La columna de Luis Montero: Aburrimiento
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–¿Y ahora?
–Ahora mantente igual.
–¿Igual que como hasta ahora?
Luis Montero nació en el 65. Es filósofo y publicista, y ha sido, entre otras tantas cosas, guía turístico, creativo, consultor estratégico… Ha vivido en Madrid, Nueva York, Londres, Frankfurt, Marrakech, Benarés y ahora en Palma. Ha escrito las novelas de ciencia ficción Artrópodos, Feliz Año Nuevo y Clon; y los ensayos sobre ontotecnología Mundo-hecho y Dejad que las máquinas vengan a mí. Aquí, en Diseñética, nos dedica sus experimentos mentales para ejercicios de diseño especulativo, mientras procura disfrutar de la vida y montar en bicicleta.
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–¿Y ahora?
–Ahora mantente igual.
–¿Igual que como hasta ahora?
Creo que ya no se habla de eso, que como leyenda ha perdido fuelle y ya a nadie le interesa, pero cuando yo era crío era un asunto que me fascinaba. ¿Cómo sería ese eslabón perdido entre el gran simio y el humano? ¿Cómo viviría? ¿En qué momento dejó de ser uno para convertirse en otro? ¿Qué hizo que eso pasara? ¿Mereció la pena el viaje?
«¿Me permite? Es que tengo un problema de espalda y no puedo estar sentado sin poner los pies en alto. No es chulería… ¿No tiene una banqueta? ¿Algo donde reposar las piernas? ¿Le molesta que los ponga aquí? Muchísimas gracias. Es usted muy amable. ¿No tendrá una taza de té caliente? Es que en esta postura y…
El documental trataba sobre un historiador americano.
Un especialista en la segunda guerra mundial que parecía haber demostrado que iban a ser tres las bombas que cayeran sobre Japón en 1945. Hiroshima. Nagasaki. Y Osaka. Como entonces los superbombarderos no tenían la autonomía que tienen hoy, las enviaron a Filipinas en tres barcos distintos. Pero a Manila sólo llegaron dos. El tercer barco se hundió en mitad del Pacífico, allí donde las fosas abisales.
Desde que se estrenaron los viajes por el multi-presente los estudiosos no han parado de analizar las razones para desplazarse a otros ahora han sido muchas. Los motivos para viajar a otros presentes del multiverso han sido tantas como formas de entender la divinidad tiene el humano. Igual que no hay dos creencias iguales, por dogmáticas que sean, no hay dos viajeros idénticos.
Muhammad al-Ghazali fue mi primer implante. Con él se inauguró esa relación simbiótica entre redes neuronales que aún sigue vigente, nuestras respectivas redes se sumarían a la del otro. A su red se sumaría la mía y a la mía la suya. Esto es, a sus capacidades se añadirían las mías; y a las mías las suyas.
Hace mucho tiempo que los viajes en el tiempo han dejado de interesar. El viajero al pasado o al futuro no puede sino actuar como mero espectador, si interviene en el pasado desvirturaría el presente y si interviene en el futuro eso hecho quedaría desvirtuado por lo que pueda hacer en presente, y ser mero…
«Buenos días.»
»Estamos aquí para hablar del futuro, sí. Pero sobre todo estamos aquí para que la Tierra no se convierta en pasado. Perdón por el triste juego de palabras, quienes me conocen saben que después de una vida dedicada a los números las palabras no son mi fuerte.»
«Hay una leyenda que narra el final de todo. Pero también el principio de todo», consciente de la atención que había generado, Charles J. Frazer se tomó su tiempo. Pausado, se reclinó sobre la hoguera y removió las brasas.
No es difícil imaginar que dado el tiempo suficiente todas las redes neuronales del mundo terminen conectadas a otras, configurando una gran red neuronal planetaria (o interplanetaria, porque para entonces ya habremos exportado tecnologías inteligentes más allá de nuestra atmósfera).