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Victoria Cabezas en el MADC/CR

Entrar a la Sala 1 del Museo de Arte y Diseño Contemporáneo (MADC) nos permite apreciar la muestra “Propio y Ajeno” de Victoria Cabezas, quien con delicadeza y humor comparte al público un carácter de la investigación autoreferencial, donde atisbar al otro a través del proceso, en un espacio de revisión a su carrera donde fructifican las recurrencias del lenguaje, y sus elaboraciones del arte de hoy con el uso de materiales muy singulares.

Victoria Cabezas, Propio y Ajeno, Sala 1 del MADC, marzo-mayo 2012. Foto LFQ por cortesía del MADC.

Interrogantes y otras motivaciones
Su propuesta, activadora de grandes cuestionamientos a la vida actual, nos instiga a tratar de respondernos y buscar nuestras propias respuestas a ¿cuál es la naturaleza de su aproximación a lo popular a través de una narrativa simbólica donde se transparenta nuestra forma de ser delante de las tradiciones y creencias, tales como el “portal de Belén”, el “pasito”, las series de luces de los arbolitos navideños y las acumulaciones de objetos religiosos tan significativos en el paisaje interior del seno familiar? Implica preguntarnos si ¿eso es propio o es ajeno?, o, ¿cómo argumentar una propuesta de los setentas del siglo pasado que se reinventa hacia lo contemporáneo utilizando mecanismos y herramientas propias de lo mediado por la tecnología con el uso de pantallas, video, cajitas de música, entre otros -hablamos de su “Jardín de las delicias (instalación con ladrillos de concreto, arena y peluches, 1973, colección del MADC) que, la artista, al graduarse de maestría en Pratt Institute, asimiló como lenguajes de la vanguardia newyorkina tan importantes en esos años.

Vista general de la muestra Propio y Ajeno de Victoria Cabezas en la Sala 1. Foto LFQ por cortesía del MADC.

Una de las fotografías de Victoria Cabezas sobre los portales navideños que demuestran ese abordaje al sentimiento de lo popular, en este caso subido en la canasta de un auto de servicio público. Foto por cortesía del MADC.

Nos propone indagar quizás sobre su particular manera de llenar esos intersticios existentes en el lenguaje con ánimo irónico y jocoso conceptualismo; abre el signo de la incertidumbre sobre la conciencia cuando nos devuelve el significado y éste nos golpea en tanto es un objeto antojadizo que se lanza sin saber hacia dónde, ni cuándo, pero que se sabe retornará.
Me pregunto ¿por qué jugar con la noción del gusto de masas relacionado al kitsch, a lo obvio pero así perverso que, como la ciudad que cohabitamos instiga a la discordia, al disenso, a transitar por esa filosa arista del abismo de los procesos mentales? ¿Cuánto pesan esas experiencias personales en el andamiaje que soporta la obra, para que sean asimiladas con nuestras propias contingencias al esclarecer la naturaleza de esos frutos del lapso creativo?

Varias fotografías sobre las acumulaciones de objetos y luces de los árboles navideños. Foto por cortesía del MADC.

Son muchas las preguntas que se mueven como holones en el espacio de la sala y que al ir decantando esa singular forma de arte detonan y nos hacen ir y venir, como las aguas marinas borran las huellas para dejar una alfombra limpia donde entretejer las nuevas interpretaciones. Me interrogo, ¿qué es más valioso, sentir el vértigo ante las interrogantes con que nos emplaza, o, indagarse a uno mismo como perceptor al sentir la fuerza de aquel símbolo bananero erguido en el espacio del museo delante de una pared pintada de negro, cuya cáscara, abierta en flor, es tratada como un preciado textil hecho de plumajes de aves, telas signos de los ardides de seducción, que inyectan sensualidad o desencadenan contradicción ante los referentes de la historia política, económica y social de este istmo?

Una de las más recientes reinterpretaciones de su “jardín de delicias” en alusión a nuestra condición de repúblicas exportadoras del banano. Foto de LFQ por cortesía del MADC.

Victoria Cabezas, “Jardín de las delicias”, 1973, instalación de la colección del MADC. Foto de LFQ por cortesía del MADC.

Victoria Cabezas, “Sorpresa”, 1973, instalación. Foto de LFQ por cortesía del MADC.

La batalla de la interpretación
Las respuestas las tenemos que encontrar ahí, entre las impactantes cuatro paredes de la sala 1 del MADC, entretejidas con la museografía y las tácticas de la curadora María José Chavarría de entablar diálogos entre los conjuntos expuestos cuyos ámbitos combinan el uso del color, o las sensibles tersuras de esas telas, los dorados, los mecanismos, cartas y otros documentos de estatura jurídica, todo en tensión con los signos de la feminidad y los conceptos que vinculan y disparan las interpretaciones. Las respuestas resuenan, son como ecos que, como dije, van y retornan exacerbados por el poder de la mirada.

Victoria Cabezas, “Banana Cabaret”, 2002. Foto de LFQ por cortesía del MADC.

Victoria Cabezas, “Historia Oficial”, 2000, ensamble. Foto de LFQ por cortesía del MADC.

Victoria Cabezas, “¡Qué lindo marco!”. Foto de LFQ por cortesía del MADC.

El fruto de lo asimilado
Me queda el deseo de indagar aún más sobre lo que proyecta esta artista sobre lo anudado entre las capas de su deriva, leer otras pistas de ese camino por recorrer colectando rastros del ser -el suyo y el nuestro como acusa el título de la muestra. Advierto otro resquicio que, en general, se presenta también en otros artistas que exhiben sus indagatorias en proceso, tiene que ver con la alternativa de llevar más allá de los bordes a esos simbolismos que a veces parecieran dar vueltas en sí mismos, tal vez deconstruirlos para recomponerlos con otros verbos, o interjecciones hacia sentimientos profundos donde se edifica el lenguaje y encuentran sustento las cogniciones, que es lo que al final permanece en la conciencia, o se recuerda después de la visita al museo, será quizás el motivo para sorprendernos ante el gran fin, el fruto, la esencia, en tanto las ideas son muy buenas pero no encuentran pivotes, o conjunciones que las catapulten hacia el encuentro sin fin de la creación contemporánea que asemeja a aquella viñeta del perro que va tras la caza de su propia cola.
 

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