La galería Farside de la ciudad de Miami (Estados Unidos), exhibe desde el 11 de julio y hasta el 30 de agosto 2015, la muestra El Mundo Ávila del pintor costarricense Ricardo Ávila, curada por el poeta y crítico de arte estadounidense Ricardo Pau Llosa. Desde sus inicios a mediados de la década de los años ochenta, este artista cultiva la pintura, el dibujo, las instalaciones, la intervención de objetos, creados desde su original estilo naíf, con metáforas que encienden desde sus entrañas, fuerza activadora que carga a su singular forma de creatividad.
Ricardo Ávila. Reinterpretación de la capilla Sixtina de Miguel Ángel, 2007. Acrílico sobre tela. 55 ¾ x 66 pulgadas.
“El Mundo Ávila” sin ser una exposición retrospectiva, el curador se propuso mostrar la variedad de sus líneas de trabajo: observaciones a la naturaleza, reinterpretaciones de grandes maestros de la historia del arte, pero sobre todo en dicho “mundo” está presente la ciudad, con la cual ensaya las vivencias de su propia existencia -con sus angustias o alegrías-, y aquellos pasos con los cuales él descubrió la poética de su lenguaje y conquistó importantes territorios para el su arte.
Dicho arte y en especial su pintura está presente en importantes colecciones, entre otras la de Gina Gallery –Israel-; Colección Mas –Francia-; Museo Snite de la Universidad de Notre Dame y Museo de Denver, Colorado, Estados Unidos-, está en el Museo de Arte Costarricense, Museo Teorética, Museo de Arte y Diseño Contemporáneo, entre otras. En el presente 2015 exhibió “Observador Urbano” en el Museo de Arte Costarricense, muestra memorable en tanto por primera vez exhibe de manera individual en un museo. Además, expone en la muestra “Arte Naife de las Tres Américas”, Museo de Arte Naive de la Costa Azul en Francia. En 2003 expuso en la Tercera Bienarte, de ahí fue seleccionado para la Bienal Centroamericana 2004 que en esa ocasión se realizó en el Museo de Arte Contemporáneo de Panamá. Distinguido con el Premio Nacional de Pintura Aquileo Echeverría por su muestra “Ciudades 2012”, Galería Nacional en San José, Costa Rica.
FARSIDE –dirigida por el Doctor Arturo Mosquera, además de albergar “El Mundo Ávila” publicó un importante catálogo con textos del curador en inglés y español, fotografías a todo color de cada una de las piezas exhibidas y otros rigores propios de ese carácter editorial. Pau Llosa, en su exquisito ensayo, explica las fortalezas y complejidades del arte y mundo del pintor, teoriza sobre la manera en que el artista elabora las metáforas que tanto nos sorprenden y empoderan, así como otras figuras de la creación que enriquecen su singular lenguaje:
“El Mundo Avila, como todo sistema unificado, reta la coherencia con el azar, y vice versa. Su primordial enfoque temático, más que la ciudad propiamente, son las normas y pautas que nos apresan y a su vez liberan en las redes de la vida social. Los colores estridentes de la vida urbana contemporánea, alentada por el comercio, nos sobrecogen, como también lo hacen los patrones que, a primera vista, parecen imposibles de reconciliar. Los autos y sus reflejos en las pistas mojadas se alinean como dientes apretados. Casas, edificios, y calles transitadas se entrelazan para formar tapices de formas intrincadas”.
Y es que –como lo capta el curador Pau Llosa-, la ciudad impresiona fuertemente al artista, es un punto de atracción y/o repulsión, nos atrapa a los espectadores quienes atentos apreciamos la composición del cuadro, lo seguimos en cada pieza, en cada interpretación de ese tramado de convivencias que mutan constantemente en esa urbe contemporánea.
“El edificio moderno –prosigue el curador-, se dobla y gira como las ramas de un árbol, y ambos referentes a menudo se funden en uno. Desde cada ventana una cara, como las de una tira cómica, nos mira directamente asegurando así el impulso universal a observar y atestiguar. Rara es la pintura en la que una figura humana representada no mire directamente al espectador”.
