Conversar con Gabriela Valenzuela es como estar a una wireless zone, donde se ingresa a las redes y de inmediato nos vinculamos con el mundo. La idea, en principio, fue entrevistarla para esculcar su aventajado talento de hacer múltiples cosas, como el diseño, pero ella, sumida en un estado de Insight adelantaba las respuestas sin haberle preguntado nada. Es una de esas personas tan inmiscuidas en su trabajo que explota el don de advertir el cómo, el qué, el cuándo, que nos atañe como diseñadores, clave para la producción y comercialización. Transita por un poliedro de naturaleza muy diversa: como haberse dedicado a las artes dramáticas, a las estrategias comunicativas de la fotografía, el diseño de moda; con agudeza perceptiva, estética y funcionalidad ofrece consultorías sobre el comportamiento de los mercados -“merchandising”-, ahora aborda el diseño de productos.
Gabriela Valenzuela, diseño de productos. Fotografía cortesía de la diseñadora.
Historia personal
Evoca situaciones muy lejanas, como las inmediaciones del distrito capitalino de Zapote donde hoy en día se encuentra la casa presidencial, ahí estuvo el hogar de sus padres. Hurgó -con miradas de esas que alberga en cada pliegue de la memoria-, el taller de su madre, apasionada por la costura elegante. “Mi madre, recuerda, hacía traer finísimas telas, por eso distingo al tacto un buen casimir “Cachemira”, telas francesas procedentes de Lyon, producidas por “Guigu”, sólo Dios sabe lo que costaban”. Explica que a las señoras adineradas de San José el precio no les importaba, especialmente si era su mamá quien las vestiría para una gira al extranjero. Añade que su madre, esperanzada en su aprendizaje, en cuanto llegaban las telas las desempacaba para que ella sintiera la suavidad y el olor de la Cachemira; “todavía ese olor no se me olvida”.
Con la misma emoción infantil de descubrir y apropiarse del mundo, Gabriela relata cómo abría añosos cajones de madera repletos de transistores, antenas, micrófonos -pues su padre don Jorge Valenzuela fue uno de los pioneros de la radio y televisión en Costa Rica. Evoca el tintinear de conectores y cristalinos tubos con luces intermitentes en el estudio, con escenografías, luminiscencia e indumentaria afín. Su hermano mayor, Carlos, arquitecto, emergía de esa zona creativa con pinturas y construcciones escenográficas que dejaron profunda huella en la perspectiva que ella iniciaba a dibujar en sus sueños de adolescencia y el primer desafío de comprender o estar enchufada al mundo; el segundo fue estudiar artes dramáticas en Madrid.
Gabriela Valenzuela, diseño de productos. Fotografía cortesía de la diseñadora.
Lapso europeo, el periodismo de moda
Complementó sus estudios de teatro mientras se desempeñaba como modelo para “El Corte Inglés”; cruzó vínculos con fotógrafos y se integró a notorios colectivos de cine, literatura, danza, viviendo un amplio sentido creativo. París estuvo marcado en su itinerario de vida, por un lado le pareció una vivencia cargada de exotismo inmersa en el ajetreo de la moda e intentos de vincularse con el cine; pero la intensidad de esa etapa la asustó, decidió dejar la capital francesa para establecerse en Bruselas y estudiar Periodismo. Paralelamente a la universidad belga, se desempeñaba como agente de fotógrafos de moda.
Pasaron tres años de nutridos contactos con el sector del vestido, por lo que se desplazó al centro del comercio e industria italiana, Milán, donde colaboró para la revista de moda “Línea Italiana” de Mondadori, buscaba modelos, fotógrafos, orientaba conceptos, hasta que se observó así misma redactando y proponiendo sus propios enfoques. Una vez superado aquel incipiente lapso, colaboró proyectando conceptos editoriales para la distinguida revista Vogue Italia.
Gabriela Valenzuela, diseño de productos. Fotografía cortesía de la diseñadora.
