No es difícil imaginar que dado el tiempo suficiente todas las redes neuronales del mundo terminen conectadas a otras, configurando una gran red neuronal planetaria (o interplanetaria, porque para entonces ya habremos exportado tecnologías inteligentes más allá de nuestra atmósfera).
Sería la mayor entidad inteligente (MEI) jamás creada.
Imaginemos que tras hacer un descubrimiento trascendental para la especie humana, esa entidad supra-inteligente pretende comunicarse con los humanos. Portadora de un mensaje de importancia extrema para la especie, fundamental para su supervivencia, o se hace escuchar o la humanidad está condenada a perecer.
¿Cómo lo haría, cómo conseguiría esa MEI trasladar su mensaje a toda la humanidad? ¿Buscaría al interlocutor más válido, capaz de comprender el argumento en toda su profundidad, para que ese humano lo expandiera a toda la humanidad? ¿O, al contrario, adaptaría su expresión y quizá su fondo para que fuera comprendido por toda la humanidad, o al menos por una gran parte?
Supongamos que opta por la primera solución: buscar al interlocutor humano más capacitado para recibir y expandir el mensaje. El primer problema al que se enfrentaría sería definir los criterios de selección de dicho humano. ¿Ha de primar la inteligencia y la comprensión o la capacidad de emisión, de hacerse escuchar? ¿Es más importante que comprenda los matices y repercusiones del mensaje o la velocidad de transmisión del mismo?
Si MEI elige la primera opción, buscar al humano más inteligente, el humano1, sin duda lo haría en el lenguaje más preciso posible para evitar malos entendidos. Así nada desvirtuaría el contenido del mensaje, sólo así se aseguraría su perfecta comprensión. Y el único lenguaje capaz de propiciar una perfecta comprensión es el lenguaje de la matemática. Como dijo Galileo: «Las matemáticas son el lenguaje en el que dios escribió el universo».
Sin embargo, esa estrategia es problemática. El humano1, ese humano privilegiado que habría entendido perfectamente el mensaje, se enfrentaría al mismo problema que MEI: ¿Debería encontrar al siguiente humano más capaz, el humano2? ¿O debería optar por el mejor portavoz?
Si ese humano opta esta vez por buscar al mejor portavoz quién le asegura ser comprendido. Recordemos otra vez lo dicho por Galileo y, sobre todo, que tardó 359 años en ser comprendido, el tiempo que ha tardado en ser exonerado por quienes lo condenaron por blasfemo.
Luego el humano2 optaría por buscar al humano3, el siguiente en la sucesión de capacitados. Este, frente a la misma encrucijada, optaría por buscar al humano4, quien a su vez buscaría al humano5, y después vendrían el humano 6, 7, 8, 9… así hasta completar toda la humanidad.
¿Cuánto tiempo tardaría el mensaje en llegar al humano8.000.000.000? Si, supongamos, MIE optimiza tanto el mensaje que sólo toma 1 segundo en la transmisión entre el humanoN y el humanoN+1, alcanzar a toda la especie tomaría 8 billones de segundos, es decir, 253,5 años. Demasiado tiempo para un mensaje urgente.
Luego MIE optaría por la segunda vía, la velocidad de transmisión del mensaje. Ahora bien, ante la posible pérdida de matices y la consiguiente falta de comprensión, ¿cuánto debería simplificar el mensaje? Desde luego, cuanto más simple más rápida su expansión. Spinoza afirmó en su Tractatus que las sagradas escrituras habían sido dictadas de forma que pudieran ser entendidas por toda la humanidad, sin distingos de capacidades.
Pero cuanto más simple un mensaje, más probable de ser incomprendido. Recordemos que Spinoza también fue acusado de blasfemia y, sobre todo, que aún no ha sido exonerado.
Y, como bien sabe MIE, esas escrituras son el texto peor interpretado de la historia.
Y tú, ¿qué estrategia habrías tomado? ¿Por qué? Estaremos encantados de leerte desde el #DiseneticaExperimenta y @Disenetica en Twitter.