Frente a lo bello, lo delicado y lo irreverente. Feo, fuerte y formal. Tres ideas y un único concepto: Tratar de ser creíble y confiable. Porque lo que proyectamos es importante y por ello detrás de cada impacto comunicativo, de cada gesto y de cada expresión debemos tener en cuenta que emitimos una serie de rasgos por los que nos identifican. Esta entrada de Diseño en serio es una reivindicación de la normalidad, de lo correcto, de lo esperable. En la picota, la proyección de una imagen estereotipada del diseño.
Feo, frente a lo bello. Porque el ideal de belleza es polifacético, y porque ya no tiene sentido la belleza por la belleza. Aspirar a la belleza es tan lícito como excluyente si nos ceñimos a la obtención de solucaiones que sólo ahonden en este atributo. En cambio, un buen enfoque podría ser la comprensión de lo bello como lo resuelto, evitando así la complejidad de lidiar entre los ideales de belleza y extendiendo el número de atributos que deben ser considerados a la hora de diseñar. La idealización de la simetría en la naturaleza convive también con la valía de la imperfección y con su desarrollo caprichoso. A veces, las mejores soluciones son las inacabadas y que dejan abiertas infinidad de posibilidades, o las que no persiguen una satisfacción estética per se. Además, ser autores también de lo feo amplía nuestro abanico de posibilidades de actuación. Qué poco sexy puede ser a veces diseñar determinado instrumental médico, y que interesante -y necesario- al mismo tiempo ¿verdad?
Fuerte, frente a lo delicado. ¡No lo toques, es de diseño! ¿Cuántas veces hemos asumido que el diseño compromete la factibilidad técnica o la viabilidad económica de una solución? Demasiadas. Se trata de un cliché que no dejamos de alimentar desvinculando la deseabilidad del resto de atributos clave de una solución. Los diseñadores no podemos rehusar de la tarea de resolución técnica que requiere un proyecto. Aunque es esencial que el diseñador trabaje de forma colaborativa con otros perfiles, no puede supeditar a otros el aterrizaje y la entrega de una solución. Vincularnos en exclusiva a soluciones refinadas, al límite de su viabilidad nos pone en el mismo escenario que mostrar nuestro malestar ante la incomprensión por parte del resto del mundo que nos rodea: La endogamia. Debemos mostrar fortaleza y resolución. Soluciones robustas y capacidades sólidas.
Formal, frente a lo irreverente. Sofisticado, chic -léase shic, ya saben-, fresco o sugerente. O lo que es lo mismo: Ilegible, incompleto, caprichoso o tendencioso. Palabras vacías si se emplean por sí solas como descriptores de una solución, y muy peligrosas si las empleamos para definir lo que hacemos los diseñadores. Más madera si lo que queremos es despertar dudas entre nuestros interlocutores; la sociedad y los sistemas productivos. ¿Por qué priorizar nuestra autoexpresión en lugar de favorecer el entendimiento de nuestro receptor? Hubo un tiempo en el que precisamente lo actitudinal captaba la atención de los focos. El desenfado y la irreverencia como actitud se extendió hacia unos ámbitos en los que, en lugar de sumar, penalizaba. La imagen del gurú tocado por la diosa creatividad, en ocasiones disfrazado -literalmente- para la ocasión, no funciona en todos los contextos. Dotar de carácter a una solución no está reñido con la formalidad, pero desgraciadamente es muy fácil etiquetar una solución por lo primero. Por ello, la formalidad, el saber estar, el rigor y el método pueden ser una excelente carta de presentación.
Quizás priorizar la estética, el refinamiento o el carácter contestatario tenga sentido como proyección de la actividad profesional del diseño en determinados contextos, ¿Pero acaso la resolución, la fortaleza o el rigor no lo tiene en todos?