Nuevos enlaces editoriales y transición a América
Vinieron las vinculaciones con Valentino, con Armani, Basile, Kritzia, y otras luminarias montadas en el carruaje del buen vestir. Siempre en Italia, trabajó para “Alta Moda”, exigía su presencia en previos, desfiles, merodear los grandes acontecimientos del sector, mientras ideaba la conceptualización creativa para las apresuradas sesiones de fotografía y el despliegue de modelos. Pero una vez más surgió otro desafío con el sector periodístico, la prestigiosa revista Harper ́s Baazar Italia, la nombró corresponsal en Nueva York para observar de cerca las colecciones de los diseñadores norteamericanos en el sector de alta moda.
Gabriela Valenzuela, diseño de productos. Fotografía cortesía de la diseñadora.
Lapso importante, cruce entre ir y venir de Europa y Estados Unidos; pero ella buscaba algo más, la instigaba una luz interior que alentaba su naturaleza, sus deseos estaban puestos en el escenario y la actuación. Decidió registrarse como aprendiz en The Actor Studio, que aunaba lo mejor de la escena en la gran manzana. Gabriela aclara: “Existe una escuela de cine y teatro que se llama Lee Strasberg Actor Studio Institute, que no hay que confundir con The Studio, esta no es una escuela, es un laboratorio de práctica para un grupo mundialmente exclusivo de actores profesionales; se reúnen en un coloquio matutino dos veces por semana durante el invierno, en un ambiente confiable, en el cual sus compañeros de “arena” pueden ayudar, criticar o omitir en la creación de un personaje. “Studio” tiene un programa de “aprendices” que ya en si es difícil ser escogido, después de un recorrido un poco doliente entre tráigame esto y siéntese atrás y no opine…, tuve la ocasión de participar para mi primera y segunda audiencia, para la cual Shelly Winters fue cruel conmigo. En mi tercera audición (se trató de hacer el monólogo de un loco) ya dentro de Studio, Ellen Burstin (la madre en el exorcista), a sólo unos minutos de la puesta escénica, con las luces todavía en “dim”, sentada en primera fila central, ella me extendió la mano pidiéndome que me acercara y dijo welcome to The Actor’s Studio.
Mientras actuaba, el escenario era un campo de batalla interior, disyuntiva de romper con sus compromisos milaneses para establecerse en Nueva York. Además, fue en ese intersticio que emergió con fuerza la idea del diseño. Su trabajo siempre bordeó un perfil que la llevó a la representación de fotógrafos, modelos, actores y actrices; todo ligado a los asuntos del diseño de moda.
Gabriela Valenzuela, diseño de productos. Fotografía cortesía de la diseñadora.
Tras su estilo de vida
Se casó con el presidente ejecutivo de una compañía de modas norteamericana, a su lado inició el trabajo como agente de mercado, tener que retornar a circuitos, como al europeo, que conocía bien. Pasó una vez más de ser diseñadora a mujer de negocios, entablar nuevos vínculos profesionales y moverse entre contratos con diseñadores. Ese juego de ajedrez la llevó a desmantelar la colección de la compañía para reinventarla, e incluso, reinventarse a sí misma. En apoyo a su marido se convirtió en directora creativa, ocupándose de publicidad, relaciones públicas, desfiles, conceptos; armazón necesaria para toda empresa y exigentes mercados.
Su esposo, diestro en el ámbito de la industria del vestido, inventó el proceso de la seda lavada, y la ropa lavada; requería cálculos precisos en cuanto a la tecnología y el aprovechamiento de materias primas. Viajaron a Japón tras conocer los tratamientos tradicionales de la seda; desafío que los llevó a nuevas mezclas y otras posibilidades en la producción de prendas del vestido. O sea, significó regenerar el tejido de la seda insertando nuevos patrones en una ingeniería que introdujera a las exigencias contemporáneas del vestir cómodo, flexible, pero siempre elegante.
Gabriela Valenzuela, diseño de productos. Fotografía cortesía de la diseñadora.
