«Nuestra obra nace de la manipulación de los materiales. Las piezas empiezan a tomar forma tan pronto como comenzamos a jugar con los materiales; los materiales nos indican hasta qué punto quieren y pueden ser transformados. Nuestros objetos son fruto de esta experiencia lúdica, de la voluntad expresada por los materiales. La silla Favela, por ejemplo, ilustra una forma desenfadada de hacer una silla, a partir de trozos de madera, sin seguir regla alguna o ceñirse a un plan cartesiano.
Construimos de forma casual; nos gusta jugar con el azar, con la deconstrucción. Pero sigue habiendo un pensamiento racional, una idea lógica, detrás de todo ello. En uno de nuestros proyectos más recientes, la serie TransPlastics, indagamos en la naturaleza de los materiales, casando materiales artificiales con materiales naturales: el plástico y la naturaleza.
Ésta es una evolución, si bien con una visión más madura y más objetiva de lo que buscamos, del estudio que iniciamos en el año 2000, llamado Mixed Series, que dio origen a la silla Shark (2000). Curiosamente la liana, la fibra natural que utilizamos en la serie TransPlastics, crece en los árboles de la selva amazónica, sofocándolos e impidiéndoles crecer sanos. La liana es una analogía de este trabajo; el mimbre comienza a crecer del plástico, sofocándolo y nutriéndose de él.
Cuerda, alambre o peluches. El trabajo de los hermanos Campana proviene de la transformación y la reinvención; de la construcción de un nuevo mundo con los materiales ajados de este, manipulando aquello que nos rodea cada día. El resultado es una obra de creatividad casi amazónica que refleja la personalidad propia de su país, Brasil: energía, poesía, color y formas híbridas.
Action design, la definición acuñada a imitación de la que se utiliza en el arte (action painting), se ajusta bien al trabajo de los hermanos brasileños Fernando y Humberto Campana; el primero, arquitecto, el segundo artista con estudios de abogacía a sus espaldas y diseñador cada vez más cotizado en el escenario internacional. El éxito exponencial de los Campana es fruto de su personal enfoque a la hora de diseñar. Quizás, más que «diseñar», sería más correcto decir «hacer», puesto que ellos no diseñan (dibujan sólo unos cuantos garabatos para «fijar» sus ideas), sino que crean objetos con sus propias manos sirviéndose de los materiales más dispares que encuentran explorando las calles de su ciudad.
Sillón y silla de la serie Leatherworks, Edra, 2007. En este diseño los hermanos Campana utilizan la piel como materia prima para elaborar un producto que vuelve a evidenciar su interés por los materiales de desecho. Leatherworks nace de la superposición casual y caótica de tiras de pieles de diferentes texturas ensambladas mediante un meticuloso trabajo artesanal.
Uno de los dibujos preparatorios realizados por los hermanos Campana.
Así, estos objetos toman forma según se van haciendo pieza tras pieza, como en el caso de Favela, la silla realizada con las tablas de madera que se utilizan para construir las favelas, o trenzado tras trenzado, como en el caso de Vermelha, la butaca confeccionada con 500 metros de cuerda.
Silla Favela, realizada en 1991 mediante la superposición de tiras de madera e inspirada en las infraviviendas de las ciudades brasileñas.
La temporary store que han diseñado para Camper en Berlín nació con su trabajo in situ. El día uno de diciembre de 2006, en Barcelona, durante una conferencia en la sede de la ADI-FAD en la que se exponían Aster Papposus y Kaiman Jacaré, los sofás diseñados para Edra en 2006, los hermanos contaron cómo nació la idea de su tienda para Camper. Primero fueron a Berlín para familiarizarse con la ciudad. La exploraron, la observaron y la fotografiaron. Vieron las pintadas y los carteles en los patios de los viejos complejos industriales ahora habitados por artistas y diseñadores: concreciones en los muros, testimonios de vidas que discurren, de aconteceres que pasan.
Se dieron cuenta de que Berlín es una metrópolis en la que aún es posible dejar una señal que no sea un rótulo comercial, en la que todavía se dan las condiciones para expresarse sin ser prisioneros de las estructuras y de las instituciones; y decidieron reproducir todo ello en la temporary store de Camper. Partiendo de la tonalidad de Berlín, que los hermanos respiraron y absorbieron, del estupor que siempre los acompaña en sus exploraciones, nació Torn Leftovers, un espacio construido con materiales baratos recuperados, como de briefing, capaz de sugerir una sensación de sedimentos de vida. Esto ocurre en muchas tiendas de Berlín, sobre todo las del barrio Mitte, que han sido rehabilitadas, recuperadas y transformadas con una creatividad muy especial.