La Costa Azul, Francia, 2014. Acrílico sobre tela. 48 x 42 pulgadas.
La obra de este gran artista centroamericano nos sume en la reflexión, nos mueve a interrogarnos sobre los significados y delante de los cuales nos sentimos inquietos por lo que en apariencia es algarabía fiestera pero por debajo engulle la paradoja que desestabiliza, pues también existe su dosis de crítica la cual nos hace apreciar a las urbes como pantallas mediáticas atizadas por el comercio y las estrategias del mercado, otra forma de dominación y pugnas de poder que es capaz de concientizar el arte de nuestros días. Ese rasgo se debe a la profunda necesidad del pintor, de Ricardo Ávila, de entablar comunicación, son como un grito de auxilio ante tanta estrechez, pero por otro lado demostrar al mundo sus talentos ayer cercenados por aquellas condiciones y vivencias de su pasado hostil, cuando deambuló por las ciudades buscando un gesto de esperanza y bondad. El ensayista agrega a este aspecto:
“En una paradoja iluminadora—de muchas que hay en su obra— Ávila perfila la inescapable soledad de nuestra condición, aun en un mar reverberante de observadores aparentemente atentos, e inclusive cómplices, de la manera en que los imaginamos y, por ende, los hacemos reales. A su vez, las reglas de la existencia en sociedad, en las metáforas de edificios y calles, se solidifican en círculos, vértices, y grupos de células. En algunas obras, la ciudad se convierte en una corona floral suspendida en el aire; a través de los espacios abiertos de sus parques y plazas, como roturas en una bandera, vemos el cielo. Es como si la reflexión de nubes que vemos en nuestras fuentes, estanques, y charcos urbanos conllevara la mente imaginativa y su contexto urbano hacia un cielo idealizado. La ciudad, y no la naturaleza, es la musa de Ávila—variable, tramposa, reverenciada, elevante, degradante”.
En otra zona de la exposición, Ávila suma -a esta percepción que advierte el curador- las reinterpretaciones de las pinturas de Miguel Ángel, Rubens, mostradas en la propuesta con gran desenfado y gracia propia de su estilo y técnica; lo hace con un ludismo muy genuino. También se exhibe una pieza muy singular con cangrejos y tortugas, como para no olvidar el lugar de procedencia y niñez allá en la zona del Caribe Costarricense. Son en suma hermosas esas recreaciones de la costa con las criaturas y repastos marinos y aguas de intensa cromaticidad, aparecen en una serie anterior a las ciudades, y en murales pintados en hoteles, escuelas, bibliotecas en distintos puntos del país.
Otro momento intenso de la exposición en FARSIDE, corresponde al resumen expuesto de su cuaderno de bocetos con visiones pintadas en 2011, con la provocación que para él representó el año 2012, cuando tanto se dijo de los Mayas y el final del mundo: edificios encorvados, derretidos, la Torre Eiffel, la Estatua de la Libertad de Nueva York, el León de Venecia, el Reloj del Big Ben, entre otras visiones, se volcaron hacia abajo como afectado por una hecatombe. Por fortuna no sucedió nada de aquella predicción mundial producto de la finalización de un período del tiempo para los mayas, pero fue un punto de inflexión para muchos artistas, dicha percepción prevalece en la pintura de Ávila, precognición quizás de esta crisis actual que aun no nos abandona y cuyos estertores se advierten en las manifestaciones del terrorismo islámico, de la crisis en la cuna de la cultura occidental, de los desastres por las afectaciones a la ecología del planeta, y otros provocadores que también encienden la reflexión del mundo del artista.
Tal vez para terminar con este comentario, pienso en lo que vendrá y en el significado que implica la realización y producción de esta muestra para Ricardo Ávila, pero también en el trabajo y tesón puesto por el curador, el galerista y el grupo de artistas que lo apoyó allá en Miami, todo fue posible porque ellos creen en su arte, y buscan abrirle más cauces para que fluya esa intensa y abundante forma de creatividad.