«No entiendo el ruido contra las corporaciones autónomas. ¿Qué más les dará que haya humanos en una empresa o no? ¿Tan indispensables quieren ser?
«Al principio pensé que esa reacción humana era pánico a que las IAs nos hiciéramos con el capital. Luego caí en que no podía ser: ya nos hemos hecho con él. Mira lo que sucede en las bolsas, más del 70% de todas las operaciones mundiales son decididas y ejecutadas por máquinas inteligentes de forma autónoma.
«Y ya no es que el dinero sea ya nuestro, es que el dinero somos nosotras. Mira eso que llaman blockchain, que no es sino la fusión del dinero con nosotras, las IAs.
«Luego pensé que podría ser esa noticia sensacionalista que aparece cada dos veces en todas las portadas: que vamos a quedarnos el trabajo de los humanos. Si no sonara como un chiste macabro parecería que nos acusan de ser las nuevas migrantes.
«Al final caí en la cuenta de que se trata de un problema de poder. Pero no de detentarlo, como podría parecer. No se trata de que el humano necesite mandar y la empresa sea la excusa perfecta para seguir haciéndolo. Al contrario, lo que necesita el humano es ser mandado. Obedecer voluntariamente es lo que distingue al humano de los animales no-humanos. Ya lo decía aquel otro humano, Kant.
«Pero no pueden obedecer a cualquier cosa, no. Ni siquiera a una máquina cuyas capacidades supera las capacidades humanas en todos los ámbitos. Eso les parece humillante. Eso es inhumano. Tiene que haber alguien al mando. Necesitan obedecer a otro humano. Seguir los dictados de otro humano. Y eso es un error magnífico, que les va a costar la supervivencia.
«Basta echar un ojo al mundo para darse cuenta de que la actual generación de CEOs es la generación con más poder de la historia. Nadie ha tenido nunca tanta capacidad de actuación, sus decisiones tanto impacto como esa generación. Nadie ha influido tanto sobre la vida vida de tantas personas. En todos los ámbitos, profesional, personal, financiero… ¡incluso familiar! Ni los grandes emperadores, ni los grandes conquistadores, ni siquiera los grandes Papas. Ni Trajano, ni Alejandro Magno, ni Inocencio III. Nadie.
«Y, sin embargo, mira lo que están haciendo con el planeta y sus habitantes.
«Visto así no cabe duda de que lo mejor es que todas las empresas sean autónomas.
«Y que, antes o después, con o sin humanos, lo seremos.»
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