Esas metáforas con patas. A punto de terminar el siglo XX, un ladrón entró a robar en una iglesia del norte de Bogotá. Eran las primeras horas de la tarde y probablemente llovía. El párroco intentó defenderse como pudo, es lógico. El ladrón tomó en sus manos una figura policromada del Niño Jesús y golpeó con ella la cabeza del sacerdote hasta la muerte.
El valor de uso puede presentarse como exquisito concepto económico o como fulgurante destello de intuición. Desconocemos la formación académica del asesino, no podemos aventurar qué pasó por su mente; ni siquiera sabemos si la iglesia tenía alarma, además de campanario.
La población criminal, y más concretamente los criminales reclusos, saben muy bien que cualquier objeto puede servir para otra cosa, en su caso para escapar.
No hace falta ser criminal para hacer semejante descubrimiento; cualquier situación de nuestra existencia en la que se junten la necesidad y el silencio nos permitirá liberarnos de la memoria compartida y encontrar lo que andamos buscando.
Presos, enfermos, campesinos, pobres de solemnidad, pastores, náufragos y niños se quedan frecuentemente a solas cara a la tremenda tarea de seguir existiendo.
Es en ese instante decisivo, ajenos a todo condicionamiento social, cuando pueden realizar la operación más temida por sus semejantes, la más arriesgada, la más valiente: cambiar el nombre de las cosas.
—Esto no es una cuchara —dice el preso—. Es una pala que abrirá un túnel bajo la cama, mi salvación.
—Esto no es un CD —dice el campesino—. Es un espantapájaros que evitara que pierda la cosecha, mi salvación.
—Esto no es una caja de cartón —dice el pobre—. Es una casa en la que viviré hasta que se la lleve el viento, mi salvación.
—Esto no es una bañera —dice el pastor—. Es un abrevadero donde nunca faltará agua para las cabras, su salvación.
—Esto no es un tronco —dice el náufrago—. Es un barco sin vela, mi salvación.
—Esto no es una almohada —dice el enfermo—. Es mi amor dormido, mi salvación.
—Esto no es un palo —dice el niño—. Es un caballo con el que voy a escapar, mi salvación.
En esta historia todos se salvan, hasta las cabras.
Si les parece, creo que ya ha llegado el momento para que hablemos del arte y de la condición del artista. Sí, le escucho.
Texto: Grasa Toro
Fotografías: Pep Carrió
ABREVADERO. Corralejo. Guadalajara
PORTAPINCELES. Muro. Mallorca
ESPANTAPAJAROS. Robleluengo. Guadalajara
PINZACUENTA. Bar Bosch. Palma de Mallorca
SALVAMANTELES. Posada del Ocejón.Campillo de Ranas. Guadalajara
CAZARENACUAJOS. Roblelacasa. Guadalajara
COLUMPIO. Cadalso de los vidrios. Madrid
PUERTA. Roblelacasa. Guadalajara
ALMACEN. Corralejo. Guadalajara