«Existe una riqueza material y energética incrustada en las historias del lugar que debemos incorporar a nuestros diseños para que estos sean realmente sostenibles».
La rehabilitación de La Carbonería, realizada por el arquitecto Ángel Borrego Cubero (Office for Strategic Spaces), debe su forma a varias historias entrecruzadas a lo largo de un siglo y medio. Conocida también como la Casa Tarragó, se trata de un modesto edificio de viviendas construido en 1864, que ganó notoriedad en 2008, cuando fue ocupado y, en su fachada, se realizaron dos grandes intervenciones de arte urbano. Su evacuación forzada en 2014 fue noticia y el edificio se transformó en icono gráfico y político de Barcelona. En 2015, el Ayuntamiento lo declaró patrimonio protegido al ser el edificio más antiguo en pie del Eixample, el innovador plan urbanístico concebido por Ildefons Cerdà para ampliar la Barcelona del siglo XIX más allá de sus obsoletas murallas medievales.
«La rehabilitación requiere un esfuerzo especial, más aún cuando se trata de un edificio patrimonial, y verlo reconocido es una alegría. Por otro lado, es importante apoyar las buenas prácticas en arquitectura y urbanismo, así como a sus clientes, ya que, para lograr una arquitectura de calidad, tanto o más importante que el arquitecto y sus colaboradores técnicos, lo es el cliente, ya sea público o privado. En los encargos privados, es esencial que los clientes busquen un equilibrio realista y mutuamente beneficioso entre sus deseos y necesidades y el interés social. En el caso de La Carbonería, nuestro cliente entendió que el diseño podía aunar valor económico y social. También quiero destacar el trabajo de los técnicos de patrimonio del Ayuntamiento de Barcelona, que supervisaron de cerca la aplicación de la normativa patrimonial, manteniendo una actitud abierta y colaboradora que fue fundamental para alcanzar el resultado que ahora ha sido premiado», afirma Borrego Cubero.
En esencia, el proyecto de rehabilitación traslada el desaparecido núcleo de comunicaciones fuera del edificio, saltando por encima del antiguo Camino de Ronda mediante unas pasarelas que hacen visible esta fachada interior y la integran en la vida cotidiana del edificio. Las pasarelas, el núcleo y la nueva medianera metálica generan un espacio comunitario tridimensional, un movimiento de personas y efectos que, de alguna manera, simulan la experiencia y la visión cambiante del bulevar que nunca llegó a hacerse.
«Las fachadas de este pequeño pero prodigioso edificio representa distintas ideas de ciudad, de política y de las relaciones de Cataluña con el resto de España durante los últimos 150 años. La historia del edificio ha sido el mayor recurso del proyecto, tan relevante como la precisión en su balance energético o material».
Las pasarelas, saltando por encima del antiguo Camino de Ronda, acercan y hacen visible esta fachada oculta que pasa a formar parte de la vida de los vecinos, y a ser visible para cada visita. «Los técnicos municipales de patrimonio apoyaron la idea, a pesar de ser formal y normativamente poco ortodoxa (la normativa de protección del patrimonio exigía la restauración de las fachadas a su estado original, algo que las pasarelas, en esencia, modifican) porque de lo contrario, la fachada hubiese continuado oculta a la vida cotidiana y, con ella, quedaba invisible una representación de los hechos que dieron lugar a la Barcelona moderna».
Para terminar habría que mencionar que el proyecto ha sido reconocido con el Gran Premio ADF Design Award 2024, entregado por el Foro del Diseño Aoyama de Japón. ¡Felicidades!