Persiguiendo ese saber, trabajaron con textileros italianos en Prato, investigando la tecnología local que los llevó a idear una “microfibra”, mezcla de lycra con seda, la cual a su vez introdujo el concepto de ecología dentro del lenguaje de la moda. Al respecto, agrega: “Lo que se buscaba era innovar la textura de la seda que es muy veraniega, y convertirla en contrincante con la lana invernal para las colecciones de otoño e invierno; en ese tiempo no existía todavía mezclas de lana y seda/cachemira, seda y lycra/seda y velluto/alpaca, lycra, seda y rami. Después se crearon las texturas, houndstooth, crinkle crepe, shifu, corduroy. La empresa Go Silk trabajó con compañías italianas y francesas para desarrollar textiles mezclados con seda. Estas mesclas desarrolladas en Europa se llevan a China para su proceso en nuestras fábricas de textiles, un despliegue enteramente impulsado y financiado por Go Silk. Hoy en día miles de compañías en el mundo disfrutan de este desarrollo produciendo colecciones de moda basadas en todo ese arcoíris de textiles mezclados con seda.
Gabriela Valenzuela, diseño de productos. Fotografía cortesía de la diseñadora.
El mundo, gimnasio para las ideas
No amedrentó su ir y venir por el mundo. “Trabaje –agrega Gabriela Valenzuela- en un proyecto durante mi trayectoria como diseñadora general de Go Silk, para idear una fragancia propia, eso se hizo en la fabrica de Perfumes “Fragonard” en Grasse Francia, un pequeño pueblo en los Alpes Marítimos que hace perfume desde 1792”.
Por otro lado, el conocimiento de materiales como los botones de ojo de buey, los abalorios, la concha nácar, intensificó una búsqueda por saber más sobre los procesos naturales y ecológicos; en China le interesó saber desde cómo los artesanos quitan la seda a los gusanos, hasta ver como se alimentan las orugas del árbol.
Gabriela argumenta: “Existe una desguarnición del material de “madre perla” para hacer los botones usados en prendas de lujo, la técnica no sólo agota la existencia de la concha nácar si no que también es un proceso muy contaminante, las personas que trabajan son seres humanos sin mera protección social, con muy bajos recursos. En nuestra compañía se utilizaban de seis a siete millones de botones anuales, con enorme responsabilidad social. Nos llevó a desarrollar productos y accesorios para las prendas que conllevasen una base mas ecológica y responsable. Ahí nacen proyectos como el algodón híbrido sembrado en Guatemala en colores que se producían directamente de la planta, o el investigar los ojos de buey de los cuales hicimos botones; hoy en día se les llama botones “coroso”. Decidimos investigar maneras de teñir nuestra seda, con tintes naturales, técnica que se usaban en el medio evo”.
Gabriela Valenzuela, diseño de productos. Fotografía cortesía de la diseñadora.
Aquella estadía en Oriente movió a ampliar el uso de tintes naturales en la impresión digital sobre seda, para usar, por ejemplo, el tinte de la “mariquita”, la salvia, el índigo, colores que al mezclarse entre sí tiñen una exquisita paleta de fucsias y otros matices vibrantes; son procedimientos no agresivos con el producto y estimulan un mejor fluir en esa entropía característica de la naturaleza.
Diseño de productos y “Heartwood”
La gestión empresarial llevó a la compañía a alcanzar las dimensiones de un gigante de las finanzas, pero una vez más Gabriela necesitó una transformación que les permitiera vivenciar a plenitud la vida familiar; ocuparse, sí, de los negocios, pero desde otro frente creativo: construir con encomio los llevó a “licenciar” aquella pujante empresa de la moda, para establecerse definitivamente en Costa Rica.
Pero el motivo que la llevó al diseño de productos artesanales fue también bastante circunstancial: “Mi hija, al nacer, recibe una finca para la preservación del bosque lluvioso en Sarapiquí, cuando llegamos a visitarla, el vandalismo se había ensañado con los árboles, y, sin poder llevárselos, los dejaron abandonados no permitiendo el paso. Se mandaron a cortar en trozas descubriendo en el proceso, que era madera de Guayacancillo”. Al percatarse del valor económico de la madera, decidió que se mantuviera en una atmósfera seca, preservándola de la humedad y agentes patógenos. En ese instante ella no sabía qué hacer con aquellas piezas, pero enamorada del producto escandinavo moderno, decidió fabricar un producto utilitario para el hogar, por lo que aquella necesidad de preservación, fue un motivo más para la producción artesanal. Las piezas fueron adquiridas a excelente precio por un arquitecto neoyorkino, y vinieron otros encargos; aparecieron en revistas que divulgaban el sentido o concepto del diseño contemporáneo, con la distinción de ser fabricados en un país como Costa Rica, no sólo reconociendo el respeto hacia la naturaleza, sino pensando en la ecología del producto y su vida futura.
