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La columna de Emilio Gil: Mi primera visita a un museo

La columna de Emilio Gil en Experimenta. Hoy:

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Hace años, tal día como hoy, “Día Internacional de los Museos”, el Ministerio de Cultura -por mi relación con el MNAD- me pidió colaborar aportando mis recuerdos sobre una primera visita a un museo, con el objetivo de realizar un documental que recogería los testimonios de diferentes personas sobre esta experiencia.

Al releer lo que de forma muy esquemática aporté en aquel momento sobre mi primera visita al Museo Nacional del Prado me ha resultado revelador caer en la cuenta de las sorpresas que pueden producirse con el paso de los años en el devenir profesional. En febrero de 2019 en mi estudio, Tau Diseño, empezamos a diseñar la comunicación del Prado incluida la gráfica de las exposiciones que desde entonces se han realizado en el Museo.

A continuación, transcribo las palabras que pronuncié entonces, cuando todavía no imaginaba que un tiempo después iba a tener el privilegio de trabajar para esta institución cultural española de enorme prestigio internacional: 

Mi primera visita a un museo seguramente fue al Museo Nacional del Prado con la profesora de Historia del Arte del Instituto Cardenal Cisneros cuando cursaba 5º de Bachillerato.

Recuerdo la impresión que me produjo mi primer contacto con El Bosco, la cabeza de perro de Goya, y el juego infinito de profundidades -capas diríamos con lenguaje actual- de “Las Meninas” de Velázquez… Desde aquel día nos convertimos en amigos para siempre.

Cómo era el Prado entonces
“Entonces existía una forma distinta de presentar la colección (de lo que ahora se llama “leer” la colección”) dónde como escribió Eugenio D’Ors en ‘Tres horas en el Museo del Prado’, “reinaba una disposición a la vez orgánica y estable”.

“Un Museo no es un órgano de historia, sino de cultura. Quiere decir que en gran modo conviene a un Museo no cambiar a cada instante. La mudanza, si bien se mira, es lo contrario de la mejora” (Eugenio D’Ors).

Las exposiciones temporales
En aquellos años no existía el recurso a las exposiciones temporales que ahora nos parece algo habitual en la programación de un Museo. De alguna manera el gran público “descubrió” El Prado gracias a la antológica sobre Velázquez del año 1990 que coordinó Manuela Mena (entonces todavía no se empleaba el término “Comisario”).

La tienda
Otro aspecto relevante es que la tienda de los muesos en general -y del Prado en concreto- no tenía la importancia actual, en que se ha convertido en un medio más de financiación y en un polo de atracción para consumidores compulsivos.

Lo que queda después de una primera visita a un museo
“Cada vez estoy más convencido de que el gran arte nos afecta físicamente: nos arrebata, nos vulnera, y cuando nos apartamos de él, cuando dejamos el cine o el libro o salimos de la galería o de la sala de conciertos, sigue actuando sobre nosotros, afecta nuestra manera de andar y de mirar, quizás incluso nuestro comportamiento”. (Antonio Muñoz Molina) 

Y algo no tan evidente
“El mayor fruto de una visita de tres horas al Museo del Prado está seguramente en la necesidad de volver”. (Eugenio D’Ors)

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