“Para mí el telar es una necesidad casi orgánica».
Es claro que los textiles ofician muchas veces de los mejores textos. Esos que, a través de trama y urdimbre, revelan a quienes los eligen. Hilos que se atan y desatan, tensan y sueltan, destruyen y construyen, como la vida misma.
Priscila Estrada lo entendió así, e hizo carne, cuando se mudó en el 2004 a la Argentina. Luego vivió y se formó en telar con Brenda Gibson en Londres. Y, lo eligió, para seguir desarrollando su vocación ligada a la comunicación, esta vez, a través de hilos, cuando regresó nuevamente a Buenos Aires. Me atrevo a decir, sin que ella lo afirmara, que tiene que haber salido a la luz su linaje mexicano, tan ligado al textil como soporte de la memoria.
Es así que desde hace un tiempo a esta parte, su casa/taller en Paternal se lleno de telares. Y de personas que decidieron habitarlos por unas o varias horas. Encuentros, aulas, clases que en realidad son meditaciones activas, danzas templando la mente a través del dominio de la técnica, en las que el hacer revele su ser.
Es por eso que este año, honrando el día del tejedor, decidió exponer/los (en la total acepción de la palabra) esas obras/piezas de sus alumnos contando lo que el telar opera en ellos.
“Para mí el telar es una necesidad casi orgánica. Necesito sentarme a tejer. Necesito tener contacto con los hilos y hacer pasar la naveta para bajar cambios y volver a centrarme en mí. A veces es tan literal, tan fuerte que me aturde porque me pone en un lugar de contemplación hacia lo que me esté pasando en ese momento. Aunque si lo pienso, en realidad lo que hace, es ponerme a distancia para darle otra mirada”, detalla. Y continúa: “Cada pieza que tejo no sólo lleva mi impronta estética, sino que también se lleva impregnada mis memorias. Al ver una pieza tejida por mí, sé perfectamente qué es lo que estaba pensando en esos momentos. El artefacto telar, se vuelve así, una extensión de mi cuerpo, de mis brazos y piernas, permitiéndome hacer lo que mi humanidad (física) no puede. Así la relación de cada uno con el telar es personal, individual, única”.
¿Los protagonistas? Celeste Ambrosi, Marlene Wentzel, Romina Gutiérrez, Alejandra Moyano, Juan Pinkus, Marita Rosell, Inés Picchetti, Rosario Quibel, Silvia Gil, Rosario Landa, Cristina Pucheta, Mirta Pugliese, Lucía Vieira, Lucía Raineri, José Luis Iudica, Milagros Colodrero, Malena Guerrieri y Ana Paula Scarpati.
“Siempre me ha parecido que lo más enriquecedor de tenerlos como alumnos son sus experiencias, sus expectativas, curiosidad, su móvil. Yo aprendo un montón de ellos. Por eso lo que aquí se muestra es lo que a mí siempre me ha parecido lo más enriquecedor de las clases. La diversidad en las posturas frente al telar, cómo cada uno de nosotros tiene una inquietud e impronta tan personal. La diversidad de personalidades, ideas e inquietudes. La versatilidad del telar que se adecua a la idea de uno y otro porque es un mero vehículo para la ejecución de un pensamiento. Por eso la obra que ustedes ven, no es textil, no es telar, es personal. Es la persona que lo ideó y ejecutó”. remata.