Gabriela Valenzuela, diseño de productos. Fotografía cortesía de la diseñadora.
Marco para los productos
Gabriela es crítica de los programas de reforestación del país, e incluso, de impulsos gubernamentales hacia los sectores artesanales, cree que son incoherentes e incentivan un desarrollo desordenado que pueden dejar colar el germen de la corrupción. Advierte la necesidad de un programa tendiente a fortalecer la conciencia del vivir actual, en comunión con el ambiente, su historia, cultura y sociedad.
Trabajó con artesanos de Sarchí, del sector de la madera. En la comunidad indígena de Curré, zona Sur del país, orientó la producción de textiles con una técnica ancestral, centenaria y olvidada. Contactó talleres que elaboran el cuero, la cerámica, el metal, el vidrio, las fibras, gestionó capacitación para artesanos que trabajan a su lado en Playa Tamarindo, Guanacaste, y trajo desde Nueva York a destacados artesanos para darles capacitación técnica. Una de las primeras estrategias para fortalecer la presencia en los mercados internacionales, fue contratar un stand en la Feria del Mueble de Nueva York, el ICFF Show -tan famosa como la Feria del Mueble de Milán. Se admira cómo una mesa diseñada en su estudio junto con otros productos, fueron vendidos en todo el mundo, publicados en revistas de diseño interior, arquitectura y diseño industrial. “Nos inclinamos hacia un stand artístico, en un feria muy creativa de tendencia “high-tech”, lo nuestro fue como un “flash back” con un sentido mas humano. Desde Maya Ying Lin (La famosa arquitecta del “Memorial de Vietnam”, hasta Peter Einsenman hicieron fila para visitarnos”.
En paralelo, durante esos años, la Philipps la contrató para atender aspectos de comunicación de marca, packaging, mercadeo, distribución, consultorías en “Trend Merchandising and Design”.
Gabriela Valenzuela, en su taller. Fotografía cortesía de la diseñadora.
Conclusión
Los días soleados en las localidades costeras del Pacífico Norte costarricense se avivan con la presencia de turistas que llegan de todo el mundo a disfrutar la cálida atmósfera, las pardas arenas y aquellas aguas en cuyas crestas revolotean cientos de aves y arriban trozos de conchas, caparazones de moluscos y repastos marinos. Existe un comercio de artesanías y productos evocadores para el visitante extranjero y nacional de una procedencia, en tanto recordarán en ellos una geografía de rojos malinches, frondosos higuerones, robustos guanacastes, y el ganado que apacienta en la extensa bajura que redibuja la horizontal del paisaje o el zigzagueante trazo de los montes. Ahí, en ese entorno, Gabriela Valenzuela posee su tienda-taller “Heartwood”, en la entrada a Playa Langosta, y la villa donde habita -que como aquel manto oceánico colma su estancia de amor por lo que hace y produce con la poesía de una vida serena pero intensa.
Magnifico articulo L.F. Quirós, y maravillosa experiencia la de Gabriela Valenzuela. Necesitamos mucho de personas con esa potencia creativa y esa capacidad de concreción de sueños! Gracias.
Me gustó mucho el artículo Luis, sobre todo que al ir leyéndolo fue entrando en mi memoria la experiencias con telas, maderas, naturaleza, pintura y olores con que he convivido desde chiquita en que jugaba con barro y plantitas en los paderones de mi casa en Alajuela. Felicitaciones a Gabriela Valenzuela, una exquisita experiencia de vida y ejemplo de creatividad.