África es el continente que cuenta con la mayor brecha digital del mundo, y sin embrago las políticas de cooperación para el desarrollo que siguen los países del norte, incluso los propios gobiernos africanos, aún se centran -únicamente- en combatir la pobreza económica como si esta fuera el único elemento a tener en cuenta para la promoción del desarrollo comunitario. Sin embargo, a estas alturas del siglo XXI la solución de los problemas socioeconómicos pasa necesariamente por procurar una transformación estructural capaz de reducir también la brecha digital.
En las próximas décadas, un tercio de los jóvenes del mundo -nativos digitales- vivirán en África, y esto supondrá una gran fuerza laboral disponible para las empresas tecnológicas o para el desarrollo de empresas o tecnologías digitales propias africanas.
Pero la tecnología per se no aporta nada si sus resultados no se adaptan a las necesidades de las personas, de su entorno, de su cultura y de sus infraestructuras. Importa tanto desarrollar tecnologías como ser capaces de proponer aplicaciones creativas de las mismas ajustadas a las necesidades, y sobre todo a las limitaciones, de los usuarios. Los africanos jóvenes -el 60 % de la población, nada menos- están extremadamente motivados por encontrar soluciones contemporáneas a problemas contemporáneos, pero se ven obligados a desarrollarlas en un entorno muy tradicional y con pocos recursos. Para ello además deberán reconocer los problemas locales, estudiar a fondo sus orígenes y circunstancias, y desarrollar soluciones basadas en la tecnología global adaptándola de forma creativa a su entorno. No lo tienen fácil.
Uno de los casos de éxito más relevantes de “innovación basada en las infraestructuras locales” se desarrolló en Kenia, se ha exportado a varios países del entorno y es conocido como M-Pesa. Cuando uno viaja por Kenia, Tanzania o Uganda en cualquier comercio, por modesto y remoto que sea, encuentra en un lugar destacado del mismo un número asociado a la marca M-Pesa.
-¿Tiene usted M-Pesa? -preguntan a menudo cuando vas a pagar en un comercio-…¿no? pues…(que fastidio por que…) no tengo cambio….
Y sin darte más explicaciones salen malhumorados a la calle en busca de cambio -que no es fácil- y por un buen rato te dejan plantado en mitad del comercio y a cargo de su negocio.
M-Pesa consiste en un sistema de pago mediante el móvil convencional basado en la tecnología del SMS que no requiere disponer de acceso a internet ni de un smartphone para funcionar. En Kenia, y en casi todos los países africanos, la mayoría de los móviles no son smartphones, y solo el 30% de la población tiene acceso a internet o a servicios bancarios. Sin embargo, con este fiable y extendido sistema de pago por SMS cualquier persona con un móvil, por viejo que sea, en cualquier lugar puede realizar transacciones económicas. Introduces el importe, pones la clave del comercio y…¡dinero enviado y recibido al instante! Ríase usted de nuestro “bizum» que para operar requiere acceso a internet, una aplicación para entrar en tu banco, poner tu clave, introducir en tu agenda o seleccionar el teléfono de tu contraparte, esperar un SMS de confirmación, introducirlo, y finalmente poner tu clave de pago….o sea superar un montón de retos tecnológicos y armarse de paciencia. Aunque pensándolo bien, en ocasiones es mejor eso que acudir personalmente a un banco a que te maltraten y denigren.
Otra de las variantes tecnológicas que nos sorprenden a los europeos al llegar a África es la gran cantidad de antenas parabólicas que pueden verse incluso en las casas más modestas. En el norte rico hemos tenido capacidad y tiempo para ir implementando las nuevas tecnologías conforme estaban disponibles, pero en los países empobrecidos, en muchas ocasiones antes de haber podido incorporar a su vida un avance tecnológico, este ya ha quedado obsoleto y superado por otra nueva tecnología. Los europeos, que disponíamos de teléfono por cable y televisión mediante repetidores y antenas, veíamos natural disponer de estas tecnologías. En este punto, para nosotros disponer de una parabólica era casi un exceso o un lujo y no una necesidad, porque ya teníamos resueltas nuestras necesidades básicas de comunicación sin necesidad de dicha parabólica. Pero la velocidad con las que se suceden los avances tecnológicos a veces da una oportunidad a los perdedores, y les permite saltarse un paso y abrazar una nueva tecnología antes que otros, que ya tenían cubierta esa necesidad. Es lo que pasó en África cuando la telefonía móvil permitió conectar fácilmente cualquier lugar remoto que jamás hubiera sido conectado con cables y postes.
Aun sucede -y debería avergonzarnos- que cuando vemos que un inmigrante sin recursos posee un smartphone lo reprochamos como si esto fuera un exceso o un lujo que no le corresponde (pero a nosotros sí) sin darnos cuenta de que esa tecnología ya es una prótesis imprescindible para las personas -sean pobres o ricas-, y probablemente el único hilo que lo mantiene unido al mundo.
La brecha digital en África también alimenta la desigualdad socioeconómica. Hoy en día la digitalización resulta imprescindible para el desarrollo de cualquier iniciativa de salud, educación, alimentación, energía o competitividad.
En este continente las cosas nuevas que nos trae la tecnología o el progreso son adoptadas rápidamente por las personas y fusionadas con sus tradiciones como en ninguna otra parte del mundo.