En todo el tiempo que llevo dentro de esto del diseño industrial nunca he dejado de escuchar la expresión “de diseño”. Una tienda “de diseño”, muebles “de diseño”, una cocina “de diseño”, una batidora “de diseño” o un restaurante “de diseño”. Lo curioso, no es que lo escuche de gente totalmente ajena al mundillo sino que a veces se escucha de boca de los propios diseñadores; y es que es una expresión que, con el tiempo, se ha ido popularizando. Pero, ¿qué significa que algo es “de diseño”?
En teoría, se usa como sinónimo de “vanguardista”, “actual” o “contemporáneo”. Puede querer decir “atípico”, “nuevo”, “atrevido”, o simplemente que alguien, normalmente el diseñador, ha proyectado previamente cómo iba a ser estética y funcionalmente el producto (o espacio) con un resultado fresco e innovador.
Pero ¿es que acaso todo lo que se fabrica no es “de diseño”? A poco que alguien se haya parado a pensar cómo iba a ser el producto (con mayor o menor acierto) esto ya es diseñar, sea contemporáneo y vanguardista, o no. En muchos casos, la expresión se ciñe a la parte estética, cuando nos referimos a algo muy diferente (cuanto más de asemeje a una nave espacial, mejor) pero que, seguramente, no entendamos muy bien o sepamos cómo se usa ni para qué. El problema no es cómo llamemos a las cosas, el problema se da cuando es el propio diseñador el que tiene la iniciativa de hacer algo “de diseño”, porque esto querrá decir que se va a preocupar sólo de la estética y esto no es diseño, esto es arte. El objetivo sería hacer una forma más o menos gratuita sin ninguna base, con el único fin de ser transgresor y poder llamar la atención. No nos podemos olvidar que uno no diseña para sí mismo, sino para los demás.
Todo objeto industrial está diseñado, por lo tanto creo que se podría decir que todos los días nos rodean cosas “de diseño”.
Juicy Salif de Philippe Starck, para Alessi (1991).