Si mi memoria no me falla, César Astudillo -a quien conocí cuando ambos fuimos parte del jurado de los Premios Nacionales de Diseño 2019 y al que sigo desde entonces en Twitter y, más recientemente, en Telegram (1)- escribió en una ocasión algo así como que el Diseño tenía que superar el pecado original de tanto como ha contribuido a la Sociedad de Consumo.
Se me quedó grabada la idea, la até a lo que sentí la primera vez que oí hablar de la obsolescencia programada y empecé a interrogarme sobre mi propia aportación a la misma (2). Hoy entono aquí un mea culpa.
Con mi empresa de diseño para Internet, cocreada en 1998 con el diseñador web Daniel Caballero y completada con un equipo de entonces jóvenes creativos gráficos, desarrolladores informáticos y documentalistas generadores de contenidos, he producido cientos de sitios web que hoy ya no existen en la red de redes, más allá de algunos pantallazos en la Wayback Machine (3).
Tengo mi estudio lleno de sedes y portales muertos, enterrados en discos blandos que luego fueron sustituidos por otros más compactos y duros, seguidos de copias en DVD y, más recientemente, en discos duros externos. Unidades de almacenamiento repletas de archivos no funcionales con miles de gráficos, millones de líneas de código, textos y enlaces, que no sé por qué guardo ni hasta cuándo conservaré.
Y no hago el cálculo de las horas de trabajo humano, el consumo energético y otros input, que no me quiero amargar.
En mi mentalidad de hoy, como agente de transformación circular en ciernes gracias a Nicola Cerantola (4), compartiendo su visión holística para contribuir a un nuevo sistema productivo, lo más grave de todos estos residuos computacionales es que fueron creados con dinero público, fondos europeos en numerosas ocasiones.
Aclaro que no estoy hablando de sitios web que renueven su estilismo o modernicen sus tecnologías, algo que los diseñadores digitales tenemos más que asumido, sino de grandes inversiones para proyectos estratégicos diseñados con el mismo defecto: contemplaban la puesta en marcha y varios años de funcionamiento, pero no su sostenibilidad una vez que los fondos se acabasen y, con ellos, el acompañamiento y el liderazgo de quienes los gestionaban.
Me estoy refiriendo a complejas plataformas para, por ejemplo, fomentar el turismo rural, la artesanía, la revitalización de un barrio multiétnico, la cooperación internacional,… Donde los recursos económicos y humanos se enfocaron, sobre todo, hacia la identidad gráfica y la marca, los desarrollos tecnológicos, la comunicación externa y, si procedía, el marketing, dejando en segundo o incluso tercer plano asuntos fundamentales: el diseño de los servicios ofrecidos, la involucración temprana de la comunidad o comunidades concernidas, la medición de los resultados, no solo para rendir cuentas a Bruselas, sino para hacer prospecciones a la luz de los datos…
Hablo en pasado, pues hace algunos años que trabajo en otra escala y solo con clientes receptivos a este mensaje: «si va a incorporar a un diseñador, hágalo desde el principio; si va a poner en marcha un proyecto, atienda a su sostenibilidad».
Es en este contexto donde espero terminar mi etapa productiva y, si puedo, redimirme. Aunque, sobre pecados del diseño, mortales y veniales, he de volver, en una siguiente entrega.
Para entendernos mejor
[Enlaces visitados: 27/06/2021]
(1) César Astudillo, aunque se define a sí mismo como un outsider, es un docente entregado a la causa, especialista en diseño centrado en la persona, prolífico tuitero bajo @cesarastudillo y con un nuevo canal en Telegram de prometedor título: «Diseño estratégico en voz alta».
(2) La difusión del concepto hoy está bastante generalizada y hay abundante material en Internet, pero el documental «Comprar, tirar, comprar», de Cosima Dannoritzer, fue clave para entender la obsolescencia programada: (enlace)
(3) Si alguien no la conoce todavía, le maravillará saber que existe una organización sin ánimo de lucro que está documentando las páginas web en un enorme archivo abierto a consultas que ya guarda cerca de 600 mil millones: (enlace)
(4) Fundador de Ecologing, Cerantola y su equipo han hecho un gran despliegue durante la pandemia para acelerar el proceso de sensibilización hacia la economía circular y la formación online en Ecocanvas, su completa metodología de acompañamiento a personas emprendedoras, empresas e instituciones que quieran «circularizarse»: (enlace).