Ojos que cuentan. El fotógrafo Loiro Cunha y las mujeres kayapó

Ojos que cuentan. El fotógrafo Loiro Cunha y las mujeres kayapó

El trabajo del fotógrafo y documentalista Loiro Cunha, parte de la exposición Menire sobre mujeres kayapó organizada por el arquitecto Marcelo Rosembaum en la semana del diseño de San Pablo

Fotógrafos, cineastas, documentalistas. El mundo del proyecto siempre depende, para contarse, de estos aliados claves. Mucho más cuando se trata de retratar mundos ajenos y en este caso, poco contaminados. 

La exhibición Menire que forma parte de Mãos e Demãos – Tempos em Convivência presentada en el Edificio Misericordia en el marco de la Design Week de la ciudad de San Pablo en Brasil, cuenta con la labor de uno de ellos convocado con un referente en estas iniciativas. Hablamos del joven Loiro Cunha, quien honró a pura sensibilidad y empatía, el ofrecimiento del arquitecto Marcelo Rosembaum.

Rosembaum viene trabajando, a través de su iniciativa del Instituto A Gente Transforma, desde el 2017 en pos de la valorización de las mujeres kayapó como parte del Programa de Alternativas Econômicas Sustentáveis que apuntalan entre otros el turismo de base comunitaria del Instituto Kabu en la Aldeia Pykany. 

Localizada en el municipio de Altamira, la puerta de entrada a la Amazonía, la Pykany es una de las 12 aldeas de las tierras indígenas Baú Menkragnoti. Hasta allí viajo Cunha como parte del maravilloso equipo.

“Trabajo con fotografía desde 2005 —nos adelanta Cunha—. Cuando empecé me enamoré profundamente, no sólo del universo de la fotografía, sino también de la convivencia. De la convivencia con los lugares y las personas de esos lugares. Porque para mí, las cosas están muy conectadas. Trabajé durante diez años en estudios y, en los últimos diez, en el Brasil profundo. En temas sociales y ambientales, junto a comunidades quilombolas, indígenas, ribereños, personas vinculadas a la agricultura, a movimientos sociales”, adelanta. 

Y continúa: “Este trabajo con Marcelo comenzó con una invitación. En ese momento, yo estaba en otro viaje con él en el Río Negro, y él estaba empezando a desarrollar este. Me hizo una invitación dentro del bosque mostrándome un video. Es curioso decirlo, porque me mostró un video de un canto, y esta historia tiene mucho que ver con el canto, con la música. Un año después, hice otro trabajo en el río Tapajós, en un encuentro de líderes indígenas de varios grupos y etnias. Allí conocí a algunos kayapó y grabé un video de una anciana cantando una canción ancestral. Esa canción quedó muy guardada en mí, porque era una música muy hermosa y poderosa. Creo que pasó otro año hasta que surgió la oportunidad de ir con los kayapó y hacer este viaje. Viajé con Neide Rigo, una gran amiga, de una competencia increíble, una persona muy importante en mi vida y en mi trabajo. Ella es nutricionista, cocinera, y no sé ni cómo describirla, porque es una persona que no se puede encasillar. Trabaja con cocina estacional y hace un trabajo de recolectar plantas comestibles no convencionales en la ciudad para preparar cenas con ellas. Todo esto forma parte de su día a día. Así que viajamos juntos a la selva. Tomamos un vuelo de San Pablo a Sinop. Desde Sinop, fueron ocho horas y media en coche, y luego tomamos una avioneta para sobrevolar la selva durante una hora antes de aterrizar en la aldea. Cuando llegamos a la aldea, nos recibieron muy bien. Fue impactante bajar del avión y encontrar a tantos indígenas en su belleza pura, en su fuerza y en su potencia. El primer día descansamos, y al segundo ya fuimos a hacer una caminata por la selva para recolectar miel y castañas. Pero hay algo muy importante: este trabajo lo realizan exclusivamente mujeres, y ninguna de ellas hablaba portugués conmigo. Yo estaba básicamente trabajando solo con ellas, caminando con ellas y realizando todas las actividades junto a ellas: recolectando mandioca en la huerta, yendo a buscar palmito en la selva, participando en sus tareas diarias. Siendo un hombre, sobre todo blanco, soy consciente de que la imagen es muy amenazante, luego de tantas masacres. Así que durante los primeros días, sentí una dificultad de acceso a estas mujeres. Un día, mientras caminábamos por la selva en silencio, recordé la canción que había grabado un año antes. Entonces, comencé a cantar la canción. En ese momento, todas se giraron hacia mí y comenzaron a reírse, a reírse mucho. Se reían con fuerza, con mucha alegría. Yo seguí cantando, y poco a poco ellas empezaron a enseñarme a cantar. En ese momento, creamos una conexión muy fuerte. Siento que el trabajo realmente comenzó, a través del canto”. 

Es que la base de su fotografía, nos cuenta,  es el respeto. “Nunca me acerco a alguien sin estar seguro de que esa persona se siente cómoda conmigo. Creo que la fotografía revela muchas cosas, y para mí, todo comienza con la relación: la relación con las personas, con la selva, con el paisaje. Para mí, todas estas cosas son muy similares y están conectadas. Con el paso de los días, recibí un nombre en kayapó y fui bautizado como pariente de una de ellas. Fue un momento muy hermoso y lleno de significado. En la aldea, recibí tres baños del chamán. Y es difícil explicar lo que aprendí con ellos, porque “aprender” me parece algo muy limitado. Aprender da la idea de que adquieres algo específico. Pero en realidad, yo no “aprendí” nada con los kayapó. Ellos me dieron alas. Me dieron la posibilidad del encanto, de conocer una cultura muy diferente y muy poderosa. Me dieron una conexión con el espíritu y con la palabra dicha en el momento preciso. No sé explicar lo que me llevé de esta experiencia. Tal vez las fotos hablen por sí solas. Y sobre todo ayuden al fin del proyecto de turismo de base comunitaria, que busca generar ingresos futuros para estos pueblos”, remata.

Ojos que cuentan. El fotógrafo Loiro Cunha y las mujeres kayapó
Ojos que cuentan. El fotógrafo Loiro Cunha y las mujeres kayapó
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