Torn Leftovers, tienda Camper en Kudamm, Berlín, 2006. Forma parte del proyecto de tiendas temporales de la firma mallorquina. En este caso, los Campana recubrieron las paredes del local con restos (provenientes de las pruebas de impresión) de papel para carteles de vallas publicitarias. Las impresiones se trocearon en cuadernos y se colocaron sobre las paredes para que, como escamas, fueran manipuladas por los clientes.
En los muros se pegaron capas y capas de carteles que después fueron arrancados con un dripping a cuatro manos en los dos días anteriores a la inauguración. Un action design, pues, para que los espacios y los objetos transmitan la sensación de una actuación hecha en primera persona y para que el diseño de las cosas deje traslucir a personas e historias. Son sus objetos, mejor que sus palabras, los que describen a estos diseñadores. A su trabajo no le sienta bien la jerga de la crítica, que analiza los objetos fuera de sus contextos, como si estuvieran en el limbo del fotógrafo. Sus creaciones, en cambio, son inseparables de Brasil. Cada diálogo de Platón se sitúa en un lugar. La conversación de Fedro, por ejemplo, tiene lugar a orillas de un río, entre el agua, los árboles y la hierba. No se trata sólo de dos personas que se comunican, sino de dos sujetos situados en un lugar. Es el lugar lo que da consistencia a la belleza y al amor sobre el que los dos personajes dialogan.
Café Chair, de la colección TransPlastic, 2007.
El lugar, el espíritu del lugar», dice James Hillman (Il piacere di pensare, conversazione con Silvia Ronchey. Universidad de Rizzoli, Milán, 2001), «toca directamente al amor». Pensando en los hermanos Campana se me ocurre que el «lugar toca la creatividad». Es el alma de la ciudad de Sao Paulo, de la selva, de la tierra, de la naturaleza generosa e impetuosa de Brasil lo que se convierte en la trama de sus objetos. Épica, como toda narración del sur del mundo. En el norte del mundo, en cambio, el relato es crónica, porque los acontecimientos tienen que ver con elecciones hechas en un universo de hiper-elecciones, no con la supervivencia, que da a cada acto y a cada objeto un valor definitivo, casi sagrado.
El diseño de estos hermanos sigue siendo relato épico incluso cuando lo realizan y fabrican en serie empresas italianas. Sus objetos revelan su plena pertenencia a una cultura material local que, de acuerdo con la definición de Marc Augé, es «al mismo tiempo colectiva e individual (ligada a la suerte, a la vida y a las preocupaciones de cada uno) y, por lo tanto, es cultura viva, practicada con fines alimentarios, sociales o religiosos» (Finzioni di fine secolo seguito da Che cosa succede? Bollati Boringhieri, Turín, 2001). Hay, en sus diseños, un «estado de gracia» que Clarice Lispector, gran escritora brasileña, definió como «la leve lucidez de quien no necesita imaginar nada porque, sin esfuerzo alguno, sabe. Sencillamente sabe» (La scoperta del mondo 1967-73. Tartaruga Edizioni, Milán, 2001). Y, sin embargo, los Campana no son ajenos al sistema global del mercado, ni parecen étnicos o folclóricos. Sus diseños, para usar el término de Ralph Darhendorf, son «glocales», es decir, culturalmente compatibles tanto con lo local como con lo global (sano). Y denuncian mejor que muchas palabras la revancha de lo local contra lo global perverso, con sus colonizaciones comerciales que producen nuevas esclavitudes hacia las marcas, revelando cómo la energía y la poética de las cosas creadas pueden surgir del os más profundos atributos de un lugar.
Fernando y Humberto Campana, casi afincados en Italia a raíz de su colaboración con Edra, siguen siendo brasileños y expresan «con leve lucidez» el genius loci brasileño. «Somos unos niños» dicen. «Nuestro país es joven, sólo tiene 500 años. Está al comienzo de su parábola ascendente. El vuestro, en cambio, ha llegado al final de la suya. Por ello poseemos la ligereza de vivir y de crear. En Brasil, aunque hay muchos problemas, todo el mundo es feliz porque todavía hay un mundo por construir. No tenemos una historia ya escrita y cada uno puede aún escribir la suya. Y las historias pueden ser muchas porque Brasil tiene un alma mestiza. Las culturas son numerosas y sus códigos accesibles. De esta pluralidad nace nuestra libertad y nuestra anarquía. Tenemos mucho tiempo ante nosotros; por ello estamos tranquilos y creamos de manera natural, sin presiones y sin angustia».
