platos de alimentos» y terminé profundizando en el universo de creencias humanas. Los «objetos de culto» son los responsables directos de que yo me haya acercado nuevamente al tema de la «figura humana», solo que en esta nueva ocasión, no a través del dibujo, sino a través de objetos encontrados que selecciono y trabajo en una aproximación de la «figura humana». Yo los denomino «Shamanes», «Fetiches», etc. Por eso es que la exposición que me han honrado montar en el Museo de Arte Costarricense 2014, que forma parte del Premio Teodorico Quirós Alvarado 2013, el cual me entregaron en el mes de Mayo de este año, exhibe solamente los dos extremos de mi producción a través de más de cincuenta años de trabajo: la «figura humana» dibujada sobre papel y la «figura humana» inventada a través de materias sólidas. Las primeras expresivas y dibujadas, éstas volumétricas y sugerentes.
Iluminado, 1972. Esmalte sobre papel. 57 x 44 cm. Foto cortesía del artista.
LFQ: ¿Qué tiene que ver su establecimiento en París para descubrir la riqueza que le brindan dichos materiales sintéticos para sus esculturas e instalaciones?
CP: En París, al igual que en Venezuela, yo me convertí en un buscador de materias factibles de re trabajar. En Francia he descubierto nuevas materias, plásticas, como los policarbonatos, que son recientes en mi trabajo y que constituyen la mayoría de las piezas que expongo en el «Museo de Arte Costarricense». Aunque parezca mentira, el policarbonato es una materia de gran durabilidad y belleza.
LFQ: ¿Por qué sus creaciones tridimensionales con ese carácter tan particular tematiza la gastronomía, la mesa, lo que se ofrece para engalanar al apetito?
CP: Son, como toda mi obra previa (y aspiro que futura) una forma de comunicación. Como lo es toda obra de arte que conlleva un mensaje. En mi caso, más que representar un plato definido o conocido, así el título de la obra lo parezca, son aproximaciones para que el espectador sea el que los invente, los acepte o los rechace. La mejor crítica que yo he recibido sobre mis «platos» fue la mirada socarrona y de alegría que le produjo uno de mis platos a una joven pareja en una feria de arte, esos jóvenes se murieron de risa con el plato que veían, mientras que a una dama, muy elegante y sobria que los vio de reojo, le logré apreciar una mueca de asco. Jamás había tenido una crítica de mi trabajo tan enriquecedora como aquella. Maravilloso, que algunas personas las acepten y otras las rechacen, porque lo más importante para mi de todo ello es que un trabajo puede aportar algo y es el observador el que determina si le gusta o no. Yo no hago obra para que guste o disguste. La hago por tratarse de un medio de comunicación que pueda aportar a la sensibilización.
Prestidigitadora, 1975. Esmalte sobre papel. 51 x 49 cm. Foto cortesía del artista.
LFQ: ¿Cuál fue la idea de contrastar -en esta muestra de la Sala de Exposiciones Temporales del Museo de Arte Costarricense- sus dibujos originarios en esmaltes sobre papel con ese carácter expresivo y gestual, con las nuevas propuestas escultóricas en materiales sintéticos?
CP: Solamente el de haberme descubierto como completando un ciclo con la «figura humana» como tema. Me pareció interesante proponérselo al museo y me alegra que lo hayan aceptado, porque eso quiere decir que, si yo comencé mi carrera en arte con la «figura humana» y ahora vuelvo con la misma, de ahora en adelante tengo el nuevo reto de inventar lo que debería ser mi trabajo futuro.
Carlos Poveda 2014. Foto de Mauricio Madrigal Guardia.
LFQ: Tal vez para concluir con este intenso acercamiento al artista, al intelectual, y magnífico interlocutor quien nos comparte su experiencia y abre las puertas para atisbar su pensamiento, y cuando Freud decía que “todo pensamiento es futuro”, ¿qué implica dicho futuro para Carlos Poveda?, ¿si posee un panorama o visión clara del pasado, puede proyectar cómo se ve en los próximos años?, ¿qué espera del arte?, ¿cómo observa los caminos trazados y decirnos qué le ofrecen o qué activan al afrontar esos nuevos desafíos?
CP: El futuro me está retando a continuar imaginando e inventando nuevas obras, para lo cual debo seguir investigando. Espero que el arte siga, como siempre creo que lo ha sido, un medio que acerque y ayude a sensibilizar al ser humano. Observo mi pasado y me hace feliz haber evolucionado aprendiendo de los errores, superándolos, en base a lo cual la meta es descubrir más y nuevas posibilidades.