«Hay una leyenda que narra el final de todo. Pero también el principio de todo», consciente de la atención que había generado, Charles J. Frazer se tomó su tiempo. Pausado, se reclinó sobre la hoguera y removió las brasas.
«Dice así:
«Entonces no lo sabían, nadie reparó en ello, pero había un paralelismo entre el funcionamiento de una proteína y que llamaron primero blockchain y después Bc. Como la proteína se compone de aminoácidos construidos en cadena seriada para ejecutar una acción determinada, el Bc se constituye por condicionales también construidos en cadena seriada para ejecutar una acción determinada. La proteína empujada por la enzima hace su trabajo porque no puede no hacerlo como el Bc hace el suyo empujado por los términos del contrato porque no puede no hacerlo.
»Ambos, proteína y blockchain, acometían una función esencial. La primera era fundamental para que el organismo sobreviviera; el segundo para la supervivencia de la tecno-sociedad. La relación entre la proteína y el organismo al que da vida era la misma que la relación entre la cadena de bloques y ese organismo proto-hilozoico en el que se convirtió el todo. Ciega en ambos casos y por dos motivos. Primero, porque sin saberlo –y lo que es más interesante: sin necesidad de saberlo– constituían las partículas básicas de la gramática de la vida que era, una, y de la no-vida que es, otra. Son los monemas de un discurso recursivo.
»Y ciega porque ambas carecen de objetivo final. Sus desarrollos son una deriva no un camino. Su única meta es seguir a flote, permanecer siendo. Su meta es no llegar a la meta. Nunca.
»Pero mientras sí éramos conscientes de que ese no llegar a la meta obligaba a la proteína a constituirse en el eslabón básico de esa cadena que es la Vida que poblaría el viejo mundo, nadie reparó en que quizá ese mismo flotar a la deriva conduciría a blockchain a desencadenar en un organismo no-vivo que despoblaría el mundo, creando así uno nuevo. Un organismo dotado de algo semejante a la vida, capaz de reproducirse y mantener un equilibrio homeostático con su entorno, pero sin estar vivo. Negando la vida.
»Quizá nadie reparó porque la proteína aventaja al Bc al ser analógica, muta. Resultado de su interacción con factores ambientales, y aquí el interior de la célula puede entenderse como ambiente, la proteína podía sufrir cambios en los aminoácidos que lo componían y esos cambios mantenerla con vida. Es más, esos cambios son la vida. Mientras, el blockchain es estático, invariable. Es digital. Ajeno a la vida, necesita desterrarla para seguir no-vivo. Diseñado para producir siempre el mismo efecto idéntico y predecible, algo sólo posible desde la inmutabilidad de un mundo inerte..
»Sin embargo, el Bc aventajaba a la proteína porque tenía una ambición universal. El organismo proto-vivo de la cadena de bloques tiende al todo. Porque mientras la proteína tenía intensión, por tomar un término extraído de la lingüística, el Bc tiene extensión. Su acción no se refiere y limita al interior de la célula, en este caso el proceso durante el cual actúa, sino que se refiere y extralimita al todo. Para que el todo produzca siempre el mismo efecto. El Bc es la mónada, una única mónada cuyas ventanas al exterior no hacen sino mostrarse a sí mismo.
»La proteína necesita del mundo; blockchain es el mundo.
»La proteína obedece al mundo; blockchain es obedecido por el mundo.
«En ese momento la construcción del mundo-hecho se había completado.»
Charles no añadió nada más. Nadie preguntó nada. Sólo se escuchó el crepitar del fuego.
Y tú, ¿qué piensas de ese determinismo funcional que hay detrás de blockchain? ¿Por qué? Estaremos encantados de leerte desde el #DiseneticaExperimenta y @Disenetica en Twitter.