Ya acostumbrados a enfrentarse a las lógicas industriales del «norte» del mundo, Fernando y Humberto permanecen estrechamente unidos a su tierra, a su esperanza de riqueza, a su desenfadada y loca creatividad. Es de la falta de estructuras de lo que nace su obra, una sublimación de ese arte de arreglárselas que es una razón de subsistencia. Fernando y Humberto trabajan juntos desde hace casi 20 años, después de haber elegido como forma de expresión el diseño de muebles.Su radical visión del mobiliario se impuso ya en 1989, en su primera exposición en la Galería Nucleon 8 de Sao Paulo, en la que presentaron la serie Los Inconfortables: mesas, biombos ysillas de chapa sin acabar que, como dice su nombre, no debían hacer sentir cómodos, sino más bien «incomodar» al usuario.
El uso de materiales en bruto, la experimentación de todo tipo de materiales pobres y recuperados es su manera de oponerse a la colonización comercial del norte, al prejuicio que convierte en deseables sólo los modelos que llegan de los escaparates europeos. Con sus formas híbridas, a veces primitivas, tratan de expresar la contradicción del caos urbano. Beben de la vitalidad de las expresiones indígenas para dar a los objetos un carácter auténtico, ligado al temperamento de la gente del lugar. Un carácter sensual, mágico y desinhibido, como el de los brasileños, que no sienten pudor por su propio cuerpo sino que, todo lo contrario, lo enseñan de manera ostentosa por muy imperfecto que sea, y que se enfrentan a la vida con la ligereza de la samba porque tienen poco que perder y mucho que ganar. Un carácter no asexuado y desmaterializado como el de los productos de diseño europeos, en los que la sangre se ha enfriado porque en la civilización del consumismo, ya vieja y cansada, las emociones se han apagado y porque la vida se sufre, en lugar de luchar por ella. Sus diseños tienen todavía la energía de las cosas que queman, que denuncian, como sus primeros muebles carbonizados, un aviso contra la destrucción de la selva amazónica.
Las dos evoluciones de Boa, Aster Papposus y Kaiman Jacaré, ambas de Edra, 2006.
Construyendo muebles de uso cotidiano, los hermanos Campana se mueven en la frontera entre el arte y el diseño, no por una libre elección estética, sino por necesidad: sus objetos nacen de uno en uno, hechos a mano –la de ellos y la de los niños de las favelas, que trabajando se salvan de la microdelincuencia, ya que en Brasil no existe, como en Italia, una tupida red de empresas capaces de fabricar industrial o artesanalmente sus prototipos. Experimentan con todos los materiales pobres que encuentran en los barrios de chabolas y que nunca se utilizan para fabricar muebles, como la cuerda, el alambre y el hilo de PVC, con los que tejen complicadas tramas, la hojalata, el plástico de burbujas, el cartón, y otorgan dignidad a sus objetos a través de un paciente trabajo manual. Puesto que tienen una mirada entrenada para ver más allá de las apariencias codificadas, exploran todos los caminos posibles y resucitan materiales corrientes para usos improbables y poéticos. A esa mirada sobre los objetos de la calle se ajustan muy bien las palabras de Annemarie Sauzeau Boetti sobre Alighiero Boetti: «el explorar con alegre voracidad la fenomenología primaria de los materiales más triviales, de las cosas pre-objetuales» (Shaman/Showman, Alighiero e Boetti, Annemarie Sauzeau. Umberto Allemandi, Turín, 2001).
«Trabajamos con las manos –dicen– para seguir expresando un carácter territorial específico, para dar a nuestros objetos aquella diversidad que deriva de la imperfección y de la falta de homogeneidad que tienen las cosas hechas a mano, ese algo único y preciado que nace de lo manual, y para evitar la ‘pasteurización’ del diseño, que induce a todos los diseñadores a hacer los mismos objetos por falta de originalidad y de audacia. Desde el primer momento hemos representado siempre un universo nuestro. Crear es nuestra forma de vivir. Cuando éramos jóvenes teníamos pocas cosas, por lo que soñábamos mucho y creábamos. Humberto construía casas en los árboles y juntos montábamos presas para desviar el agua del río que pasaba detrás de nuestra granja. Era la metáfora de nuestro deseo de cambiar el sereno discurrir de lo cotidiano. Nuestros diseños –continúan– nacen de la calle, del kitsch urbano de los barrios populares y del contacto con la naturaleza. Cada vez que podemos volvemos a nuestra granja porque la naturaleza nos sirve para recargar nuestras ideas. Diseñamos paseando por el campo y plantamos árboles. Es necesario volver a plantar los árboles típicos de nuestra región para recuperar el contacto directo con la naturaleza, para no perder el vínculo con la especificidad del lugar». Trabajar con las manos les permite realizar esas «transferencias» que funcionan como denuncia e inversión de los cánones habituales.
