¿Alguien se acuerda de Paco Buyo? Probablemente sí, un referente del fútbol español ¿Y sabéis quién es Calatrava? Un arquitecto ahora en boca de todos… ¿Y Victorio y Lucchino, los modistas? ¿Y Carles Francino, el periodista? ¿Y Miguel Bosé, el cantante o Guillermo Toledo, el actor? ¿Y alguien sabe quién es Jaime Hayón? Y si nadie conoce a Jaime Hayón, es razonable pensar que pocos serán los que conozcan realmente la disciplina del diseño. Y no porque Jaime sea el diseñador perfecto, aquél que abandera el modelo actual de lo que es diseño. Más bien lo contrario. Pero nos guste o no, Jaime Hayón es uno de los abanderados del sector a nivel estatal y, aún así, a la que salimos de la burbuja del diseño, pocos saben quién es.
Y ése es uno de los grandes problemas del diseño. Que nadie sabe qué es, para qué sirve o en qué se basa. Que no esté a la altura del periodismo, la arquitectura o el deporte. De esa manera, es difícil que se valore el trabajo del diseñador y, evidentemente, que se reconozcan los buenos diseñadores más allá de los medios especializados en el propio sector.
Según Bruce Mau, “el diseño es la capacidad humana para planificar y producir los resultados esperados.” Se trata de un proceso basado en unos principios establecidos que permite resolver problemas complejos de una forma innovadora. Es una disciplina capaz de modificar los hábitos de los consumidores, que tiene un gran potencial para transformar la sociedad, que permite plantear escenarios deseables de futuro, que es catalizador de cambio. El diseño nos envuelve. Nos hace sentirnos seguros en un automóvil, nos permite estar cómodos en casa, nos ayuda en tareas difíciles, nos facilita la vida diaria, nos da felicidad e, incluso a veces, nos puede llegar a salvar la vida.
Se diseñan coches, se diseñan sofás y lámparas, se diseñan ordenadores, se diseñan peladores de patata y neveras, se diseñan cometas, revistas y parques temáticos, se diseñan bisturís y hospitales. Pero también se diseñan procesos de participación ciudadana, se diseñan contenedores que permiten transportar agua en África, se diseñan smart cities, se diseñan campañas revolucionarias anti-tabaco, se diseñan zapatos compostables, se diseñan servicios compartidos y colaborativos, se diseñan estrategias para promover el consumo local de alimentos.
Todo eso hace el diseño.
Y la mayoría de la gente sigue pensando que el diseño es puro estilo, algo que tan solo pueden permitirse las élites, algo que añade un valor superfluo. Y ni siquiera conocen a Jaime Hayón. Diseñadores, algo estamos haciendo mal.