Con un gran premio de 50.000 euros
Si hay un premio codiciado por quienes trabajan en el segmento de la artesanía de excelencia, este es el Loewe. Más que nada por su prestigio internacional y la visibilidad que genera.
La semana pasada se dieron a conocer las 30 obras seleccionadas como finalistas por el comité de expertos. Las mismas formarán parte de la exposición que tendrá lugar en el Museo Nacional Thyssen-Bornemisza de Madrid del 30 de mayo al 29 de junio y una de ellas se alzará el 29 de mayo con el gran premio de 50.000 euros.
“Año tras año, me complace ver cómo el Premio de Artesanía de la Fundación Loewe sirve de plataforma a talentos extraordinarios y cambia la percepción de la artesanía a nivel internacional”, declaró Sheila Loewe, presidenta de la Fundación. “Durante la última década, hemos visto cómo el Premio transformaba vidas y carreras, y construía una comunidad global. Es un gran privilegio para mí continuar el legado de mi familia”.
Este año, el premio recibió más de 4.600 candidaturas de 133 países. Muchos que llegan de regiones con larga tradición en el hacer manual de excelencia como Asia (en total, casi la mitad de los profesionales preseleccionados viven allí) sumando cinco finalistas japoneses, entre ellos Rei Chikaoka y Fumiki Taguchi.
Otra particularidad de esta edición, en línea con lo que se observa en el mundo, es el protagonismo de las piezas textiles como la de la brasileña Jessica Costa (única Latinoamericana) o la de Dickens Otieno, quien representa a Kenia.
Hermosa la pieza de la artista Anina Major de Bahamas, una escultura que reinterpreta la técnica del tejido a escala monumental, trasladando a la arcilla las técnicas de trenzado y cestería transmitidas por generaciones de personas originarias del África Occidental que fueron esclavizadas y transportadas a la fuerza a las Bahamas. Al plasmar y preservar estas técnicas en cerámica, la artista da continuidad a tradiciones amenazadas y amplifica las narrativas de comunidades marginadas. Las paredes se crean entrelazando espirales horizontales y verticales. Se ha dejado un espacio a varias filas de la parte superior para visualizar el interior de la estructura. Se trata de una obra impactante cuya superficie se ha esmaltado simulando arena endurecida con incrustaciones de sal.
Así como las puertas pendulares de armario de madera de secuoya centenaria recuperada, talada a finales del siglo XIX, que parecen gotear, por la irlandesa Laura Mays.
También se destacan piezas que rescatan saberes ancestrales como las tres obras en terracota sobre las que ha tallado texturas y diseños complejos extraídos de la historia y la mitología Akan del artista de Ghana: Kobina Adusah. 
