«¿Me permite? Es que tengo un problema de espalda y no puedo estar sentado sin poner los pies en alto. No es chulería… ¿No tiene una banqueta? ¿Algo donde reposar las piernas? ¿Le molesta que los ponga aquí? Muchísimas gracias. Es usted muy amable. ¿No tendrá una taza de té caliente? Es que en esta postura y con una taza de té sería la gloria. Y disfrutar de estas glorias en esta vida tan perra es quizá lo único que una puede esperar. ¿No tiene té? No se preocupe. No, no hace falta que mande a buscarlo. No estará aquí tanto tiempo. Me conformaré con esa media gloria que es descansar los pies en alto. Muchas gracias por permitirme subir las piernas. No sabe cuánto se lo agradezco. Pero sí, iré al grano. ¿Qué sabe usted de nuevas tecnologías? Qué tontería, seguro que está al cabo del día como el que más. Su profesión se lo exige, claro. Ahora todas parecen exigirlo. Mejor. Así será más fácil. Entonces seguro que conoce las reivindicaciones acerca de los ciberhumanos. ¿Algo ha oído? ¿Sí? Genial. Así será más corto. Claro, claro, tampoco hace falta que sea tan corto. Como usted diga. No se preocupe, que yo le doy todos los detalles que necesite. Todo para que usted se haga la mejor composición del caso y vea si le interesa y puede hacer algo. Esperemos que sí. Ese es el motivo de mi visita, efectivamente. Seguro que se acuerda de Immanuel Bostrom, ¿verdad? Entonces recuerda cómo empezó todo, cuando Bostrom decidió auto-trasplantarse la microbiota de un atleta de élite y un ganador del Nobel en economía. Vaya a saber cómo, consiguió muestras fecales de ambas figuras y, ni corto ni perezoso, se provocó una diarrea descomunal con el objetivo de expulsar su propia… pero sí, tiene razón obviemos los detalles. Es una historia conocida por todo el mundo, claro que sí. Abrió telediarios y apareció en todas las primeras páginas. Pero ya se sabe que la memoria de los medios y las audiencias es corta… y quizá haga falta que le recuerde que debido a la intervención tuvo que ser hospitalizado y hoy continúa en coma en un hospital de Detroit, creo, pero más importante para nosotros es que incluso encontrándose en estado vegetativo fue acusado por el Fiscal General por Atentado contra la Naturaleza Humana en primer grado y condenado por el Tribunal de Primera Instancia, sin que hasta el día de hoy nadie haya recurrido la sentencia. ¿Que no hace falta que se lo recuerde? Sin duda estoy ante la persona adecua… De acuerdo, me ceñiré a los hechos. No pensé que le disgustarían los comentarios personales, disculpe; sólo pretendía ser amable. Bien, prosigo. Bostrom fue el primero; pero como ya sabe después vinieron otros. Francesca Singh y Ilina Minerva fueron detenidas mientras reclutaban voluntarios para criogenizar en su laboratorio casero; Matías Rakić fue expulsado de su puesto en la universidad y después arrestado por robo de placentas para el cultivo de seres humanos. Y estos son sólo algunos de los casos que vinieron después. Bostrom no era el lobo solitario excéntrico que los medios quisieron hacernos creer, y mucho menos un loco en busca de fama o algo así. Todos ellos eran miembros de la por entonces incipiente comunidad antropo-hacker de la Costa oeste. Todos postulaban la superación del humano mediante la tecnología. Pero no eran teóricos, ellos hacían cosas. Y según el gobierno «cosas peligrosas». Cosas que un cualquiera de la calle no debería ni pensar, mucho menos hacer. El Congreso firmó la Ley para la Conservación de la Naturaleza Humana, que tipificaba durísimas penas de cárcel para cualquier experimento antropo-hacker. Con la salud pública como excusa, trataba de impedir que un ciudadano de a pie pudiera modificar su naturaleza ya fuera genética, química, biológica, mecánica… de cualquier modo. Empezó la caza de brujas. Más de cien miembros de la comunidad fueron detenidos, acusados de atentar contra la naturaleza humana. No entro en detalles porque sé que lo recuerda. Usted estuvo allí, cuando declaró en televisión que aquella ley era en realidad la «ley del monopolio estatal de lo humano» fue una inspiración para todos nosotr… Sí, tiene razón, otra vez me he desviado del tema. Disculpe de nuevo. Sí, sí; ya voy acabando. Es usted una persona muy ocupada. Nada más lejos de mi intención que robarle más tiempo. ¡Faltaría más! Le pido disculpas de nuevo. Sigo, sigo, no se preocupe. Aunque tampoco sé si hay que ponerse así por una disculpa… El caso es que estoy aquí, y ya acabo, porque la comunidad hoy sigue operando, aunque sea bajo el radar. Y desde su dirección creen que ha llegado el momento de contraatacar. Queremos llevar esa ley del monopolio estatal de lo humano al Tribunal Constitucional y queremos que usted se encargue de ello. ¿Qué le parece? Para nosotros sería un verdadero honor que aceptara nuestra propuesta. Nada podría satisfacernos más. Estamos plenamente convencidos de que si alguien puede conseguir tumbar esa ley, ese alguien es usted. Sí, ya vuelvo al relato, no hace falta que me diga nada. Ya me he disciplinado, ya ve. Sigo, sigo. Sin ánimo de condicionar su trabajo, hemos adelantado una línea de trabajo. Humildemente, creemos que es un camino prometedor. No tiene por qué aceptarla, claro está. Seguro que a usted se le ocurren muchos otros y mucho mejores. ¿De qué se trata? Voy, voy. No mire más el reloj que ya acabo. Voy. Seguro que también conoce que hay filósofas que opinan que los avances tecnológicos nos van a permitir la mejora moral del humano, que intervenciones genético-químicas podrían hacer de nosotros una especie con un umbral moral más elevado. Bien, nosotros estamos de acuerdo; pero con una salvedad. Pensamos, y estamos plenamente convencidos de ello, que esa mejora moral sólo puede ser el resultado de una potenciación del animal humano. Sólo una mejoría del animal humano, con capacidades cognitivas más desarrolladas, puede derivar en una mejoría moral. De hecho, que el animal humano sea más moral que un animal no-humano, se debe a las superiores capacidades cognitivas del primero. Eso es indiscutible. Pero veo que ya no quita los ojos del reloj. Ya acabo. Los emolumentos. Sí, hemos llegado a esa parte espinosa de la conversación. Pero que hay que tratar, dado el mundo que vivimos. Seguro que llegamos a un acuerdo. Sí, sí; voy al grano. Dado que somos una comunidad decreciente, esa ley del monopolio estatal de lo humano nos ha hecho un daño inmenso, no contamos con fuentes de ingresos notables, por lo que nuestros fondos son pocos… Ya se imagina. Así que le proponemos «trabajar a éxito», es decir, cobrar en función del éxito de la operación. Si conseguimos derogar la ley, usted cobra todo lo que desee. Y no sólo eso, le pagarán esos humanos mejorados resultado de los muchos experimentos que tenemos en cartera. Cuando nazcan, claro. Pero puede confiar en nosotros: seremos una comunidad moralmente mejor después de la potenciación de nuestras capacidades. ¿Qué le parece la fórmula? ¿Está de acuerdo?»
Y tú, ¿crees que ese humano potenciado será moralmente mejor? ¿Por qué? Estaremos encantados de leerte desde #DiseneticaExperimenta y @Disenetica en Twitter.