Blow Up Collection formada por objetos creados uniendo piezas sobrantes de alambre de acero soldándolas para formar diversos tipos de contenedores y mesas (Alessi, 2004).
Su trabajo demuestra de manera evidente cómo una nueva energía puede alcanzar al diseño desde el hemisferio sur. Cuanto más avanza la globalización (la perversa), convirtiendo en homogéneos y civilmente anónimos todos los productos, más necesario es recuperar el valor de las tradiciones locales. Los hermanos Campana, arraigando su diseño en la naturaleza brasileña, proponen una nueva idea de modernidad hecha no sólo de innovación, sino también de irreverencia, de tecnología combinada con la tradición artesanal, de materiales punteros casados con materiales pobres. Sus objetos hechos a mano no son arcaicos o rudimentarios, sino que, todo lo contrario, parecen futuristas y casi cargados de fatalidad; esa fatalidad que regala alegría a quienes están acostumbrados a las previsiones y a los programas, y que contiene la esperanza de utopías todavía posibles como la de ser, de mayores, despreocupados y sabios como los niños. Los hermanos Campana son unos hombres sabios y tranquilos, pero han conservado el estupor, el mismo que poseía Lina Bo Bardi, la arquitecta/artista italiana que se fue a vivir a Brasil y con su arte supo captar magistralmente la esencia de ese país. Cada uno de sus diseños nace de actos sencillos, primordiales: trenzar, anudar, enrollar. Pero saben suscitar estupor porque los actos habituales del «saber hacer» van unidos a materiales inusuales, pobres y recuperados.
Los suyos no son sólo objetos, «sino formas que gritan para que las miremos a toda costa, que empujan para que las reconozcamos en un mar de formas» (Fulvio Carmagnola, Vezzi insulsi e frammenti di storia universale. Luca Sossella, Roma, 2001). Son relatos épicos, porque hablan del arte de la supervivencia, porque son el testimonio de una resurrección. Como el contador ambulante de la novela de Mario Vargas Llosa, que mantenía viva la tradición oral en la selva amazónica, ellos cuentan historias diseñando. «Llegamos a Italia», concluyen, «pero siempre volvemos a marcharnos para recuperar la distancia que nos permite tener un punto de vista diferente y proponer diferentes códigos de lectura de los objetos».
Muchos de sus trabajos, los que se muestran en los escaparates internacionales del diseño, son realizados y distribuidos por Edra, una empresa de la Toscana, representante de aquel tejido industrial formado por pequeñas y medianas empresas que se concentran por regiones de acuerdo con su especialización. Una empresa familiar, con una pequeña fábrica dedicada a la producción de sofás, dispuesta a aprovechar los recursos del territorio nacional para realizar diseños innovadores y apoyada en la difícil tarea de producir un diseño de calidad, por el director de arte Massimo Morozzi, miembro del grupo Archizoom y exponente histórico de la arquitectura radical. Gracias a la flexibilidad de su ágil estructura y a un proyecto estratégico dirigido a crear una colección cuya homogeneidad resulte de la composición armoniosa de expresiones muy diferentes, Edra se ha «unido en matrimonio» con el diseño de los hermanos Campana.
Lo ha industrializado sin privarlo de la fascinación de lo hecho a mano, y conserva inalterado el halo del genius loci y evitando una deriva hacia lo étnico. Edra y los hermanos Campana representan un ejemplo de lo que Francesco Morace llama la estrategia del colibrí (La Strategia del Colibrì, la globalizzazione e il suo antidoto. Sperling&Kupfer, Milán, 2001): «por un lado, el colibrí (Edra), eficaz y creativo, cada vez más capaz de volar rápidamente de una inspiración a otra; por el otro, las flores (Campana), las culturas locales, cada vez más capaces de generar estímulos únicos y a la vez universales, es decir, de globalizarse rápidamente gracias a su capacidad de atracción».
De lo «pobre» nace lo preciado, que es más extraordinario aún porque está hecho de la nada, o mejor dicho, porque nace de una idea sencilla que sólo las personas «felices» saben todavía cultivar, de aquel estado de gracia «que es leve lucidez de quien, sin esfuerzo alguno, sabe». El diseño de los hermanos Campana encaja con la definición que dio de él Marc Augé en Finzioni de fine secolo (ídem): «vuelve al pasado o extrapola el futuro, vuelve a lo local o mezcla los exotismos, se arraiga o toma el vuelo y traza en la ciencia-ficción vías de fuga hacia un encuentro aún improbable y diseña con elegancia figuras que sugieren formas para la ilusión».
Artículo publicado en Experimenta 58.