En el mundo del diseño, en muchos casos, lo local se confunde con lo global y lo global con lo local. El acceso a diferentes culturas es más fácil tanto para diseñadores como para empresas y con ello se intenta enriquecer los nuevos conceptos. Así, la incorporación del lenguaje local muchas veces trata de ser un valor añadido que diferencia el objeto dentro del vasto mercado. En la actualidad, en un mundo donde la información vuela y llega a todas las partes del globo en segundos, puede llegar a ser incluso difícil diferenciar los atributos locales de los objetos.
Emocionalmente hablando, un producto con rasgos locales de algún tipo, nos vincula a un lugar concreto, puedes sentir que de algún modo perteneces a un grupo reducido de personas, y pertenecer a una minoría es siempre diferente y por lo tanto más exclusivo, más auténtico. No obstante, los objetos dejan de contarnos una historia cuando se frivolizan las tradiciones o se extrapolan tópicos locales al mundo global rompiendo para siempre la conexión con su lugar de origen. Debemos ser cuidadosos y responsables a la hora de diseñar, porque los objetos también forman parte de la cultura popular, tratar de unificarlo todo no hace sino perder riqueza cultural y si no somos conscientes de lo que se pierde, todo lo que se gane carecerá de valor.
Jardinero. Zaanse Schans, Holanda
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