El Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (MALBA) pierde una de sus mejores obras. Guadalupe Requena, uno de los nombres fuertes de la gestión del arte y diseño latinoamericano
En la tierra fértil para egos, dichos y contradichos, peleas por agendas, salas y presupuestos, que representa un museo grande, 20 años de gestión ininterrumpida, de bajo perfil y brillante, es un logro del que pocos pueden jactarse y que ella, la gestora cultural Guadalupe Requena, ostenta avalada por la comunidad artística y del diseño de los «Sures» en su conjunto desde hace muchísimos años.
El MALBA (Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires) es una apuesta privada, de un hombre, el empresario Eduardo Constantini, que en el 2001 decidió poner en alto al arte y diseño latinoamericano desde principios del siglo XX hasta la actualidad. Una institución privada que conserva y exhibe un patrimonio de más de 700 obras de los principales artistas modernos y contemporáneos de la región (Argentina, Uruguay, Brasil, México, Ecuador, Colombia, Chile) a través de piezas únicas emblemáticas como “Abaporu” de Tarsila de Amaral, “Autoretrato con Chango y Loro” de Frida Kahlo, “El viudo” de Fernando Botero y “Composición simétrica universal en blanco y negro” de Joaquín Torres García, entre tantos otras .
A pesar de sus más de 8.500 m2 distribuidos en tres monumentales pisos, de un bello edificio deconstructivista diseñado por los arquitectos Gastón Atelman, Martín Fourcade y Alfredo Tapia, ganadores de un concurso con un jurado de lujo (Norman Foster, César Pelli y Mario Botta) en la zona más rica de la ciudad de Buenos Aires, los hilos dentro se tejían con mucho esfuerzo por unos pocos. Sobre todo al comienzo, en el 2004, cuando ella, ya estaba y desde el departamento de comunicación no sólo traducía y promocionaba, y vale decir, educaba en esto de “Conocer para poder reconocer” lo valioso del hacer al Sur del Mundo, sino que con su innato don para la gestión absolutamente asertiva y sin estridencias, impulsaba todo tipo de proyectos culturales.
Tal el poder de su gestión, que hace cuatro años, de forma absolutamente orgánica, recibió el nombramiento de directora institucional. “Tuvo a su cargo el posicionamiento e imagen pública y su crecimiento institucional, a través del desarrollo de vínculos y proyectos con otras organizaciones a nivel nacional e internacional”, se le reconoce en el comunicado oficial. Además de liderar el rediseño de la identidad y su transformación digital pionera en la región.
Numerar las muestras e iniciativas (ciclos de conferencias, workshops, itinerancias) que pasaron por sus manos, es realmente imposible. Vale decir que cualquiera que quisiera cruzar esa puerta de la calle Figueroa Alcorta, la llamaba con pedidos y consultas varias, y ella sin saber de horarios (a pesar de ser madre de tres niños) atendía con la misma humildad a figuras grandes como noveles artistas, diseñadores o artesanos.
Como miembro del Comité de Programación, participó en la concreción de grandes proyectos y exposiciones como La democracia del símbolo y Liminal de Leandro Erlich; Sara Facio. Perón; Mundo propio, Del cielo a casa, y las antológicas de Pablo Suárez, Anna María Maiolino, Edgardo Giménez, Cecilia Vicuña y Rosana Paulino, entre otras.
El pasado miércoles, y luego de mucho desearlo (según él mismo cuenta desde sus redes sociales) y de dejar de pujar cuando el precio empezó a subir hace 30 años, Constantini adquiría en la subasta nocturna de Sothebys Nueva York la obra maestra surrealista de Leonora Carrington (Les Distractions de Dagobert) por 28,5 millones de dólares.
Paradójicamente ese día perdía en su casa, el MALBA, su mejor obra.